Se había hablado ya con anterioridad. Estaba la posibilidad de celebrar la Nochevieja en casa de Luz e Iñaki. Para mí, era un gran plan, así que lo establecí como prioridad. Ante cualquier otra propuesta, ésta sería la primera opción a tener en cuenta.
A las 21.00 horas llegaba a casa del Luz. Estaban ya Iñaki, José, Eric y mi querida anfitriona. Sólo quedaba el señor Javi Joven, quien llegaba con un cierto retraso. Realmente, y aunque el hambre me consumía por dentro, daba igual. Esperaríamos fuertes como jabatos...
A las 21.00 horas llegaba a casa del Luz. Estaban ya Iñaki, José, Eric y mi querida anfitriona. Sólo quedaba el señor Javi Joven, quien llegaba con un cierto retraso. Realmente, y aunque el hambre me consumía por dentro, daba igual. Esperaríamos fuertes como jabatos...
El menú era sencillo: gambicas con ajico pasadicas por la cacerola; jamón serrano y embutidos ricos, ricos; queso; tortillas "aztecas" rellenas de queso y champiñón; pescado al horno; postre hiper cachondo... Y, como bebida, ricos vinos y, finalmente, champagne. El menú era sencillo; pero, ¡qué carajo!, estaba delicioso.
Terminamos la cena y, como no, pusimos música y comenzamos a bailar. La fiesta había comenzado y ya nada nos podía parar. Sacamos más champagne, preparamos las uvas y... de repente (no sé quien fue), alguien dijo: vamos a tomar las uvas a la Plaza del Pilar. Desde la ventana, se veía ambiente, así que con la ilusión de comenzar el año allá abajo, Eric, Javi, luz y yo, pusimos las uvas en vasos de plástico, cogimos una botella de champagne y salimos pitando en dirección al reloj.
Ante nuestra ignorancia en estos menesteres, comenzamos las uvas en los cuartos. Luz se atragantó y casi echa la papilla enterilla, mi boca era una especie de bolsa infinita de uvas aún sin masticar y Javi y Eric... vayan ustedes a saber. Terminaron las campanadas, nos abrazamos, nos besamos y brindamos felizmente por este año nuevo en el que acabamos de entrar. Javi, en un momento de total enajenación mental, más conocido como momento de despiste, empezó a ofrecer champagne a la gente que teníamos al rededor. Extrañado, me dice:
- "Tío, que raro, aquí nadie bebe champagne".
Comencé a observar a mi alrededor... Casualmente, todos/as eran musulmanes y, por lo visto, debían de seguir esa tradición de su religión a rajatabla.
Volvimos al piso. Era la hora de la juerga desenfrenada. Los combinados empezaron a rular por la estancia. Bailes, congas, abrazos, besos... fotos y vídeos que quedarán clasificados para que no sirvan de prueba y, así, poder culpabilizarnos. Copas que caen desde la mesa en que Iñaki baila al ritmo de los Rolling Stones; timbres que suenan sin descanso; gritos y alaridos de felicidad inmensa. Celebración por todo lo grande. Estamos de fiesta y no, nadie, va a fastidiarnos...
La 1.00 en punto. Cojo mis bártulos y bajo hasta donde se encuentra Boogaloo. Deposito mis CD's en su cesta: hay que cerrar un bar, y lo vamos a hacer por todo lo alto. El Calaveras se merece acabar con dignidad, así que, sonrío, pongo los pies sobre los pedales y mascullo:
- "Vamos a montarla, pincheputas!"
2 comentarios:
Bueno, bueno... ¡Pues sí que lo pasastreis bien!
Pues sí, quillita, fue divertido. Y aún queda por narrar...
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