martes, 30 de octubre de 2007

Héroes del Silencio - Hace tiempo



Entre tu mundo y el mío, tan sólo un abismo,
entre tu abismo y el mío, tan sólo un segundo.

Incomunikaos


Creo que no tengo oídos. O es que hay algo que no me comunica, como si no hubiese FM, como si no existiese dial. Quizás es que no comprendo a mi familia, quizás es que ya no tenemos nada en común para hablar. Estamos incomunikaos, nuestros lenguajes difieren en palabras que desconocemos, en excusas que se difuminan en un entresijo de charlatanería.

Yo no sé que hacen en esa casa, si bailar es sano, si la hierba está en su preciso momento para ser ajusticiada por los tacos del mayor espectáculo del mundo. Dame pan y dime circo, hazme inmensamente feliz en mi consciencia perdida. Yo no sé quién logra la fama, que intenso suceso de serial nos depara o si será rubia aquella que se casa.

Hace tiempo que no tenemos nada que decir reunidos en la mesa. La tele me ensaña. Ya no hay libros en tu mesilla, ya no suena fuerte la música en tu danza ensimismada, ya no saltan las fichas en nuestra acalorada disputa. Apago la tele, enciendo mi arca. Estoy incomunikao mientras la gente habla. Enciendes tu tele, apenas palabras.

Hace tiempo que emitimos para toda la galaxia. Y tú y yo y mi hermano gemelo del alma ya apenas tenemos nada. Apagas la tele, y aún no me dices nada. Tú hablas, expones, dictas míseras acusaciones de engañosas visiones. Y yo no te entiendo, cada vez más adentro. Más tarde comprendo, palabras afines de luz ya apagada: tu casa es mi casa.

lunes, 29 de octubre de 2007

Promesas del Este


Domingo, día de cinema. La cita, con Carmen y Cuco. La película: Promesas del Este. De nuevo (hace poco pude ver Una historia de violencia en la tele), me encontraba ante un Cronenberg que ha dejado de lado el cine fantástico. Y, afortunadamente, no me defraudó. La historia, bien llevada. Las actuaciones de los protagonistas, buenísimas. Y la violencia, en su justa medida. Si bien, el final es algo apresurado, me parece correcto que deje la trama tan abierta y, al mismo tiempo, tan cerrada. Otro final, quizás más dado a dejar todo bien cerradito, con una resolución favorable a “los buenos”, más típico al fin y al cabo, habría ensombrecido el resto de la película. Yo no sé si será el súper peliculón del año (como se señala en muchos medios de comunicación), pero sí que tengo claro que me parece una película muy buena que recomiendo visualizar en la pantalla grande.

Lo peor, sin duda, el doblaje. Buuuf, ese acento ruso que ponen a los/as actores/rices es “demasiau pal body”. Si podéis (no como en esta ciudad), verla en V.O.S.E., yo no tendría duda…

domingo, 28 de octubre de 2007

Las 13 Rosas


Marché el Viernes, junto con Sylvia, a ver Las 13 Rosas. Era una película que me apetecía ver y, más, después de descubrir que el guión era de Martínez de Pisón. Así que, en la butaca, esperaba disfrutar de la película…

¡Decepción! Sí, esta película me pareció floja, bastante floja. La dirección de las actrices, sobre todo al principio, es horrible. Así que, a medida que iba avanzando la película, y con la dificultad de poder “meterse” en ella, mi pensamiento volvía a decirme que me encontraba ante otra película sobre la Guerra Civil Española que fracasaba en el intento de hacerlo con algo más que cierta dignidad. Si bien es cierto que va mejorando a medida que avanza el film, la excesiva carga en la música para acentuar los momentos de dolor, la mala dirección de las quillas, y la caída (una vez más), en el uso de la sensiblería, la convierten en una película que deja bastante que desear. Además, y esta vez sí que me jorobó en demasía, me pareció lamentable que las catorce chamaquitas encarceladas (me refiero a las protas), sean todas guapitas de cara, esbelto cuerpecito y bien maqueadas… No sé, un poquito más de credibilidad no habría estado nada mal.

No obstante, considero que hay que verla, puesto que refleja otro de esos funestos episodios que nos ha dejado como legado la dictadura de aquel que tantos aclaman todavía. ¡Buf!

viernes, 26 de octubre de 2007

Cita

Anaïs Nin: "Jamás he conocido el estancamiento. Ni siquiera la introspección ha sido una experiencia tranquila… Incluso en la nada descubro maravillas, y el simple acto de cavar la tierra, no minas de oro, me puede producir entusiasmo. El entusiasmo, el cambio, la expansión están incrustados en mí como la cola sulfurosa de la luciérnaga. ¡Y cómo brilla en la vida nocturna!"


ANAÏS NIN Y HENRY MILLER, Una pasión literaria. Correspondencia (1932 – 1953)

miércoles, 24 de octubre de 2007

Juanes - La vida... es un ratico

Desde Colombia... ¡para toda la Galaxia!: Juanes


Hoy he vuelto a hacer una de melón. Llevaba días esperando que saliese el nuevo disco de Juanes. No tengo un puto chavo; de hecho, creo que el mes que viene no podré ni comer, jajajaja. Pero, ¡qué carajo! Juanes estaba en el estante, esperándome y, yo, fiel a mis preferencias, no podía pasar sin tener este disco en mis manos. Y es que, este cantante forma parte de un momento muy importante de mi vida.

Dulces sueños

¿Por qué carajo llevo corbata?

Bien, esta es una pregunta que, indirectamente, me hacen miles de veces al día. Que si por llamar la atención, que si por moda… Pues no, la gente está muy equivocada. La única y verdadera razón es porque soy un auténtico majadero. Me explico:

Siempre, desde que tuve uso de razón (y desde que no lo tengo también), odié las corbatas. Nunca me había puesto ninguna, incluso si tocaba ponerse traje para algún acontecimiento social que lo requiriese. Mas, un buen día de Halloween (el de hace dos años para ser preciso), me dio por disfrazarme de ET el extraterrestre. Como mi cabeza no rula bien, no podía ser simplemente ET, sino que mi aspecto sería el del extraterrestre cuando lo sacan del armario, todito él disfrazado de mujer. Así que, me puse mi peluca rubia, el sombrero de paja, un pañuelo, una falda, chaleco y… ¡una corbata! Al mirarme en el espejo, quizás por haberla descontextualizado, me atrajo ese nuevo complemento que pendía desde mi cuello.

Disfrazado de ET: gorro de paja, peluca rubia, dedo con la puntita roja, pañuelo, chaleco, falda y... ¡la corbata!

Desde entonces, decidí llevar corbata todos los días. Así soy, memo hasta las orejas; pero, que carajo le voy a hacer si ya no tengo remedio…

lunes, 22 de octubre de 2007

Excursión: Bujaruelo - Ordiso

Domingo. Tocaba una nueva excursión pirenaica. Esta vez era una salida “dominguera”, de esas cuyo itinerario es muy, pero que muy, suave. Vamos, un paseo “para toda la familia”, asequible incluso para aquellos/as que no están acostumbrados a caminar por el monte. Y, como suele ser costumbre, la planificación a última hora: el sábado por la noche.

Bajaba la persiana del Calaveras y Diablitos a las cuatro cuarenta de la madrugada, y la salida era a las ocho y cuarto de la mañana. Caminar sin dormir es bastante cansado y, sin embargo, en lugar de conciliarme rápidamente con el sueño, prefería ir a bañarme en un precioso lago de mansas aguas termales. Así que marché hasta él (o quizás fue su llamada la que me atrajo y me hipnotizó), allá, en un pequeño claro de un frondoso bosque no muy lejano. La luna, de color amarillento, iluminaba gran parte de su superficie. Me desnudé y comencé a nadar dulcemente, oculto, en parte, por aquella característica cortina de vapor que irradia el calor de las aguas en contacto con la fría noche otoñal. Me dejé llevar, accedí a que mi cuerpo sintiese las caricias de las olas propiciadas por el movimiento de los peces, de los juncos, del suave viento que reinaba esa noche en el Valle del Ebro. El lago cada vez proporcionaba más calor, así que decidí profundizar, bucear, dejar que sus aguas arropasen todo mi cuerpo…

Cuco, Carmen, Javier, Jorge y Belén: mis compinches de excursión.

El despertador, estridente en su sonar, acababa con mi escasa hora de sueño. Preparé la mochila con premura y me dirigí a nuestro sitio de encuentro. Con un poco de retraso, Cuquito y yo llegamos a casa de Carmen, donde Belén (y sus tripas revueltas), Javier y Jorge nos dieron un buen recibimiento. El pan, en Lanave y, en Torla, nos vemos. Y allá, en la rotonda, los coches parados, el frío en los cuerpos y quietos, nosotros, los vemos corriendo. Al fin, nos permiten el paso y, en la mesa de avituallamiento, nos dan trozos de plátanos que habían sobrado.

Camping San Nicolás de Bujaruelo, inicio de la excursión.

Desde San Nicolás de Bujaruelo, iniciamos la marcha a ritmo tranquilo. Las pozas nos atraen, pero el frío, presente, merma las ganas de un baño matutino. Los colores, amarillos, rojizos, anaranjados y verdes son un inmenso placer para la vista. Falta humedad, un verde más intenso. Mas es la fecha adecuada y el Otoño se nos presenta, con su majestuosa belleza de cálidos tonos, en su caducifolia existencia.

Refugio de pastores en el Valle de Ordiso. Es la meta, lugar donde comimos y dormimos la siesta.

Ordiso es la meta. Allá, los más rápidos esperamos. Los torsos desnudos reciben y se cargan de la energía del dios Sol. El sonido del agua nos conduce a su orilla, donde la comida saciará nuestro hambriento estado. Relajación sobre las frescas rocas y el sueño que se nos lleva. Marrones y grandes se nos acercan. Quieren su sitio, es obvio, así que decidimos volver a ceder el terreno a aquellas vacas que habían visto perturbada su tranquilidad por nosotros, los fugaces inquilinos.

Estos son los bellos colores que ofrece el Otoño en los bosques caducifolios del Pirineo

De la locura, salen monos y gallinas. Carreras y risas aportan ininteligibles dibujos en mi piel y en la de Cuco. De la calma, salen caminos en los que la reflexión y los pensamientos acompañan los pasos. De la locura, salen pechos desnudos, imaginarios robos de cámaras y vídeos dementes que muestran a Lucho. De la calma, salen planes cinéfilos que cierren el día para alargar nuestra compañía: La flaqueza del bolchevique.

Dibujos realizados sobre nuestra piel. Los trazos están realizados mientras descendemos a la carrera. Es decir, Cuco, mientras corría en el descenso intentaba dibujarse un mono (a la izquierda), y yo, una gallina (a la derecha).

Más imágenes en el space de Carmeneta

lunes, 15 de octubre de 2007

Héroes del Silencio - La Romareda (10 de Octubre de 2007)


La entradica del concierto

Marché al concierto con la sensación de que ya poco pintaba yo allá. Hacía mucho tiempo que no escuchaba a los Héroes, tanto que Avalancha fue un disco que para mí ya pasaría desapercibido. En mi tierna adolescencia, formé parte de esa extensa ola de seres vestidos de negro que, al asistir a un concierto de Héroes, bailaba, cantaba y coreaba cada una de las canciones que estos chamacos ofrecían desde allá arriba, desde el escenario, a una masa totalmente entregada. En esta ocasión, yo era colorido (la camiseta con los tonos de Colombia abrigaba mi “cuerpesito”), y la gente que me rodeaba también. No había casi gente de negro, con sus melenas y sus pañuelos colgando. Al entrar, no como antaño, pensaba que podría estar en cualquier otro concierto. Síntoma de ello es que bajé hasta la lona azul que cubría el césped, mas no marché a primeras filas, como habría hecho por aquel entonces, a agitar mis melenas, a aporrear a cualquier ser que se uniese al enfebrecido baile al que nos entregábamos. En esta ocasión, nos quedábamos al fondo, donde había más espacio. Así que, con esa extraña sensación de “chico, yo voy para recordar viejos tiempos, pero poco más; no sé, tampoco me los voy a perder…”, me encontraba esperando a que iniciase el evento.

De repente, se apagó la luz y empezó a sonar "Song to the Siren". La llama iluminó mi rostro y la pequeña brasa empezaba a agrandarse ante mi vista. Sentí como esa vieja y conocida introducción empezaba a apoderarse de mi cuerpo y, poco a poco, empezaron a erizarse todos los pelos de mi cuerpo. Estaba emocionado, realmente emocionado y, entonces comprendí que iba a disfrutar de este concierto. Miré a Carmen, a Belén, a Carlos, que permanecían detrás de mí en la oscuridad. Ahora, faltaba saber que canción sería la primera… primeros acordes y me vino The Cult a la cabeza (siempre se comparaba esta pieza con otra de este grupo que tanto me gustaba), y “El estanque” no para de crecer… Y yo cantaba, me sabía la canción enterita, como si la hubiese seguido escuchando durante todos estos años. Agité los brazos, me abracé a Carmen, me dirigí a Belén agitando los brazos e incluso sonreí al recién conocido Carlos, tan sólo para hacerles partícipes de mi alegría. Estaba feliz de estar allí, con ellas, volviendo a presenciar un concierto de Héroes del Silencio, quienes pronto, muy pronto, me llevarían a nadar “Mar adentro” y no poder salir.

Bueno, un intento de que se vea el escenario

Las canciones seguían atrapándome, no se con qué pincheputa orden; pero, ahí, yo seguía con la única opción posible: se baila o se muere. Cantaba, coreaba y bailaba sin descanso hasta alcanzar la máxima felicidad, y es que no encuentro palabras para decirlo, o bueno, quizás sí: prefiero explotar de tanto alcohol, con tu jarabe de “Flor venenosa” y vender a una madre por otra copa. Tan sólo déjame estar un momento a solas…. Sí, sí, esta era mi canción y lo seguía siendo. Ya sólo me quedaba hacer una “Apuesta por el Rock’n’Roll” con Más birras en la mente o poder apreciar que, en la emblemática canción, en sus ojos apagados, hay un eterno castigo. El “Héroe de Leyenda”, pertenece al sueño de un destinoSeguramente, habían sonado ya la maravillosa “La Sirena varada”, también “Bendecida” o, quizás “Nuestros nombres”; incluso, y aunque tampoco sé en que punto sonó, sí fui consciente de que yo ya no puedo dormir con esa lágrimas goteando encima de mí. Y cuántos temas me dejaré…

Tenía que mear. Marchamos al baño Carmencita, Carlos y yo. La coherencia (parecía mentira), estaba en el baño de los chicos: que las quillas meen en él, que para algo hay puertas para las tazas. Nosotros tenemos los urinarios de pared… Había un punto de unión: la rapidez para perderse la mínima parte del concierto. Pero, la desgracia sonaba a los lejos y ya no sabía que hacer, me encontrabaEntre dos Tierras”, allá, en la puerta de los baños, esperando, hasta que salió Carmencita. Veloces, nos dirigimos de nuevo hacia es césped azulado. Bunbury corría de lado a lado del escenario en el momento en que mejor vi el concierto en toda la noche, subido en las escaleras. De nuevo, la lona, de nuevo Belencita y yo que había oído que la noche es toda magia, y que un duende te invita a soñar

Pero ¿Qué carajo hago? Me olvidé de lo maravilloso que era encontrarse en las proyecciones a ciertos demonios orientales, a dioses de la cultura precolombina, a la danzarina Shiva… Al igual que en los monitores, donde también aparecían los Héroes subiendo, bajando, poniéndose a la misma altura. El escenario, sus imágenes, su juego de luces, todo en su conjunto era delicioso visualmente. De ahí que, mi definición del concierto sea la de bonito, sí, bonito. Hasta llegar a ser sublime en belleza cuando empezaba a sonar “La chispa adecuada”, momento en que el Estadio de la Romareda, totalmente a oscuras, empezaba a iluminarse por todos lados. Mecheros y celulares empezaron a formar un pequeño universo estrellado en cuyo centro nos encontrábamos Carmen, Belén, Carlos y yo. ¡Que momento más precioso, de verdad!

La cuenta atrás de “Iberia sumergida” hipnotizaba y la “Avalancha” sonó acompañada por el júbilo del público (hasta yo la canté, jejejeje). Los Héroes nos habían regalado un “Tesoro” con el que teñir de color sangre mis sueños, nos habían enseñado una nueva “Oración”, hasta el punto que comprendí que no tuviera “Malas intenciones”, que yo no quisiera utilizar tus intenciones y, quisiera no pensar más de un segundo en ti.

Llegado a este punto, se que no habré reseñado alguna canción; pero, me da igual porque entre los sentimientos “El mar no cesa”, y lo importante es transmitir, no enumerar. El concierto llegaba a su fin, no sé con qué puñetera canción, y es que Scotty y yo, en ese punto, echamos de menos la “Decadencia”, sí, esa que está prohibida en tu mente y que, quizás, debiera haber cerrado el concierto. Pero, vaya, el escenario quedo mudo, las luces se encendieron y la nostalgia volvía a invadirnos. Tomé el celular y quise compartir la emoción con alguien que sé que estuvo disfrutando, allá en las gradas (o al menos esa era su inicial intención), cantando y coreando y, seguramente, también con los pelos erizados: mi tato. Mas el teléfono no dio señal y me quedé con las ganas. Tenía que expresarle mi satisfacción y decirle, tal y como él había señalado en, Otras Curvaturas que sí, que tenía razón, que: “la banda más grande de España de todos los tiempos es de aquí de Zaragoza, que se enteren algunos mañicos cabezudos que no ven en lo nuestro lo que desde fuera si”.

Carlos, Belén, Carmencita y yo. ¡Se nota la alegría!

Los fuegos artificiales fueron el punto y final. Carmencita, Belén y yo, bajamos con el coche de Carlos a l’Albada. Una cervecita y la despedida. Yo necesitaba bailar. Mis pasos me llevaban al Calaveras; mi mente a la noche vivida y a la satisfacción de con quien había sido compartida. Gracias mis lindas quillas.

Quizás fuera un error. Cúrame esta herida, por favor.

*Canciones (y parte de sus letras), de Héroes del Silencio

Fotografías extraídas del space de Carmeneta

Cuidando a la Pachamama

Por fin (y no porque me lo haya pasado mal, sino todo lo contrario), han terminado las Fiestas del Pilar, así que he comenzado de nuevo a intentar solucionar mà vie, esa de la que siempre hablo como caos... Una vida que se resolvería, seguramente, si me acoplase a la manera en que "se nos impone" vivir, de comportarse, desde esta economía neoliberal que domina le monde.

"déjenme respirar, tirar pa'lante
déjenme respirar..."*

Pues bien, me levanté y, tras el desayuno y el aseo pertinente, cogí mi velocípedo y comencé a pedalear por las calles de la urbe. Esta vez, no llevaba los cascos: había que cargar el Ipod para poder disfrutar de El Bicho VII. Así que, mientras marchaba por las avenidas, un horrible ruido no paraba de atornillar mis pequeños oídos. Coches, autobuses, camiones... poblaban mi alrededor con el ensordecedor ruido del motor en funcionamiento. Las grisáceas fachadas de los edificios, dejaban constancia ante mis ojos de la contaminación que día tras día sale sigilosa por los tubos de escape. Ruido, olor, color... y mi garganta irritada pidiendo un remanso de paz ante un picor que se iba agrandando. Y yo, en mi bici, sin hacer ruido, sin contaminar, sin darle color a las casas que, bien limpitas, darían mayor luz a la ciudad.

Llegué a mi destino. Allá, un documento: -"¿Quieres un sobre?" Y, así, automáticamente, sin pensarlo digo con seguridad: "No, que así gastamos menos papel ¿no?" - "Pues sí, tienes toda la razón"

Volví a salir, volví a rodar entre las excesivas máquinas de automoción. De repente, por la Avenida de la Independencia, me vino la cita de GAO XINGJIAN en La Montaña del alma:

"¡Joven, no es la naturaleza la que causa espanto, sino el propio hombre! Te bastará con familiarizarte con la naturaleza y ella se acercará a ti. El hombre, si es inteligente, por supuesto, es capaz de inventarlo todo, desde las calumnias hasta los bebés probeta, pero al mismo tiempo extermina a diario dos o tres especies en el mundo. Este es el gran autoengaño de los hombres."

¡El coche, carajo, el coche! Joder, si se usase con cabeza, anda que no cambiaría la cosa. Y yo en mi bici, sin ese sobre, pedaleando, empecé a sonreír. Al menos, yo hacía algo, aunque fuese sólo aportar un pequeño grano de arena. Pensé que así cuidaba a mi querida Pachamama y Ella, al observarme, me lo agradecería dejándome subir a otro pico y, desde allá, mirar lo bonita que es. Al tiempo, empezaría a sentir cómo me abraza, cómo me toma entre sus manos y, en silencio, me dice "sigue aportando, porque cada granito ayuda a que me siga manteniendo bella"

*Fragmento de De respirar, de El Bicho VII

martes, 9 de octubre de 2007

Cita

Henry Miller: "Te diré una cosa: si hay que elegir entre hacer un trabajo en el que uno no cree y dormir en el suelo en casa de los amigos, yo elijo esto último".
ANAÏS NIN Y HENRY MILLER, Una pasión literaria. Correspondencia (1932 – 1953)

"Todas nuestras humillaciones provienen de que no podemos resolvernos a morir de hambre. Pagamos cara esa cobardía. ¡Vivir en función de los hombres, sin vocación de mendigo! ¡Rebajarse ante esos macacos encorbatados, suertudos, infatuados!; ¡estar a merced de esas caricaturas, indignas hasta de desprecio! La vergüenza de tener que solicitar algo, sea lo que sea, excita el deseo de aniquilar este planeta, con sus jerarquías y las degradaciones que comporta. La sociedad no es un mal sino un desastre; ¡qué estúpido milagro que pueda vivirse en ella!"
E. M. CIORAM, Breviario de podredumbre

lunes, 8 de octubre de 2007

La historia de mi coche


La ventanilla reventada, la puerta doblada, el rediocasette robado... Y los cristales, por dentro, pinchando. Así que hoy toca: la historia de mi carro.


Los extraños sucesos acaecidos con respecto a mi coche, son, como no, un purito reflejo del desarrollo vital de este ser que escribe. Ya lo conté por acá, pero hoy lo hago con más datos: Fue hace dos años cuando me propusieron un formidable trabajo. Era en WALCA, allá al ladito de Huesca, así que tenía la necesidad imperiosa de hacerme con un car. El puesto, cojonutto: administrador de una página Web. Así que empecé la búsqueda de un automóvil que me llevase hasta el currelere rumbero. Al final, lo encontré: Un fenomenal y maquinero Peugeot 306. Pues bien, el trabajo comenzaba el Lunes, día en que quedaba con “mi jefe” para ir hasta allá y ver la oficina donde pasaría, como mínimo, mis siete siguientes meses. Así que el Viernes (ya no podía demorar más su compra), fui al taller, lo cogí, lo pagué… y me fui a buscar a Javi, quien tenía que trasladar no sé que obras.

Para aparcar estaba chungo, así que lo dejé en la chimenea, ya que habíamos quedado al ladito con la Conchi. Puente de Santiago. Llamada al celular de “mi jefe”. Será para quedar ya a alguna hora, pense yo…

-“Christian, tengo malas noticias… No te podemos dar el puesto de trabajo”

-“¿Qué? ¿Cómo? Pero si me acabo de comprar un coche…”

-“Vaya, lo siento. Ya sabes que eras el elegido para el puesto, pero la beca de la U.E. no nos la han concedido todavía y…”

Nada, que el tipo se había apresurado, y yo me quedaba sin un chavo en la cuenta, con un coche que no necesitaba y con el culo al aire. Ala ¿Y que coño hago ahora yo con mi coche? Pues nada, aquí se quedará, porque si lo vendo seguro que me llaman para un curro que necesite el car. Así que el coche permaneció parado muuuucho tiempo.

Llegó el día de pasar la ITV. –“Conchi, tía, llévalo tú, que yo te acompaño, que hace tres años que no cojo un coche” (a excepción del día de la compra de éste). Obviamente, no arranca, como es lógico. No tiene na’ de batería el pincheputa. Así que, con las pinzas de Ramón, lo arrancamos y decidimos dar un rulo de más de media hora. Tras casi cuarenta minutos, paramos en una gasolinera para tanquear el súper coche de la muerte. Echamos la gasofa y… ¡No arranca! Afortunadamente una quilla (a quien casualmente conocía), nos deja poner las pinzas en su batería y podemos ponerlo en marcha. Temblores, un ruido infernal… ¿Qué coño pasa ahora? Pues nada, vamos al taller que hay allá. ¡La puta rueda! ¡Pinchada! ¡No jodas, hueputa! Pues nada, a cambiar la rueda. Y de nuevo, pincitas a la batería.

-“Perdona, ¿si damos un rulo de unos cuarenta minutos arrancará luego?” –Pregunto al amable mecanico del swing.

-“Sí, sin problema”

-“¿Seguro? ¿Estás seguro?”

-“Sí, sí, arrancaréis sin problema”

Rulo de cuarenta minutos. Estamos enfrente de la ITV. Decidimos para el motor y ver si de verdad se pone en marcha, ya que no nos apetece que nos pueda dejar tirados en medio de la ITV. Apaga el automóvil y… ¡Estamos chingados! ¡No, no arranca! ¡No puede ser! Ala, a poner las pinzas otra vez… De nuevo, al mismo taller. Compro una batería, así que supongo que ya no nos dará más problemas. Y, efectivamente, pasamos la ITV a la primera. Nada, pasar la ITV sólo ha supuesto casi dos horas de rulos por la carretera, poner gasolina, cambiar una rueda pinchada no sé sabe dónde, “enchufar” la batería cuatro veces, comprar una nueva… Vamos, seis horas desde que llegamos al coche en casa de la mía mamma hasta que pasamos la ITV ¡Bien! Así me gustan las cosas, sencillitas… Claro, por supuesto, al trabajo llegué tarde.

Bien, después de este cúmulo de despropósitos, mi inexistente tiempo libre, así como la ubicación de la escuela y de mi casa, hacían que yo no pudiera coger el coche ni un puto día. Menos mal que la Conchi sí podía hacer uso y la batería no volvería a descargarse.

La puerta doblada el día que marchábamos a Biescas y mi primer viaje con el coche ya quedaron reflejados por alguna parte de esta absurda Bitácora. Así que, para que volver a contar esas desventuras vividas…

Dos años más tarde de su compra, por fin iba a hacer uso del car. ¡Ya era hora! El Jueves empecé mi nuevo curro: Animador de la Casa de Juventud de Peñaflor, barrio que como todos/as sabéis está a unos doce kilómetros de Zaraguaya. Así que, por fin, iba a darle un uso a mi bólido súper sónico. El Jueves, felizmente y con el reggae sonando a todo trapo, mi pequeño coche y yo hicimos el recorrido sin ningún acontecimiento extraño. Mas, la fortuna volvía a hacerme una mala jugada y el Viernes volvía a desencadenarse una nueva fatalidad. Puerta doblada, cristal roto, radiocasette robado… De nuevo a denunciar, y el cochecito al taller. Así que, justo en el momento que tengo que usarlo, me quedo sin él ¡Hay que joderse, pincheputas! No, lo mío no es normal…

Pero eso no es todo… Ayer me voy de propio a cargar mi tarjeta para el autobús y ¡tachán! La puñetera máquina estropeada. Ala, a pagar con calderilla… ¡No podía haberse estropeado otro día la jodía!

Esta es la historia de mi coche, un pequeño fragmento y ejemplo de cómo es la historia de mi vida. Una tras otra, una tras otra… así, girando, sin parar, sin descanso. La vida que gira, se retuerce, se arremolina en un endiablado movimiento y yo, allí, en medio, resistiendo y riendo. Bueno, y bailando ese ritmo sabrosón que sonó en el malecón.

Fin

Still Life - Naturaleza muerta


Madrid no sólo nos ofertó la risueña velada de Death Proff. Al día siguiente fuimos a ver, de nuevo en V.O.S.E., Naturaleza Muerta, una película china que fue galardonada con el León de Oro en Venecia. El ritmo, lento, de ese sosegado que quieres que se rompa en cualquier momento; pero, no, no se rompe y sigue, y sigue, así, lento, calmado… Mas, a veces quedaba perplejo por los extraños sucesos que va introduciendo el director y que, por extraño que parezca, no aportan nada al deambular de las historias: véase la escena de los fumigadores, la del OVNI, la del edificio que despega, los actores de teatro jugando a la gameboy… ¡Surrealismo es poco, pinchegüeis! Y lo mismo ocurre con algunos encuadres que quedan fijos para mostrarnos un mínimo detalle que, aparentemente, tampoco aportan ningún dato importante para la continuidad de la película.

Mientras estaba en la sala, la sensación era la de una película extraña, con una forma de ver y contar las cosas algo alejada de nuestra percepción habitual en las películas occidentales. Y es que, claro está, oriente y occidente tienen conceptos diferenciales en el arte y, por tanto, en el cine. Así que no sabía muy bien si me estaba gustando o no…

Al terminar, Javi me preguntó: -“¿Qué te ha parecido?”

-“No sé, primero tengo que asimilarla”

Así que salimos a la calle. Decidimos que estaría bien caminar. Y, a medida que avanzaba, mi percepción empezaba a mostrarme una opinión más clara de esta película que nos enseñaba “otra” China, aquella de los grandes contrastes entre la pobreza y la opulencia, aquella de los pueblos o ciudades en que se nos muestra la miseria, mientras China parece despegar económicamente. Y mientras, como las personas, como los sentimientos humanos, el entorno se desmorona. Sí, me había gustado, había merecido la pena verla.

Conciertito: Kiko Veneno y Muchachito Bombo Infierno

En principio, el día previo a las Fiestas del Pilar, estaba planificado para ir a ver a Peret, el rey de la rumba; sin embargo, el Jueves me dieron la sorprendente noticia: Muchachito y Kiko gratis en Valdespartera. Bueno, bueno, creo que había que cambiar de plan. Kikito de nuevo ante mis ojos ¡Bien!

Belén y yo, nos dirigimos a buscar a Cuco, quien, con su coche, nos llevaría hasta el recinto ferial. El tinglado allá montado es brutal. La verdad es que se lo han currado, Primero, tocaba Tuco Requena, con quien comenzaron los primeros bailes. Poco a poco la emoción iba invadiendo mi cuerpo: Kiko ya fluía por mis venas. Y allá estaba él, con su Veneno, con todo su arte, tocando la guitarra amigo mío… Y yo exhausto, cantando, bailando, disfrutando cada segundo que estaba pasando en esa carpa. Y llegó Joselito, con su voz de oro y to’, y se cayó el pabellón. Kiko nos había calentado, nos había dejado totalmente entregados. El puto amo nos había hechizado…

Y así, en ese estado en que nos encontrábamos, salió Muchachito con su descarga guitarrera. A mi lado Guti, Cesarín, Sandra, Bea, Martita (¡esa quillita linda de clase!), Lidia (que por fin había llegado), Cuco, Belén… Pero ya me daba igual, yo estaba en mi enfebrecido mundo de baile. Ya no podíamos parar, el ritmo nos había sometido, y nosotros no sólo nos dejábamos llevar, sino que animamos, todavía más (si es que es posible), semejante evento. Qué mala suerte la mía, el Boogaloo sonaba con fuerza, y no sólo desde el escenario… ¡Ese César! ¡Pim, pam, fuera!

¡Conciertazo de lujo!

miércoles, 3 de octubre de 2007

... y volveré caminando

Ya no me acordaba de lo que significa viajar en autobús y tener que esperar más de 15 minutos en una estación decente. C’est à dire, no marchar rápidamente, de un sitio a otro en el que no hay estación o, simplemente, no era una de esas que poblaban nuestra ciudad: pequeños garajes dispersos y desvencijados gobernados por el caos. Y es que, otra puta vez, la Policía Nacional volvía a pedirme el DNI. Buf, ¡me tienen hasta los mismísimos cojones! ¿Pero qué carajo les pasa conmigo? ¿Será que piensan que escondo una peligrosísima arma debajo de mi corbata? Sí, cuando iba a ver a Cheewie, en todos los viajes que hice, y repito ¡en todos!, en una estación u otra, me pedían el DNI. Si no era en Teruel, tocaba en Valencia o Alicante. Y, al final, acaba cansando. Incluso, en aquella época, cuando marchamos a Roma, nada más pisar el aeropuerto, me pararon y, de todos/as los/as que íbamos, sólo a mí me pidieron la documentación. El Lunes, fui al aseo y al salir, allá estaban, a lo lejos, de azul inmaculado. Nada más verlos lo supe: Otra vez… me van a pedir la documentación… buuuuf, que pesados. Y, efectivamente, me pararon. Puedo decir que sigo poseyendo el 100 % de viajero inspeccionado en su documentación.

Allá estaba, de pie, entre hierros fundidos, retorcidos, apelmazados, mirando en derredor. Las personas, sin piernas, sin caras, sin bazo, empezaban a levantarse y se dirigían lentamente hacia mí. Entonces, me abrazaron y sentí un cierto consuelo. Al principio, estaba aterrado; pero, a medida que transcurría el tiempo iba notando la sensación de alivio al saber que, de hecho, no estaba viajando en un tren que era el mío. Me encontraba seguro, me encontraba impertérrito, a pesar del accidente sucedido. Miré a mi alrededor, el tren descarrilado. No muy lejana, la carretera, una casa, una tinaja y un cubano exiliado por llevar bigote alisado. El arcén era ancho, así que no corría peligro de ser atropellado.

Como comenté, estaba leyendo a Henry y a Anaïs. Ya, en el bus de regreso, terminé su correspondencia. Su lectura, invitaba a reflexionar. Al bajar del autocar, al caminar, empecé a comprenderlo: a mí me sucedería lo mismo. No, ya estaba seguro, ya era un ser etéreo, sin carne, sin huesos. Tan sólo una imagen, un recuerdo permanente, un ser que había visto cómo las manos, primero, y el resto del cuerpo, después, había ido desapareciendo. Quizás era lo que faltaba, asumirlo, saber que como un humo sin color, como esa estrella que desaparece al salir el Sol, nunca más volvería a existir. Allí comprendí que, como Henry y Anaïs, nunca volveríamos a vernos, que por diferentes razones no podríamos volver a encontrarnos. Quizás, seguiremos así, perteneciendo a una memoria que con el tiempo nos ira distorsionando, nos irá modelando a nuestro antojo para mantener viva la mejor imagen posible del otro. Fantasmas que nunca quisieron desaparecer, pero que el tiempo les llevó a ese Limbo ya inexistente.

En la última carta incluida, Anaïs escribe: “Para dejárselos leer a Maxwell Geismar tuve que reabrir los Diarios. El Henry que emergió de ellos es maravilloso, y el retrato es tan estable que oculta la última fase sombría de nuestra relación, de nuestra desintegración […] Por fin te veo claramente, sin distorsiones, y eso me hace escribirte por vez primera sin la afectación debida al temple de la visión personal. Probablemente si entonces hubiera tenido el sentido del humor que tengo hoy y tú las cualidades que hoy tienes, nada se habría deshecho”. Que pena que se diese cuenta tan tarde ¿no?

Los hierros se entremezclaban con la gente, con personas que, a pesar del peso que soportaban, habían decidido seguir caminando a mi lado. Me ofrecían de todo, y yo de nada quería. Al revés, sentía que aún no habían comprendido que, aunque yo era el afectado, había salido casi ileso del desmoronamiento. Sí, había sido un terrible accidente, pero me aferré a los asientos para salir casi intacto. Rasguños, dolor de un partido brazo, sabía que cesarían al rato. Lo único que dolía era saber que mi tren, una vez más, vendrá de nuevo con retraso.

La lluvia en los cristales me recuerda al estucado de las paredes. Aún así, prefiero la lluvia, pues deja ver más allá. La pared cierra, oculta y, al frotarla, desgarra. Las gotas, quizás distorsionen, pero dejan ver, Y si las tocas, no rasgan, refrescan y, además, llegarán al suelo para dar vida. Si las lágrimas fueran como la lluvia, ahora mismito me echaría a llorar y regaría al mundo entero para darle más vida, incluso aunque yo me ahogase en el continuado llanto de Sol y de Luna.

Me desnudo y camino por la calle aireando mis cojones. La gente se extraña y me mira, no sé si por asco, por escándalo o porque les gusta vérmelos colgando. Algunos/as sonríen y me dan la mano; otros/as, me llamarán mal educado, grosero, incluso hijo bastardo de la parturienta del carrito de helados. A unos y a otros les agito la mano, les sonrío, y con una mueca satisfacción les digo a grito pelado: “Buenos días, paisanos”.

Caminaba por la calle y se me han acercado dos tipos de esos que visten de negro y blanco y, en su pecho, en el lado izquierdo, una placa aludiendo a Jesucristo. Estaba de humor así que ante su llamada me he parado:

–“¿Qué escuchas?”

–“¿Yo? ¡Ah!, un grupo argentino” [se trataba de Karamelo Santo].

–“¿Eres argentino?”

-“No, que va, yo nací aquí”

-“Nosotros somos de Estados Unidos. Yo soy ¿? Y él ¿? 2, el regreso”

-“Yo soy Christian. Encantado”

Así que nos damos la mano, nos seguimos mirando: el apuntito de seguir hablando; yo, esperando su comienzo de enajenación

-“Mira, nosotros creemos en Dios… ¿Tú eres creyente?”

-“Sí, pero yo soy politeísta convencido”

-“Perdona. No te he entendido”

-“Pues que tengo muchos dioses…”

-“Ah, polideisda” Y mira al otro para cerciorarse de que se entera de algo.

-“Has dicho convencido… ¿Quién te convenció?”

-“Yo mismo” Y, al decir esto, me sentí tan a gusto… Sí, yo mismo, yo solito, sin que nadie me tuviese que guiar por ningún camino espiritual. Sí, condicionado por mis lecturas, las películas visionadas, por el mismísimo día a día; pero, no guiado, no convencido por ningún discurso vacío de perfección, Verdad eterna, ni salvación.

-“Pues nosotros estamos llevando el amor de Dios. ¿Sabes que Dios ama?”

-“Bueno, me parece muy bien que haya gente a la que Dios ama; pero, también que haya gente a la que no, y yo estoy entre esos. Así que, la verdad, no me interesa ese amor que me vais a proponer. De todas maneras, ha sido un placer conoceros. Espero que os vaya muy bien…”

-“Gracias, igualmente”

Nos damos la mano y, poco a poco, nos vamos alejando. Vuelvo a escuchar Karamelo Santo y decido que hoy seré argentino. Que pena no haber estado en Potes, y que alegría que Vir se acordase de mí ese día…

Gracias, quilla

martes, 2 de octubre de 2007

Death Proof


Ayer fuimos a ver la última película de Tarantino. La fortuna hace que pueda verla en V.O.S.E. Es lo que tiene estar en una ciudad donde las salas todavía mantienen un cierto respeto por el espectador, no como en la patética (culturalmente hablando), ciudad en la que habito.

Ciertamente, esta película es una majadería, una gran gilipollez. Y sin embargo, me gusta. Es un film hilarante, con diálogos ridículios de “quinceañeras” sexualmente activas (sobre todo en la primera parte), amantes del cine más casposo de la serie B, de ese de coches que se persiguen y tienen toda clase de accidentes (para la segunda parte, en la que los diálogos mejoran notablemente). Es una película, como es habitual en Tarantino, llena de guiños a sus films favoritos, e incluso a su propia filmografía.

Yo la considero totalmente prescindible, una película en que Tarantino lo único que ha querido es divertirse y homenajear a aquellas películas que le han fascinado. Y sin embargo, creo que no hay que perdérsela, porque, al igual que el director se divirtió al filmarla, entretiene totalmente al espectador. Sí, divierte, engancha, y la sigues con interés. Pasas de la risa al suspense, a la intranquilidad, en un segundo, un gran mérito que consigue en una película que sorprende por su carácter lineal, y no fragmentado en el tiempo.

Como siempre, la banda sonora es buenísima. Este quillo tiene una música cojonutta, jejeje.

En definitiva: una grandiosa gilipollez que no te puedes perder.

Otro día marcharé a pie...

Me vine a Madrid a iniciar un nuevo viaje, mas veo que es imposible salir de la espiral de frenesí que acompaña mis días. Agotado, deambulo por las calles con la mirada perdida. Siempre sonrío, siempre me divierto, siempre tomo la vida como si fuese tequila: con gusto, relamiéndome. Sin embargo, tenía ganas de iniciar un nuevo viaje, uno de esos que no varían tu concepto de la vida, sino que simplemente te hacen pasar de la playa a la montaña de golpe, sin transición alguna. Y, jódelo, mis diosecillos han vuelto a chingarme pero bien. Una noticia inesperada destrozó el tren en el que viajaba. Ahora, a mi alrededor veo muertos, heridos, maletas desperdigadas que se mezclan con las hierbas, las flores y las tripas de los pasajeros que, inocentemente, descansaban en sus asientos. Y allá estoy, de pie, rodeado de toda esa masa informe de miseria y destrucción. Me quedé en el mismo paraje, sabiendo que el nuevo tren que ha de recogerme seguramente vendrá con retraso.

Acá, estoy trabajando. Ya sólo me quedan dos fotomontajes. En los momentos de descanso, tomo esa apasionada correspondecia que mantuvieron mis dos escritores/as endiosados/as: Henry Miller y Anaïs Nin. Y, carajo, me trae a la mente esas cartas que tan apasionadamente escribía (y leía), yo a altas horas de la noche en mi ordenador. Cómo la pasión fluía por mis dedos, cómo estos reflejaban sin mesura todo aquello que no quería que se llevara el viento. Así que, sin duda, ahora que tendré más tiempo, las palabras volverán, aunque en otro formato, a tomar posesión de mis entrañas. Sí, retomaré el libro que quedó poco a poco en el casi olvido y allá machacaré sin descanso no sólo a mi infancia sino a mi mente alocada. Intentaré enfermar de literatura y así tendré la excusa de poder reir o llorar sin declararme totalmente dadaísta.

Dadá: El primer sonido que dice el niño expresa el primitivismo, el empezar desde cero, lo que nuestro arte tiene de nuevo. Mas, quizás, tan sólo será lo que entienda la gente en cada uno de mis devaneos expuestos: Sí, sí.

Me vine a Madrid a iniciar un nuevo viaje, mas veo que es imposible salir de la espiral de frenesí que acompaña mis días. Mañana, de nuevo a Zaraguaya... bon voyage!