Entraba al Calaveras a la 1:15 aproximadamente. Allá, ya había gente, mas yo sabía que hasta las 2:00 no me tocaría entrar. Aproveché esos minutos para felicitar el año, para bailar un rato, para sentirme como un diablillo de pies calurosos del ritmo sabrosón.
Al llegar la hora de introducirme en la barra, era muy consciente de que aquella noche serviría las últimas copas, pondría las últimas canciones, sonreiría por última vez a aquellas personas que están al otro lado del mostrador que, tantas y tantas noches, nos había juntado. Había llevado los dos álbumes de CDs. Tenía preparada la rumba, la cumbia, el boogaloo, el reggae, el ska, la patxanka... que, aquella noche, iba a amenizar el local. ba a poner temas y grupos nuevos, pero también era consciente de que algunas rolas y grupos no podían dejar de sonar. Para Cuco, "Bang Bang" (los Rabanes, desde Panamá); para Marta, La Troba Kung-Fu; para mí (y mis recuerdos), Juanes... Sabía que algunas rolas y grupos no podían dejar de sonar. Así que miré a Mariachi y le dije:
- "Prepárate, porque voy a poner "La Bolsa" y nos vamos los dos fuera a bailar"
La barra quedó vacía mientras Mariachi y yo cantábamos y danzábamos arropados por nuestros compinches. Y se montó la tangana, claro que sí. "Me comí una vaca cruda y me parecía poco". Así que no podía dejar sin girar a Gogol Bordello, a Karamelo Santo, Dr Krápula. No podía dejar sin girar a Colombia, a Argentina, a Uruguay, a México... No podía dejar sin girar a la rumba catalana; no podía dejar sin girar a todo ese mestizaje musical de miscelánea rítmica que recorre nuestras tierras, éstas de acá.
No Te Va a Gustar sirvió, mientras nos decían "Adiós", para subir del todo la luz. Mariachi y yo sabíamos que estábamos llegando al final. Nos miramos, sonreímos con tristeza y nos acercamos. Nos fundimos en un caluroso abrazo. Me alejé hasta el equipo musical. Con tristeza infinita me dispuse a cerrar: "Calaveras y Diablitos" sonaba por última vez. Sólo quería alargar el momento, así que, entre medio, introduje la versión de La Pulquería; sin embargo, los últimos sonidos musicales tenían que quedar a cargo de Los Fabulosos Cadillacs...
Triste, dejé allá a Mariachi con algunos compinches. Salí del bar y recibí el sonido de una llamada perdida. Un número desconocido no obtenía respuesta desde el otro lado. Dirigí mis pasos al Krápula, donde iba a terminar mi noche. Allá estaba Luz (esa quillita que tan importante se ha hecho en mi vida), Eric, Mónica, Bea, el señor Joven y mi querida Martita. Mas, yo estaba cansado, con poca marcha y decidí dirigirme al hogar. La sensación era extraña: por un lado, la tristeza; por otro, y muy ingenuamente, las ganas de seguir alimentando la ilusión.
Desperté y sólo había una sonrisa en mi rostro. Estaba realmente bien. Estaba tan inmensamente a gusto que no me habría levantado nunca.
La tarde (y gracias a Txupez), nos ofrecía una película. La tarde, me ofrecía seguir alimentando la ilusión. Estaba tan inmensamente a gusto que no me habría levantado del sofá nunca. Más allá de la puerta de mi casa estaba la "realidad".
Había comenzado el año realmente bien. El cómo continúa, ya es otro cantar, jejejeje. Difícilmente podré olvidar esta Noche Vieja. Difícilmente podré olvidar este Año Nuevo. Gracias a quienes han hecho de esta transición del calendario un acontecimiento especial en mi pendeja y chingada vida. No sólo a quienes estaban acá, sino a los que estaban por allá, por este Monde loco en que vivimos.
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