martes, 14 de mayo de 2013

Hasta LAPOLLA...

Me había propuesto intentar no hablar otra vez del tema, a pesar de que aparece una y otra vez en casi todos los medios de comunicación, sean de ámbito estatal como autonómico. Es curioso que, en la prensa escrita y/o en “ensayos” aparecidos en Blogs, Facebook y otras redes sociales, siempre (y creo que no exagero al utilizar esta palabra), se sigue la misma dinámica: 1) aparición de la noticia o “ensayos”; 2) argumentaciones desde ambos posicionamientos; 3) algún que otro término despectivo y, finalmente, 4) el tan paupérrimo recurso del “y tú más”. La excepción, claramente, es este Blog que, como lo leen cuatro gatos, no tiene apenas comentarios y los que aparecen son de personas afines (léase Binguero con sus extensas y bien recibidas aportaciones, o Martuqui). Esto, sin duda, aunque si se diese el otro supuesto también lo haría, me ha animado a despacharme bien a gusto.

Hace unos días (09 de Mayo de 2013), se ratificó en Aragón una nueva Ley de Lenguas. Aprobada por los votos del PP y el PAR, echaba por tierra la que considero todavía insuficiente Ley anterior, puesto que apenas protegía las lenguas de habla minoritaria en la Comunidad; pero, al menos, reflejaba una realidad lingüística: en Aragón, se habla el castellano, el catalán y el aragonés. Pues bien, después de la fatídica fecha señalada anteriormente, ahora parece ser que se habla LAPAO, LAPAPYP y, maravillosamente propuesta por la chanza internauta, LAPOLLA.


Una vez más, el PP (esta vez junto con el PAR), utilizaba su mayoría absoluta para dar la espalda a la ciudadanía y sacarse de la manga una Ley hecha sólo por intereses políticos.

Hasta acá, mi indignación sólo quedaba dirigida en una dirección: la memez de la clase política que aún sigue diciendo que nos representa (si así lo hiciera se preocuparía por los intereses de la ciudadanía, a la que escucharía y consultaría, al menos, antes de crear leyes que no tienen ni pies ni cabeza); sin embargo, las redes sociales pronto provocaron que también se dirigiese hacia otro lado: la ignorancia y atrevimiento de esa horda independentista que no es capaz de diferenciar un porrón de un botijo. Bien, vamos por partes:

Antes de que la dichosa Ley se aprobara, surgieron voces por la Red en contra de su aprobación. Pronto, salió una campaña de recogida de firmas para que no siguiese adelante este proceso legislativo. Fue entonces cuando numerosos aragoneses (conozco a muchos que firmaron), como es obvio, secundaron la campaña al tiempo que animaban a la gente a que dejaran su signatura en la página correspondiente.

A los pocos minutos de que dichosa Ley se aprobara, las redes sociales fueron un hervidero de opiniones que se balanceaban entre la indignación y, sobre todo, la mofa. Las señorías del PP y el PAR habían creado una ley ridícula y, con ella, los nuevos nombres otorgados al aragonés y el catalán se habían convertido en el hazmerreír del personal. Chistes e imágenes más o menos divertidas, así como comentarios de irritación reflejaban el pensamiento de quienes estábamos en contra de esa ley estúpida. Pronto, Blogs, Twitter y muros de Facebook, eran salpicados por la perplejidad de quienes no podían concebir la destrucción de una realidad lingüística. Mas, entre toda este continuo discurrir de opiniones, enseguida comenzó a aparecer un posicionamiento que me dejaba que menos que ojiplático: el uso del nuevo mapa lingüístico (ese mismo que aparece por allá arriba) como posicionamiento, argumentación o, simplemente “prueba”, a favor de la independencia de Catalunya. Ya estamos, otra vez…

La rabia está en mí ¡Grrrrrr!

Siento decirles que, una vez más, se equivocan al dejarse llevar en extremo por su ideología secesionista. Y que quede claro que me dirijo a las personas independentistas, que no a Catalunya como territorio ni a la ciudadanía catalana (habite o no allá). Por varias razones, además. La primera de ellas, porque, dejándose llevar por su elevada autoestima y fanatismo patriótico, son incapaces de ver que la nueva Ley aprobada perjudica a su comunidad vecina y no a la suya. En Catalunya, sigue hablándose castellano, catalán y aranés. Allá, con esta nueva ley, no se ha tocado nada. Pero, en Aragón, ya no. Es en Aragón donde se ha destruido su cultura y su diversidad lingüística. Es en Aragón donde no se ha escuchado a su ciudadanía. Es en Aragón donde se acaba de imponer que lenguas hablan quienes allí habitan. Díganme, entonces, qué tiene que ver eso con Catalunya. Y, más aún, con la independencia. ¡Nada!

Se podrá argumentar que es por el menosprecio a la lengua catalana y, por lo tanto, a Catalunya. Pues bien, acá, en parte, podría dar la razón; pero, de nuevo, posicionémonos desde perspectivas menos unidireccionales y abramos un poquito la mente. ¡Que no todo es blanco o negro! La Lengua… ¡ay la Lengua! Como ya he señalado en alguna ocasión, parto desde la concepción de que las lenguas no son propiedad de nadie. En todo caso, serían propiedad de quienes las hablan. Me explico, aunque no sea de una manera muy técnica. Que el catalán naciese en el territorio que hoy se conoce como Catalunya y, luego, debido a la expansión de la Corona de Aragón, se extendiese a tierras limítrofes e, incluso, más allá de los mares, no quiere decir que el catalán sea de uso exclusivo, ni mucho menos, propiedad de Catalunya. Vamos, que yo tenga constancia, en las tierras aragonesas donde se habla catalán, no se paga un tributo, ni derechos de autor, ni nada parecido por su uso a la comunidad vecina. Las lenguas son patrimonio de la humanidad, son riqueza cultural y, por lo tanto, no tienen fronteras. Por esta razón, la ofensa hacia la lengua catalana iría, en todo caso, hacia los catalanoparlantes en general y, a aquellos que habitan en Aragón, en particular.

No obstante, si este argumento no logra convencer a nadie y seguimos defendiendo que es un ataque a Catalunya, es momento de hacer un poquito de crítica y autocrítica. Y es que, quienes abanderan con fanatismo la independencia son incapaces de concebir que poseen parte de la culpa de que haya aparecido esta nueva Ley.

¿Cómo? Este tipo está para encerrarlo. ¡Descerebrado! Ya sabíamos que es mongui perdido. Bueno, bueno, antes de acusar, miremos el mapa que aparece debajo:

En él, queda reflejado el término acuñado en el Siglo XIX de Països Catalanes, donde, entre otros territorios, aparece lo que interesadamente desde Catalunya se denomina La Franja. Son todos ellos territorios de habla catalana que, desde la aparición del retrógrado nacionalismo catalán, se usaron como arma política para conformar esa entelequia de Nación catalana basándose en la identidad lingüística. Es decir, tierras de Aragón que nunca, nunca, nunquita, han pertenecido a Catalunya (aunque se hable catalán), parece ser que, por ciertos iluminados, forman parte de esa gran Nación (una, grande y libre): Catalunya.

He añadido al cartel: blanco, para las fronteras tal y como están establecidas en la actualidad; degradado azul-negro, para las zonas de Valencia de clara predominancia del castellano; rojo, para el Valle de Arán, donde se habla el Aranés (y no se le quiere dar la independencia desde Catalunya).

Como podrán entender, es fácil comprender que esta delimitación de los territorios ofenda a una gran mayoría de aragoneses que ven cómo, no sólo se les roba la historia, los reyes (venga, no se repriman y mantengan enarbolados sus puños ensalzando la figura de Jaume I, ese mismo que firmaba como Jacme I, rey de Aragón, de Valencia y de Mallorca -que no de Catalunya-), o los bienes artísticos (esos mismo que fueron expoliados y no se han devuelto todavía a pesar de que los tribunales eclesiásticos y judiciales así lo dictaran), sino que, además, ahora se les quiere robar también los territorios. Y, particularmente, ofende a quienes, siendo catalanoparlantes y habitan en la llamada Franja, se sienten aragoneses (porque de Aragón son), y desde la ambición independentista, quieren imponerles la nacionalidad catalana.

Ante esto, la respuesta desde ciertos sectores políticos, así como desde alguna reaccionaria asociación aragonesa, es tan triste y ridícula, como obvia: en un afán (dicen ellos), de defender lo aragonés, aprueban y defienden una Ley irrisoria. Por un lado, el PP que, posicionado en ese esperpéntico nacionalismo español cercano al de una, grande y libre (vaya, como me suena a lo que he escrito anteriormente), se olvida de la diversidad lingüística, cultural, histórica y territorial de España, y continúa con su férrea tarea de imposición del castellano. Por otro, el PAR que, en un provinciano (en el peor sentido de la palabra) regionalismo, parece ser que se olvida de que defender el catalán, también es defender lo aragonés, puesto que forma parte de su historia y cultura. Así, eliminando la lengua catalana del mapa, desde estas dos posturas, se intenta hacer frente (de manera equivocada), al soberanismo y su Sacro-Imperio de Catalunya. Ese que tanto defienden los independentistas. Estos mismos que no se cuestionan lo que, una y otra vez, ametrallan interesadamente ciertas instituciones. Por esta razón, el no tener una conciencia crítica contra quienes gobiernan, así como con los medios de comunicación afines al poder y/o programas políticos (prácticamente todos), también es causa de que una Ley así sea propuesta y aprobada.

Es fácil caer en el pensamiento unidireccional y, más aún, cuando entra en juego ese doble rasero tan manido (en el que no me voy a extender, porque me llevaría una entrada entera), en las defensas de ciertas ideas. Por esta razón, he intentado, por un lado criticar a quienes han impuesto esta nueva Ley de lenguas en Aragón, porque considero que la imposición, venga de donde venga, es negativa; porque atentan contra la riqueza cultural y lingüística de citada Comunidad; encierran las lenguas y a sus hablantes dentro de determinadas fronteras, y se olvidan de las interrelaciones vividas por las Comunidades Autónomas de Aragón y Catalunya, durante los siglos en los que formaron parte de la Corona de Aragón. Por otro, reprender a quienes, desde posicionamientos independentistas, sólo ven ofensas y ataques hacia su “nación” o “país”, cuando realmente es la ciudadanía la que es reprimida y, particularmente, la de su Comunidad vecina; porque encierran las lenguas y a sus hablantes dentro de determinadas fronteras, y se olvidan de las interrelaciones vividas por las Comunidades Autónomas de Aragón y Catalunya, durante los siglos en los que formaron parte de la Corona de Aragón. ¡Vaya, otra coincidencia!

Todo ello, sin que me haya olvidado de que, cierto es, se haya producido un ataque a la lengua catalana. Pero, también, he procurado hacer comprender que las decisiones e intereses políticos son los que están provocando esta situación y que la pasividad, falta de crítica, el no cuestionamiento de la ciudadanía, de los pueblos, de la gente, es lo que retroalimenta estas decisiones y, por lo tanto, se convierte en parte y causa de estas decisiones. Harto me tiene ese doble rasero de quienes defienden determinados posicionamientos político-sociales, pero están en contra de esos mismos posicionamientos político-sociales cuando perjudican a sus intereses.

Pues eso, ¡Qué ya está bien! Ah, y…

Què es vagi a la merda la LAPAO!

Qué se vaiga a la mierda la LAPAPYP!

¡Qué no se vaya a la mierda la LAPOLLA! Que me hace gracia... jejejeje.