El Domingo noche ya estaba, más o menos, encauzado desde el Viernes. Los Renoir quedan un poco lejos, pero proyectan películas que se pueden ver. Afortunadamente, para esta fecha, incluso teníamos dos o tres para elegir. No obstante, nuestra primera opción se decantó hacia Gomorra y, por eso, quedamos a la hora (salvo imprevisto), adecuada para ello. Un mensaje me alertó de que ya habían llegado. Aún quedaban más de 8 minutos para la hora establecida y yo estaba también a puntito de introducirme en el pasaje del Centro Comercial Audiorama ¿Se llama así? Marta se terminaba un pincho; Javi, su Coca-cola, y yo, que acababa de llegar, había tenido que cenar un kebab rápidamente antes de dirigir mis pasos hacia las salas de cine.
Gomorra nos muestra, una nueva visión de la mafia. No nos introduce en aquella llena de poder, lujo y glamour que tan acostumbrados nos tiene el cine. Por el contrario, nos lleva a estratos bajos de la sociedad, a hospitales y tanatorios desconchados, a barrios sucios y degradados, a talleres clandestinos con atmósferas de pesadumbre... Y, quizás, ese es el acierto de esta película: mostrarnos a la camorra, a esa mafia que no manda en las altas esferas, sino que controla y mata por el control de una zona o de un negocio. Eso sí, dejando entrever que, por encima, hay otros intereses que mueven tanto, y tanto, dinero que, para poder tenerlos atados necesitan a esta camorra que, a veces, actúa por libre y, otras, por mandatos de aquellos que poseen el control.
Otro acierto es la presentación de diferentes historias, que nos muestran diferentes ámbitos en que trabaja la mafia: los residuos (bien es conocida la vaina de Nápoles y sus basuras); el mundo de la alta costura (desde los talleres clandestinos y el trapicheo más ruin); Los pringaíllos que juegan a ser matones Vs. la camorra organizada que posee el control de una zona; y el niño que se introduce en la camorra (y las consecuencias de irse de ella o pertenecer a otra banda), entremezclada con la de aquel que se dedica a llevar el dinero a familias de antiguos (o presentes pero encarcelados), colaboradores.
Así, se presenta un film bastante realista que, a veces, es casi concebido como un documental. Las imágenes, poseen una fotografía bastante bonita, con un granulado que le confiere más veracidad, y un movimiento de cámara que, en ocasiones, se vuelve "violento" para hacer más hincapié en este aspecto.
No obstante, no me logró convencer del todo. Por un lado, el metraje es excesivamente largo, pues, en ocasiones, cae en anécdotas y vainas tontas que no aportan nada al film, o alarga demasiado una escena, perdiendo profundidad y alejando al espectador un poco de la historia. Y, por otra, porque, a pesar de que nos muestra, en cine, un aspecto nuevo de la mafia, no cuenta nada que no sepamos ya con tan sólo leer un par de periódicos o, simplemente, pasar una estancia en Italia y salga ese tema a colación.
Me produce cierto estupor observar como la gente se echa las manos a la cabeza al ver algo así. Si estuviese rodada en Senegal (por poner un ejemplo), la gente saldría mucho más apesadumbrada, acongojada, incluso triste (no tengo duda), porque nuestra cabeza ya tiene metidos muchos prejuicios sobre la situación en ese país. Pero ¡ah! sucede en Italia, un país cercano. Como si algo así no pudiera pasar en Europa ¡en el mundo desarrollado! que dicen. Y entonces, se sale con cierta cara de incredulidad y, con la sensación de que, al menos, este libro y este director nos lo muestran e invitan a la reflexión...
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