lunes, 23 de junio de 2014

¿Pedir disculpas por ayudar?

Durante esta semana, tengo a Frida (la perrita de la mía mamma), a mis cuidados. Eso lleva consigo darle de comer, cepillarla, darle la pastillica y, entre otras cosas, sacarla a pasear, hecho éste que me ha llevado a vivir un curioso momento.

No conocedor de la multitud de tipos de collares, el que posee Frida es de esos que no se llevan sólo alrededor del cuello, sino que sus correas recorren parte del pecho y la lomera. Así que, hasta hoy, lo he puesto como yo pensaba que era la manera adecuada; mas, siempre mirando hacia la comodidad de la perrita. Esta tarde, al salir a dar una vuelta, al rato de estar en la calle, ha salido un hombre de un portal y, nada más observarnos me ha dicho:

- "Creo que lleva mal puesto el collar".

Me he detenido, me he fijado y, efectivamente, una de las correas de las patas no estaba en su sitio. Así que he procedido a quitarle y ponerle el collar como, hasta hoy, pensaba que era la manera adecuada de hacerlo.

Al tiempo que llevaba a cabo la operación, agradecía al hombre que me hubiera avisado. Sin embargo, él, mientras se alejaba, pronunciaba:

- "Y perdona, si he..."
- "Muchas gracias. Yo creo que ya está". Me anticipaba al final de sus palabras. - "Muchas gracias"

No obstante, mis conocimientos para una buena colocación del collar eran erróneos.

- "Uy, creo que lo has vuelto a poner mal. Mira, yo tengo una perra que tiene un collar igual y voy a enseñarte cómo se pone"

Así que se ha acercado a Frida, ha tomado el collar entre sus manos y, mientras me explicaba los pasos a seguir, colocaba el collar de manera idónea. Yo, concentrado, escuchaba y miraba atento a la explicación. ¡Guau! ¡Ahora sí que estaba bien puesto!

Volví a darle las gracias y, sin embargo, de nuevo volvía a escuchar:

- "Oye, perdona por haber..."
- "Pero, no, muchísimas gracias. Gracias por haberme enseñado..."

Y, entretanto, él se alejaba pidiendo perdón.

Me he dado la vuelta y me he quedado reflexionando. ¿Me estaba pidiendo perdón por haberme ayudado? No lograba comprender una situación así, en la que una persona sintiese que tenía que pedir disculpas por haberse parado amablemente y haberme explicado como corregir algo que yo estaba haciendo mal y que, además, iba en beneficio y comodidad de Frida. No, no podía concebirlo.

Me ha llevado a pensar que estamos en un momento en que gran parte de la sociedad vive de una manera excesivamente individualizada y poco acostumbrada a relacionarse, aunque sea con un simple hola, con personas desconocidas. Por esta razón, el hecho de advertir a alguien, de aconsejar o de ayudar, se aprecia como una especie de intromisión, de descaro, de atrevimiento, acto que, consecuentemente, ha de llevar consigo una petición de disculpa. Es extraño pensar que la acción de aconsejar para buscar el beneficio de otra persona se convierta en una situación de culpabilidad. ¡No lo entiendo!

Y me jode que el mundo sea así...

PS. Ahorita mismo, me voy a pasear con Fridita y le voy a poner bien el collar. ¡Gracias amable señor!

jueves, 12 de junio de 2014

Kid Congo and The Pink Monkey Birds en Wah Wah Club


El Martes tuve la suerte de presenciar el concierto de Kid Congo and The Pink Monkey Birds en el Wah Wah Club. A pesar de que, en la entrada marcaba a las 22.00 horas, no empezaría hasta las 23.00, algo ya previsible y que debe de ser la tónica en estos lares... Es algo que habrá que averiguar.

Pedí una cerveza y me situé cerca del escenario, esperando con ganas que saliera la banda. A los pocos minutos, subieron al escenario y empezaron a tocar. Supe, entonces, que este concierto sería como una bomba de relojería. Un preciso mecanismo que, en algún momento de la noche, va a estallar cuya onda expansiva alcanzará a absolutamente toda la sala sin ningún tipo de concesión.

Así fue. Comenzaron con los sonidos más fantasmales, más cercanos a la psicodelia, envolviendo al personal en un ambiente que atrapa y que, sin lugar a dudas, está con ganas de recibir más. Poco a poco, el sonido más garagero, más rockero, alimentado de esa mágica densidad del fuzz, fue invadiendo la sala, hasta alcanzar ese ritmo frenético que lleva al personal a entrar, incluso sin quererlo, en el baile de San Vito. Allá, había explotado la bomba y no había manera de parar sus perniciosos efectos de júbilo y desenfreno bailongo.

Sólo la despedida, pareció volvernos a la realidad. Mas, poco tardaron en volver al escenario y ofrecernos los bises, amplificando, todavía más si es que se puede, el impacto sonoro que estábamos recibiendo a través de una nueva arma que guardaban en la recámara: un LSDC de potencia abrumadora que parecía cerrar el concierto. Afortunadamente, volvieron a salir y nos ofrecieron otros dos temas que, sin embargo, aún dejaron con ganas de más...