Por fin (y no porque me lo haya pasado mal, sino todo lo contrario), han terminado las Fiestas del Pilar, así que he comenzado de nuevo a intentar solucionar mà vie, esa de la que siempre hablo como caos... Una vida que se resolvería, seguramente, si me acoplase a la manera en que "se nos impone" vivir, de comportarse, desde esta economía neoliberal que domina le monde.
"déjenme respirar, tirar pa'lante
déjenme respirar..."*
Pues bien, me levanté y, tras el desayuno y el aseo pertinente, cogí mi velocípedo y comencé a pedalear por las calles de la urbe. Esta vez, no llevaba los cascos: había que cargar el Ipod para poder disfrutar de El Bicho VII. Así que, mientras marchaba por las avenidas, un horrible ruido no paraba de atornillar mis pequeños oídos. Coches, autobuses, camiones... poblaban mi alrededor con el ensordecedor ruido del motor en funcionamiento. Las grisáceas fachadas de los edificios, dejaban constancia ante mis ojos de la contaminación que día tras día sale sigilosa por los tubos de escape. Ruido, olor, color... y mi garganta irritada pidiendo un remanso de paz ante un picor que se iba agrandando. Y yo, en mi bici, sin hacer ruido, sin contaminar, sin darle color a las casas que, bien limpitas, darían mayor luz a la ciudad.
Llegué a mi destino. Allá, un documento: -"¿Quieres un sobre?" Y, así, automáticamente, sin pensarlo digo con seguridad: "No, que así gastamos menos papel ¿no?" - "Pues sí, tienes toda la razón"
Volví a salir, volví a rodar entre las excesivas máquinas de automoción. De repente, por la Avenida de la Independencia, me vino la cita de GAO XINGJIAN en La Montaña del alma:
"déjenme respirar, tirar pa'lante
déjenme respirar..."*
Pues bien, me levanté y, tras el desayuno y el aseo pertinente, cogí mi velocípedo y comencé a pedalear por las calles de la urbe. Esta vez, no llevaba los cascos: había que cargar el Ipod para poder disfrutar de El Bicho VII. Así que, mientras marchaba por las avenidas, un horrible ruido no paraba de atornillar mis pequeños oídos. Coches, autobuses, camiones... poblaban mi alrededor con el ensordecedor ruido del motor en funcionamiento. Las grisáceas fachadas de los edificios, dejaban constancia ante mis ojos de la contaminación que día tras día sale sigilosa por los tubos de escape. Ruido, olor, color... y mi garganta irritada pidiendo un remanso de paz ante un picor que se iba agrandando. Y yo, en mi bici, sin hacer ruido, sin contaminar, sin darle color a las casas que, bien limpitas, darían mayor luz a la ciudad.
Llegué a mi destino. Allá, un documento: -"¿Quieres un sobre?" Y, así, automáticamente, sin pensarlo digo con seguridad: "No, que así gastamos menos papel ¿no?" - "Pues sí, tienes toda la razón"
Volví a salir, volví a rodar entre las excesivas máquinas de automoción. De repente, por la Avenida de la Independencia, me vino la cita de GAO XINGJIAN en La Montaña del alma:
"¡Joven, no es la naturaleza la que causa espanto, sino el propio hombre! Te bastará con familiarizarte con la naturaleza y ella se acercará a ti. El hombre, si es inteligente, por supuesto, es capaz de inventarlo todo, desde las calumnias hasta los bebés probeta, pero al mismo tiempo extermina a diario dos o tres especies en el mundo. Este es el gran autoengaño de los hombres."
¡El coche, carajo, el coche! Joder, si se usase con cabeza, anda que no cambiaría la cosa. Y yo en mi bici, sin ese sobre, pedaleando, empecé a sonreír. Al menos, yo hacía algo, aunque fuese sólo aportar un pequeño grano de arena. Pensé que así cuidaba a mi querida Pachamama y Ella, al observarme, me lo agradecería dejándome subir a otro pico y, desde allá, mirar lo bonita que es. Al tiempo, empezaría a sentir cómo me abraza, cómo me toma entre sus manos y, en silencio, me dice "sigue aportando, porque cada granito ayuda a que me siga manteniendo bella"
*Fragmento de De respirar, de El Bicho VII
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