miércoles, 14 de diciembre de 2016

El estado de las cosas



Hacía mucho tiempo que no escribía una nueva entrada en ésta, mi querida bitácora. Sin embargo, el otro día, mientras buscaba entre los LPs que ponerme en casa para realizar las tareas del hogar, tomé entre mis manos el que posiblemente fue el segundo vinilo que compré en la mía vida: Kortatu, El Estado de las cosas. Una tontería de reflexión vino a mi cabeza y pensé, entonces, que sería bueno aparecer de nuevo...

Sería (si no me fallan mis cálculos), cuando estudiaba 7º de EGB, el momento en que adquirí este disco. Por aquella época, ya se intuía por donde iban a discurrir mis ideales y, he de reconocer, que poco han cambiado desde entonces. Más bien nada. Eso sí, las lecturas, la adquisición de información, la observación y el transcurrir del día a día, creo que han agrandado mi bagaje cultural y, de tener un pensamiento más panfletario (poco más se me podía pedir con mis 12-13 añitos), considero que ahora poseo un discurso un poquitico más elaborado.

Quien me conoce, sabe que mi manera de expresarme suele ser bestiota, sin medias tintas, como si todo fuese blanco o negro. Sin embargo, realmente, me gusta moverme entre los grises. Y acá viene lo extraño porque, a pesar de que no cambio mi discurso dependiendo de con quien haya conversado, hay un cúmulo de adjetivos totalmente contrapuestos con los que he sido etiquetado a lo largo de estos años. De esta manera, soy: Aragonesista, españolista, valencianista (más bien expresado como "abducido por los valencianos"), comunista, fascista, chavista, radical, rojo, feminista, no-feminista... 

Creo que no abrazar el relativismo cultural sea una de las razones. Quizás sea  porque no me gusta apoyar posicionamientos que devienen de ideas contrarias a mi pensamiento. O quizás porque, como buen mañico, soy cabezota. No lo sé, pero así está el estado de las cosas...