"El verdadero creyente apenas se distingue del loco; pero su locura es legal, admitida; acabaría en un asilo si sus aberraciones estuviesen horras de fe. Pero Dios las cubre, las hace legítimas". (E. M. CIORAM, Diario de podredumbre)
El 25 de Julio el Rey volvió a demostrar lo absurdo que puede llegar a ser todo en este país. No voy a entrar en el consabido discurso de que estamos en un Estado laico (que lo estamos) y, por tanto, el discurso del Rey queda fuera de lugar. Primero, por mezclar política con religión. Segundo, por dejar de lado a todas esas personas que profesan otras religiones en nuestro país. Yo nunca le he visto pedir algo así en una mezquita, ni delante de una estatua de Buda, ni nada parecido, la verdad. Pero, como ya he señalado, no voy a introducirme en tan comentadas polémicas. Sino que, ya que el suceso me parece que roza el esperpento, me voy a dejar llevar por los caminos de la vehemencia y de la sinrazón. Pues, al fin y al cabo, es lo que sucedió citado día.
Entre las joyitas que soltó su majestad, destacaremos cuando pidió ayuda para "superar las dificultades que afecten a nuestra vida colectiva y a resolver cuanto antes la grave crisis económica que atravesamos, de tan duras consecuencias para millones de personas y de familias, particularmente para nuestros jóvenes. Ilumina por ello a nuestras autoridades y responsables políticos, económicos y sociales para que sirvan con generosidad al interés general y favorezcan siempre la cohesión y el entendimiento entre todos, atendiendo con eficacia a los problemas de nuestros ciudadanos. Ayúdanos a erradicar el odio, la violencia y la sinrazón de la barbarie terrorista cuyas víctimas y familiares afectados merecen todo nuestro respaldo y están siempre en nuestros corazones..."
Delante de toda España, Juan Carlos se puso a hablar con un ser inexistente. Le pidió ayuda, le solicitó que nos iluminase, le hizo dueño y señor del futuro de nuestro país. Será él quien nos resolverá la papeleta en la que nos ha sumido la crisis. Entonces, me pregunto ¿para qué carajo tenemos políticos? Al fin y al cabo, será Santiago Apóstol quien nos tenderá la mano y nos iluminará. Por esta razón, da igual quien esté en el poder, pues ya tiene la ayuda de un pedazo de Santo.
Mas, creo tener una solución mejor. Puesto que el Rey ha hablado con él, se podría fundar un nuevo partido político encabezado por Santiago Apóstol. No dejar presentar a este candidato tendría sus consecuencias inmediatas: reconocer que Don Juan Carlos habla y pide ayuda a seres inexistentes. Como eso sería poner en un aprieto a su majestad, deberían permitir que nuestro querido santo compostelano pudiera estar en las listas en las próximas elecciones.
Ahora, supongamos que citado partido político gana y, por tanto, Santiago Apóstol es el elegido por el pueblo como su representante. Recordemos que, una de las funciones del Rey es "proponer al Congreso de los Diputados el candidato a la Presidencia del Gobierno, nombrarlo y cesarlo, en los términos previstos en la Constitución". Acá, de nuevo, el Rey se vería en el aprieto de reconocer si su estado de salud mental es el adecuado o no para seguir siendo Jefe de Estado. Tendría dos opciones:
Retractarse de sus palabras y confesar su error al pedirle cosas a una reliquia como representación del Santo. ¿Y cómo justificaría, entonces, ese estado de enajenación mental temporal?
Proponer a Santiago Apóstol como presidente de España, siendo un ser inmaterial.
Sinceramente, no sé cual de las dos situaciones me parecería más absurda. Ya lo dice la viñeta ¿Es que se han creído que hace milagros?
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