miércoles, 1 de julio de 2009

Cómo celebrar un cumpleaños a lo grande: Ascensión al Balaitous

El súper equipo de montañeros locos que se juntó para la ascensión al Balaitus

Eran las 9:10 de la mañana. En la gasolinera de Repsol de la salida de Zaraguaya nos reuníamos ese dispar equipo que había decidido acometer la ascensión al Balaitus. Josepo me acababa de presentar a Félix; con Cuco, llegaban Marta e Isaac. Llevábamos todo el material preparado, a excepción de dos pares de crampones y dos mosquetones y dos ochos… Sallent sería el lugar para recoger esos necesarios utensilios, así como para ponernos como el Tenazas con aquellos alimentos que llevaba cada uno.

Después de comer ya sólo nos quedaba el último tramo en coche, hasta el embalse de la Sarra, para comenzar nuestra ascensión hacia el Refugio de Respomuso, quizás un poco más tarde de lo planeado. Por eso, al llegar, ya no teníamos agua caliente y, Marta y Pibe (los dos más valientes del grupo), se ducharon con la gélida agua pirenaica.

Un poquito antes de llegar al Refugio de Respomuso

Tras la cena, la sorpresa. Los chicos/as habían preparado una tarta en la cocina mientras Pibe se duchaba. Sobre un bizcocho, una capa de nocilla y su nombre, “Pibe”, escrito con Lacasitos. Además, un oso de regalo y, de parte de Marta, la camiseta más chula del Mundo Mundial. Realmente, le hizo más ilusión que a los de verdad… Por su parte, también había sorpresa: un pequeño presente para cada uno/a de aquellos/as que iban a compartir su día de cumpleaños ascendiendo al Balaitous. Era la noche previa al día señalado, mas era el momento de comenzar a celebrarlo.

Despertamos a las seis. Entre pitos y flautas, de nuevo, se nos hacía más tarde de lo previsto, pues no comenzábamos la ascensión hasta casi las 8. En esos momentos, nos daba un poco igual. Estábamos contentos de estar allá, a puntito de acometer ese apetecible pico. Para Marta era su primer pico, así que su bautizo iba a ser por todo lo alto. Además, al igual que Pibe, ella nunca había rapelado. Para Cuco era su tercer intento. Nunca había ido con material y, además, siempre había comenzado desde la Sarra. Para Isaac era su primer 3000. Josepo tenía sus dudas y Félix, el más experimentado, sabía que no iba a estar “chupado”.

Ascendiendo. El Refugio queda allá abajo...

Iniciamos la marcha con un fuerte desnivel. Cada uno va a su ritmo, aunque intentando no perder contacto visual los unos con los otros. Yo voy con Pibe, casi siempre detrás de Cuco que es quien lleva la delantera durante todo el trayecto.

Cuco esperando... ni se da cuenta de la foto, jejejeje.

El ritmo no es rápido, por lo que Pibe se encuentra bastante descansado. Llegamos a los primeros neveros y, allá, todavía no hace falta piolet, ni crampones, ni na’ de na’. Me hace gracias ir con Pibe, pues por no llevar, no lleva ni bastones, así que en tramos de nieve un poco más inclinados corretea porque así es más difícil que resbale y se dé de morros con la nieve.

En el "islote" previo a la ascensión de La Brecha de Latour. ¡A ponerse los crampones!

Nos juntamos todos/as en una roca. Allá, me entero de que Marta, debido a sus gafas “fassion” (que le ha dejado el Pibe), ha pasado de ser “Martita Seis Dedos” a ser “Willy Wonka”. Desde allá divisamos la Brecha de Latour, así que aprovechamos para tomar un poquito de alimento (Lacasitos, barrita de cereales y frutos secos) y calzarnos los crampones. Tomamos la ladera y caminamos, en una pronunciada subida, hacia la brecha. Al llegar, hemos de esperar un largo rato. Tenemos gente delante y se ha formado cierto atasco. Allá es donde encontramos la mayor dificultad de toda la ascensión: un resalte de una roca de algo más de dos metros y con malos agarres para pies y manos. Pibe, Marta y Josepo, son ayudados por Cuco a subir. Allá se pasa un poco mal, puesto que cuesta pasar ese punto y, al mismo tiempo, no paran de caer piedras, tanto de aquellos/as que bajan caminando, como de aquellos/as que lo hacen rapelando. Menos mal que Josepo e Isaac llevan casco, que si no alguna cuquera se habría formado…

Tras haber pasado todos, comienza la trepada. Primero por clavijas y, luego, ya buscando los agarres adecuados. Afortunadamente, las presas (aunque con alguna piedra traidora suelta), son buenas tanto para pies como para manos. Superada la brecha, por fin vemos la cima, allá al fondo, con su horrible pirámide de hierros coronándola. Descendemos un chipitín y, de nuevo, descansamos.

Ya sólo queda el último tramo. Y otra vez los crampones

Comentamos la subida y, ya un poco más aliviados, somos conscientes de que ya lo hemos logrado. Volvemos a calzarnos los crampones e iniciamos una ascensión diagonal por la nieve hacia la cima deseada. Allá, después de unas 5 horas (no hemos de olvidar el atasco sufrido, así como el mucho tiempo que nos llevó subir el dichoso resalte), los siete hemos llegado.

Cuco, Marta y Pibe en la cima.

Nos abrazamos todos/as.; se le felicita, de nuevo, a Pibe el cumpleaños; nos hacemos fotos; bailamos; comemos un trozo de brazo gitano que había comprado el cumpleañero a modo de tarta (que, con rima y todo, la había llevado Marta)… estamos contentos ¡Sí, lo habíamos logrado!

Preparándonos para seguir el descenso. ¡Otra vez los dichosos crampones!

Al poco rato, descendemos. El mismo caminito, pero a la inversa, hasta llegar a la brecha. Allá, toca rapelar, así que nos ponemos los arneses y Félix prepara la cuerda. Sin embargo, aún no la íbamos a utilizar, porque aprovecharíamos aquella que unos quillos llevaban consigo y, así, seguidamente poder utilizar, ellos también la nuestra. Con los dos primeros rapeles, ningún problema. Pero, con el tercero, la espera (por atasco de nuevo) es demasiado larga. El cansancio y el hambre empieza a reflejarse en las caras; pero, no es lo peor… De repente, caen piedras. Una choca directamente en la mano de Pibe. Afortunadamente, la sangre hace presencia, lo que evita empezar a ver una mano totalmente hinchada y morada. Un ¡Plac! suena fuerte… Afortunadamente, Isaac lleva casco, sino la brecha en la cabeza habría sido más que notable.

Entre las piedras que caen, el hambre, el cansancio, la espera, el deseo de realizar el tercer y último rápel del descenso es más que justificado.

Tercero y último. Éste sí que es un rápel, y no el tipo raruno ese de la sotana y las gafas al revés.

Por fin, bajamos, y como siguen cayendo piedras, a medida que cada uno/a llega, se calza los crampones y se pone en marcha. La nieve y las grandes rocas hacen el descenso un poco más pesado. De repente, oímos gritos. A lo lejos, dos quillos, de pie en una inmensa roca rodeada de nieve por todos lados, parecen mover sus brazos. Creemos, entonces, que algo ha pasado. El vuelo de un helicóptero parece indicar que algún tercer montañero se ha despeñado.

El no haber comido pasa factura y a la Willy Wonka montañera le da una pájara del carajo. Finalmente, nos juntamos todos/as en el Refugio. Por fin comemos, pues ya era bendita la hora de poder alimentarnos bien y recuperar parte de las energías gastadas durante toda la jornada montañera. Recuperamos nuestros mochilones y seguimos el descenso. Cuco y Josepo por delante. Isaac, Pibe y yo, en medio. Y Martita y Félix cerrando el grupo. Se nos ha hecho muy tarde. No nos juntamos todos/as en la Sarra hasta pasadas las 10 de la noche. Pibe ha encendido el móvil. Tiene un porrón de mensajes y de llamadas con la intención de felicitarle. Son sus compinches, aunque no todos/as se han acordado.

El refugio queda atrás mientras nos alejamos lentamente de él.

Desde el descanso que me ofrece su la mochila observo cómo transcurre el momento de montarse en los coches y, por tanto, de las despedidas. Todos se van abrazando y deciden que quedarán para hacer intercambio de fotos. Félix tiene abundante material de los diferentes rapeles realizados. Isaac, seguramente, un porrón de paisajes. Pibe, las fotos que le sirven para su “Senderismo para toda la Galaxia”. Josepo, también había llevado su cámara… Un CD con todo ese material tendrá que ser conformado. Con Cuco al volante, Pibe de copiloto y Marta detrás en estado de somnolencia, repaso mentalmente lo maravilloso que ha sido el fin de semana… Me interrumpe una llamada. Veo a Pibe emocionado. Es su familia, de Colombia, que lo ha llamado.

-“Por cierto, Pibe, ¿quieres poner algo?”

- “Pues claro, Lucho, aunque sea unas líneas”

Seré breve, porque Lucho ha metido acá una pedazo crónica pa’ fliparlo. No obstante, no puedo dejar esta entrada así, sin ofrecer mi más sincero agradecimiento a mis compañeros/as de ascensión al Balaitous. A Félix, por su carisma, por sus reverencias ante el baile, por sus explicaciones y cuidados. A Josepo, por su simpatía, por su sencillez y su alegría osezna. A Isaac, por su compañerismo, por compartir sus experiencias, por disfrutar también con nuestras majaderías. A Cuco, por ser, una vez más, mi compañero de fatigas, por su amistad, por su continua ayuda. A Marta, por querer celebrar conmigo este día y, para ello, como una auténtica campeona, subir semejante pico y compartir, así, momentos importantes de mi vida. A ti, Lucho, porque siempre me acompañas y, además, porque luego escribes semejantes parrafadas. Vamos, todos/as ellos/as por haberme ayudado a celebrar, allá a 3.151 mts. de altura este cumpleaños que queda en mi cabeza como un maravilloso día.

Jo, y además, he de dar las gracias a todos/as los/as que me llamaron y mensajearon, porque encender el móvil y ver tantos mensajes y llamadas, o encender el ordenador y ver el Facebook lleno de comentarios jubilosos, me hizo más ilusión que a los de verdad. ¡Son ustedes muy grandes! Y por eso les quiero a todos/as.

¡GRACIAS, MUCHAS GRACIAS!

2 comentarios:

Isaac dijo...

Ola Lucho, he leido la crónica de la ascensión y me ha gustado (de hecho, te curras el blog!). Lo pasamos bien el finde, contad conmigo para otros picos! Un saludo, Isaac.

closada dijo...

Hola,

Ya ves. Cuando me deja Pibe mi sección, me arranco y no paro, jejejeje.

Por supuesto que contaremos con vos para nuevos ascensos. Eso está hecho.

Saludicos, quillo