No sé cómo carajo iniciar esta entrada. Realmente, es difícil poder escribir todo lo que ha acontecido este fin de semana en la mía vida. Más que nada, porque se inició allá lejos, en el Jueves, día que iba a ir al cine yo solito. Un mensaje en el móvil cambió los planes: "Estamos en el Bacharach tomando unos vinos. Te vienes?" Sopesé tan sólo unos segundos. Obviamente, sólo había una opción adecuada: vinos.
La noche se enredó. Tanto, tanto que se alargó más de lo esperado. Mi cabeza pensó: "unos vinitos y a dormir, que mañana trabajo prontito". Mas, mi cuerpo se desprendió de la razón y se dedicó al baile. Mi cuerpo se desprendió de la razón y hasta las 5.30 pasadas no se durmió...
A las 8.00 sonó el despertador. Había que trabajar. Tenía sueño. Al menos sólo era sueño. Mi cuerpo está loco, pero sabe cuándo no hay que beber apenas alcohol. Así que tan sólo era sueño, pero no mal cuerpo fiestero y rumbón. Vinieron dos aulas. Me tocaba presentar. Hablé, hablé, hablé sin parar. Al final, apenas quedaba voz. Pero, sabía que si me cambiaba el nombre, todo iría bien. De mañanita, era Mayte y los/as niños/as dejaban de ser anónimos: todos/as eran Amparo, María Mayte o Manuel. Ya no había más. Todos tenían diferente y, al mismo tiempo, la misma identidad.
Tampoco hubo tiempo de siesta. Compré lo necesario para cocinar mis "tortillas aztecas" y preparé la masa. Casi llego tarde a trabajar. No hubo tiempo de siesta, pero estaba preparado para darlo todo con mis quillos/as. Pero, obviamente, al final de la tarde, el cansancio empezaba a aparecer.
La cocina estaba preparada. Fríe, añade el queso, y vuelve a freír... Así hasta 11 tortillas. Salí casi corriendo del hogar. Iba justito de tiempo y, como no, me encontré a seres de la humanidad con quienes me hubiera gustado charlar más. La cena era en SOS Racismo y, aún no lo sabía, la gente sería totalmente desconocida para servidor. Bueno, vendrían Marta y Pablo, mis compañeros de sección.
Mano a mano, Marta y yo empezamos a reír y a disfrutar de la situación. Las bromas y las puyas saltaban a discreción. Puyas con cariño, bromas de afecto y animación. Yo estaba cansado, un poco fuera de lugar y, al día siguiente, había que trabajar. Tampoco me entusiasmaba la idea de Bartolo, y los brazos subiendo y bajando para no se sabe a dónde llegar. Nos fuimos juntos. Ella llevaba un regalo pour moi. Una botella de vino que, a la espera de un gran acontecimiento mundial, a mi lado permanecerá. Me lo entregó y me hizo mucha ilusión. Le abracé, la besé y decidí que la noche no acabaría aquí. La tomé de las manos y le pregunté si quería bailar. Ella me dijo que sí.
Había que bailar rumba. Sabio en estos menesteres, pregunté si tenían La Troba. Al otro lado de la barra me miraron con expectación. Bueno, yo llevo un CD... si queréis, lo podéis poner. El pinchadiscos no lo tardó en ejecutar. La "cançó del lladre" comenzó a recorrer nuestros cuerpos y nos dejamos llevar. Girábamos, bailábamos sueltos, bailábamos agarrados... volvíamos a girar. Allá, empezaba la noche, allá comenzábamos a bailar... ¡a sentir que la vida la tenemos que disfrutar!
Tan sólo había dormido tres horas y tocaba ir a trabajar. De nuevo, tan sólo era sueño, pues el alcohol ni lo había vuelto a probar (con la excepción de los dos mini vinitos de la cena en SOS). Estaba cansado; pero, a la vez, caminaba y trabajaba feliz. Sin duda, aquella noche de risas, bromas y bailes con Marta había estado genial y su recuerdo trasladaba una sonrisa, a mi rostro, difícil de contener y disimular.
Tampoco hubo siesta. Tampoco tuve tiempo para descansar. Por la tarde al trabajo y, nada más salir, me tocaba conducir... El rumbo estaba fijado. La excusa estaba más que establecida. Tocaba marchar hasta Ibort para festejar la llegada de la nueva estación. Allá volvíamos a reunirnos cerca de 20 personas para celebrar el Solsticio d'hiver.
La jarana ya estaba montada. Apenas tuve tiempo para cenar. Unos trozos de longaniza, panceta y pan que, amablemente me habían guardado, apaciguaron mi hambre mortal. Los ritmos y las canciones amenizaban el albergue que nos hospedaba. La fiesta no había hecho más que comenzar. A medianoche, a mí, al chamán, le tocaba organizar. Como el año pasado, había que organizar, saber quienes participaban y, como no, establecer las pautas a seguir. Sólo había tres requisitos: Grupos, coordinadores-monitores y las ganas de disfrutar... En tan sólo diez-veinte minutos ya éramos osos pardos. Risas y una auténtica gozadera me condujeron a la total diversión. Unos reían, otros se ponían el cinturón. Unos no llevaban el ritmo y otros bailaban a su propio son. La fiesta estaba en las escaleras, por un lado y, por otro, en el salón...
Amanecimos un poco vagos. No hubo actividades, ni talleres. Tan sólo un paseo, recoger y la comidica comunitaria de rigor. La vuelta, afortunadamente, con Pilar, quien se vino en mi pequeño car. Gracias a ella no fui solo y, la verdad, era un alivio tener con alguien con quien conversar. Porque sin música, el cansancio y la hora de sobremesa para regresar, no era muy esperanzador como horas previas para llegar al hogar.
Feliz llegada del Invierno a todos/as. Espero que lo hayan comenzado tan maravillosamente bien como lo he hecho yo.
Gracias.
La noche se enredó. Tanto, tanto que se alargó más de lo esperado. Mi cabeza pensó: "unos vinitos y a dormir, que mañana trabajo prontito". Mas, mi cuerpo se desprendió de la razón y se dedicó al baile. Mi cuerpo se desprendió de la razón y hasta las 5.30 pasadas no se durmió...
A las 8.00 sonó el despertador. Había que trabajar. Tenía sueño. Al menos sólo era sueño. Mi cuerpo está loco, pero sabe cuándo no hay que beber apenas alcohol. Así que tan sólo era sueño, pero no mal cuerpo fiestero y rumbón. Vinieron dos aulas. Me tocaba presentar. Hablé, hablé, hablé sin parar. Al final, apenas quedaba voz. Pero, sabía que si me cambiaba el nombre, todo iría bien. De mañanita, era Mayte y los/as niños/as dejaban de ser anónimos: todos/as eran Amparo, María Mayte o Manuel. Ya no había más. Todos tenían diferente y, al mismo tiempo, la misma identidad.
Tampoco hubo tiempo de siesta. Compré lo necesario para cocinar mis "tortillas aztecas" y preparé la masa. Casi llego tarde a trabajar. No hubo tiempo de siesta, pero estaba preparado para darlo todo con mis quillos/as. Pero, obviamente, al final de la tarde, el cansancio empezaba a aparecer.
La cocina estaba preparada. Fríe, añade el queso, y vuelve a freír... Así hasta 11 tortillas. Salí casi corriendo del hogar. Iba justito de tiempo y, como no, me encontré a seres de la humanidad con quienes me hubiera gustado charlar más. La cena era en SOS Racismo y, aún no lo sabía, la gente sería totalmente desconocida para servidor. Bueno, vendrían Marta y Pablo, mis compañeros de sección.
Mano a mano, Marta y yo empezamos a reír y a disfrutar de la situación. Las bromas y las puyas saltaban a discreción. Puyas con cariño, bromas de afecto y animación. Yo estaba cansado, un poco fuera de lugar y, al día siguiente, había que trabajar. Tampoco me entusiasmaba la idea de Bartolo, y los brazos subiendo y bajando para no se sabe a dónde llegar. Nos fuimos juntos. Ella llevaba un regalo pour moi. Una botella de vino que, a la espera de un gran acontecimiento mundial, a mi lado permanecerá. Me lo entregó y me hizo mucha ilusión. Le abracé, la besé y decidí que la noche no acabaría aquí. La tomé de las manos y le pregunté si quería bailar. Ella me dijo que sí.
Había que bailar rumba. Sabio en estos menesteres, pregunté si tenían La Troba. Al otro lado de la barra me miraron con expectación. Bueno, yo llevo un CD... si queréis, lo podéis poner. El pinchadiscos no lo tardó en ejecutar. La "cançó del lladre" comenzó a recorrer nuestros cuerpos y nos dejamos llevar. Girábamos, bailábamos sueltos, bailábamos agarrados... volvíamos a girar. Allá, empezaba la noche, allá comenzábamos a bailar... ¡a sentir que la vida la tenemos que disfrutar!
Tan sólo había dormido tres horas y tocaba ir a trabajar. De nuevo, tan sólo era sueño, pues el alcohol ni lo había vuelto a probar (con la excepción de los dos mini vinitos de la cena en SOS). Estaba cansado; pero, a la vez, caminaba y trabajaba feliz. Sin duda, aquella noche de risas, bromas y bailes con Marta había estado genial y su recuerdo trasladaba una sonrisa, a mi rostro, difícil de contener y disimular.
Tampoco hubo siesta. Tampoco tuve tiempo para descansar. Por la tarde al trabajo y, nada más salir, me tocaba conducir... El rumbo estaba fijado. La excusa estaba más que establecida. Tocaba marchar hasta Ibort para festejar la llegada de la nueva estación. Allá volvíamos a reunirnos cerca de 20 personas para celebrar el Solsticio d'hiver.
La jarana ya estaba montada. Apenas tuve tiempo para cenar. Unos trozos de longaniza, panceta y pan que, amablemente me habían guardado, apaciguaron mi hambre mortal. Los ritmos y las canciones amenizaban el albergue que nos hospedaba. La fiesta no había hecho más que comenzar. A medianoche, a mí, al chamán, le tocaba organizar. Como el año pasado, había que organizar, saber quienes participaban y, como no, establecer las pautas a seguir. Sólo había tres requisitos: Grupos, coordinadores-monitores y las ganas de disfrutar... En tan sólo diez-veinte minutos ya éramos osos pardos. Risas y una auténtica gozadera me condujeron a la total diversión. Unos reían, otros se ponían el cinturón. Unos no llevaban el ritmo y otros bailaban a su propio son. La fiesta estaba en las escaleras, por un lado y, por otro, en el salón...
Amanecimos un poco vagos. No hubo actividades, ni talleres. Tan sólo un paseo, recoger y la comidica comunitaria de rigor. La vuelta, afortunadamente, con Pilar, quien se vino en mi pequeño car. Gracias a ella no fui solo y, la verdad, era un alivio tener con alguien con quien conversar. Porque sin música, el cansancio y la hora de sobremesa para regresar, no era muy esperanzador como horas previas para llegar al hogar.
Feliz llegada del Invierno a todos/as. Espero que lo hayan comenzado tan maravillosamente bien como lo he hecho yo.
Gracias.
3 comentarios:
Chamán buenooooooooooooo
Si hubiera que ponerle un título televisivo estaría entre "Crónicas de un pueblo" o "Sin setas no hay paraíso". (¡Jodo, cómo ha degenerado la tele!).
Qué maravilla de desparrame, por dos perras gordas (no, Bony, no te ofendas, que ahora no hablaba de ti).
jajajaja, bloc-era, me alegro de volver a oír (leer), esta expresión.
J.B., la tele ha degenerado mucho; pero, bueno, sin setas también hay paraíso, lo que pasa es que ayudan, jajajaja.
Pobre Bony!!!!! Si es que no tenéis corazón! Jajajaja.
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