viernes, 5 de diciembre de 2008

La ola


Marché ayer con Laura al cinema. Había decidido que tras el chasco de Red de Mentiras, película que visualicé el Miércoles, había que ver algo que me llenase un poquito más. En principio, iba a ir solo; pero, al salir de clase le indiqué que me iría a ver una peli y que si le apetecía venirse conmigo que me lo hiciera saber. Por la tarde, la cita cinematográfica estaba en marcha.

La Ola es una buena película. Basada en un hecho real, narra como un profesor inicia un experimento para demostrar a sus alumnos que, en estos momentos, puede instaurarse una dictadura en la Alemania actual. No obstante, su manera de enseñarles esa posibilidad se le va de las manos y... ya no cuento más.

La película está muy bien llevada, con un ritmo frenético que engancha y con una historia que invita a la reflexión. Es muy potente visualmente y, en cuanto a la música, tiene algún que otro temiqui de lujo (basta decir que comienza con una versión de Ramones). Los movimientos de cámara aumentan más esa velocidad y dan mayor empaque a la inestabilidad de ciertas situaciones.

Quizás, peca de un desarrollo demasiado previsible. Aunque, claro, si está basado en un hecho real es normal que el final sea así. Además, pierde un poco de credibilidad por el hecho de que se produzca, tan en sólo una semana, un cambio tan rápido y profundo en los jóvenes. Aunque, claro, en la adolescencia se es más influenciable, todo hay que decirlo. Y, finalmente, en ocasiones parace que se está viendo una película para adolescentes, una película típica teen.

No obstante, estos puntos son nimiedades en una película que bien merece la pena verse en el cinema. Salí más que satisfecho de la sala y con la sensación de haber visualizado una película buena que, por desgracia, había tenido que ver, una vez más, doblada.

Tras la película, observé atónito cómo unos gamberros habían atentado contra Boogaloo. ¡Malditos malinches! Decidí compañar a Laura hasta su hogar, pues era tarde y tenía que irse caminando. Sin duda, fue una decisión acertada, pues entramos en el maravilloso mundo del palique y estuvimos hasa las 3 "charra que te charra". Y ya saben ustedes que estos momentos me encantan.

A puntito de llegar al hogar, me encuentro a Paloma. Una cervecita y a dormir... No. Allá estaba Baba y, claro, entre la emoción de encontrármelo y que el baile se empezaba a hacer presente, acabamos en El Plata hasta que las luces prendieron y tuvimos que marchar a casa. Allá, bailé con Conchita, a quien tuve que dar las gracias por su amabildad y simpatía. Nos despedimos con la sana y majadera intención de encontrarnos en Colombia. ¿Llevaremos a cabo esta alocada idea? Todo se andará...

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