Como cada Miércoles, tocaba correteo nocturno (esta semana me toca ir solito), cine y vinito en el Eve's Bayou. Pero, hoy no toca crítica cinematográfica. La dejo para otro día. Hoy pasaron cosas mucho más importantes.
Hoy, me encontré una grandísima sorpresa en el hogar. AL llegar, Mariachi me indicó que tenía una carta. Sólo tenía escrito que iba dedicada para mí y un remite. Al leer su nombre, supe que era ella. Al principio, no sólo me extrañó que acá, en mi casa, estuviera la carta, sino su increíble memoria.
Al abrirla, una inmensa ilusión invadió mi cuerpo. Tenía en su interior lo que se suele denominar media cuartilla (¿será que el estándar es el tamaño folio -cuartilla-? nunca me había planteado esta duda), en la que se iban hilvanando diferentes explicaciones y cuestiones. Junto con ella, una tarjeta y tres dulces flores violetas. Algo tiene la tinta que me sigue provocando gran admiración. Sí, soy consciente de que si alguien me quiere conquistar (y no me refiero sólo al tema amoroso, sino de amistad, de cercanía, de, simplemente, encontrar), una carta y la tinta nunca fallará. Así que no pude evitar emocionarme, sentir una gran ilusión, porque esa quillita recién conocida me daba la tinta, y lo hacía con pequeños detalles que hacían referencia a cómo es su manera de estar en este planeta.
Gracias, muchas gracias, quilla, porque aún tienes la tinta en tus manos y porque, sin apenas conocerme, te has acercado y, con tu acto, has provocado que una sonrisa aflorara en mi rostro.
Anteriormente, esta mañanita, de camino a la escuela, entré a mi tienda favorita a ver si encontraba algo de Anaïs Nin. Obviamente, la búsqueda terminó en fracaso. A pesar de ello, encontré un Trópico de Capricornio a muy buen precio, así que lo tomé entre mis manos, lo pagué y seguí mi trayecto. Al terminar las clases, me acerqué a ella, a Laura, una muchacha que conocí gracias a otro casual encuentro. La había visto por clase, pero apenas habíamos intercambiado palabras. Una noche, al pasar por la cristalera de un bar, la vi, y pensé: "por qué no saludarla". Me introduje, le dije hola y terminé, por invitación suya, tomando un té y hablando de "sabiduría oriental" con ella y su amiga.
Al terminar las clases, me acerqué a ella, a Laura, una muchacha que conocí gracias a otro casual encuentro. Le tendí el libro. No es Anaïs, pero a esta divinidad literaria la conocí gracias a Henry. - "Cuando lo haya terminado te lo devolveré". No, ella no sabía que era un presente. - "No, es para ti, para que te lo quedes, para siempre."
Esta mañana, entregué un regalo... Al mediodía recibí yo otro que lo superó con creces.
Gracias por el simple hecho de haberme hecho sentir bien. Gracias, muitas gracias
Hoy, me encontré una grandísima sorpresa en el hogar. AL llegar, Mariachi me indicó que tenía una carta. Sólo tenía escrito que iba dedicada para mí y un remite. Al leer su nombre, supe que era ella. Al principio, no sólo me extrañó que acá, en mi casa, estuviera la carta, sino su increíble memoria.
Al abrirla, una inmensa ilusión invadió mi cuerpo. Tenía en su interior lo que se suele denominar media cuartilla (¿será que el estándar es el tamaño folio -cuartilla-? nunca me había planteado esta duda), en la que se iban hilvanando diferentes explicaciones y cuestiones. Junto con ella, una tarjeta y tres dulces flores violetas. Algo tiene la tinta que me sigue provocando gran admiración. Sí, soy consciente de que si alguien me quiere conquistar (y no me refiero sólo al tema amoroso, sino de amistad, de cercanía, de, simplemente, encontrar), una carta y la tinta nunca fallará. Así que no pude evitar emocionarme, sentir una gran ilusión, porque esa quillita recién conocida me daba la tinta, y lo hacía con pequeños detalles que hacían referencia a cómo es su manera de estar en este planeta.
Gracias, muchas gracias, quilla, porque aún tienes la tinta en tus manos y porque, sin apenas conocerme, te has acercado y, con tu acto, has provocado que una sonrisa aflorara en mi rostro.
Anteriormente, esta mañanita, de camino a la escuela, entré a mi tienda favorita a ver si encontraba algo de Anaïs Nin. Obviamente, la búsqueda terminó en fracaso. A pesar de ello, encontré un Trópico de Capricornio a muy buen precio, así que lo tomé entre mis manos, lo pagué y seguí mi trayecto. Al terminar las clases, me acerqué a ella, a Laura, una muchacha que conocí gracias a otro casual encuentro. La había visto por clase, pero apenas habíamos intercambiado palabras. Una noche, al pasar por la cristalera de un bar, la vi, y pensé: "por qué no saludarla". Me introduje, le dije hola y terminé, por invitación suya, tomando un té y hablando de "sabiduría oriental" con ella y su amiga.
Al terminar las clases, me acerqué a ella, a Laura, una muchacha que conocí gracias a otro casual encuentro. Le tendí el libro. No es Anaïs, pero a esta divinidad literaria la conocí gracias a Henry. - "Cuando lo haya terminado te lo devolveré". No, ella no sabía que era un presente. - "No, es para ti, para que te lo quedes, para siempre."
Esta mañana, entregué un regalo... Al mediodía recibí yo otro que lo superó con creces.
Gracias por el simple hecho de haberme hecho sentir bien. Gracias, muitas gracias
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