Como el Miércoles pasado, después de corretear por le monde, Luz y servidor marcharon al cinema (creo que vamos a arraigar profundamente esta tradición). Mi búsqueda por Internet me llevó al error, así que partíamos desde la seguridad de que la película que queríamos visualizar era a las 22.45. ¡Error! Era un cuarto de hora antes, así que tocaba decidir sobre la marcha que film veríamos. Al leer Hitchcock sobre el cartel, decidimos que una referencia al gran maestro nos aguardaría una buena sesión.
No sé porqué, al ascender las escaleras, nos entró la risa floja. Comenzamos a reír y no podíamos parar. Al sentarnos en la butaca, en un momento de más tranquilidad, le hice entrega de un pequeño presente: un fotomontaje. Se emocionó, le entusiasmo y, en seguida, propuso enmarcarlo para su buena conservación... Comenzó la película.
En sus inicios prometía. Parecía que nos íbamos a adentrar en un thriller que iría atrapando poco a poco. Mas, esa percepción se fue diluyendo en un guión de extraños giros, de alguna que otra escena marcada por la más simple evidencia, de una trama cada vez más desestructurada, así como de un final de lo más estúpido. Eso sí, las imágenes destacan por su belleza en lo que considero una bastante buena fotografía. Así que, al terminar, proferí la frase mágica: Bueno, la película no está mal. Se puede ver... en tu casa, en la tele, al mediodía, en Telecinco. De nuevo la risa floja; pero, esta vez de más larga duración. Tanta que tuve que parar el pedaleo de mi querida Boogaloo para no caerme.
Terminamos la noche en el Eve's Bayou, con nuestro vinito y la consabida conversación sobre la vida, la manera de afrontarla y, sobre todo, de disfrutarla. Y, sin duda, a pesar de ver una película más que prescindible, esta nuit la disfruté de lo lindo.
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