Amanecía a las 6.30. Había que despertar prontito porque venía una larga etapa de casi 36 kilómetros. Desayuné un bocadillo de salchichón, acabando así mi último trozo de pan. Daba igual, puesto que en La Calzada de Valdunciel podría comprar una barrica o similar.
Al salir, decidí que visitaría un poco de Salamanca (la catedral, la Universidad, La Plaza Mayor...), al tiempo que me dirigía hacia la salida de la urbe. Mientras caminaba, un ruido lejano de cristales rotos y unos gritos, me hizo pensar que se había roto la luna de una tienda, un cristal, algún espejo... no sé, algo grande al menos. Sin embargo, al llegar a una rotonda, me encuentro con un coche boca abajo y uno más pequeño que se detiene poco a poco.
-"Me has jodido tío" -Increpa el quillo que ha salido del coche perjudicado por el acontecimiento, al otro, que mira un poco perplejo y como si estuviera borracho, la escena que, supuestamente, ha provocado. Aprovecho, hago unas fotos para documentarlo y sigo caminando.
Camino entre campos. Me asombro por maravillarme del bajo vuelo de un grupo de pájaros. No sé si es por el silencio o porque estoy solo, pero me ha engatusado su sonido y movimiento.
Llego a Valdunciel y, para mi desgracia, después de dar tres vueltas, yendo y viniendo, el panadero no está.
- "Debe de haberse ido a algún sitio, joven" - Me comenta un vecino.
Sigo caminando. No tengo pan y el calor empieza a apretar en las grandes extensiones de cultivo y barbecho. Voy haciendo fotos.
- "Haz una foto al tractor" - Grita un hombre.
- "Pues claro..."
Se asoma por la puerta, alza la mano y le doy al botón de disparo.
- "¿Y esto no se puede sacar en papel?"
- "Claro que sí. Déme su dirección y se la envío por correo"
Francisco Fraile Fraile, se llama
- "Mira que sois valientes... Buena suerte en tu camino"
- "Gracias. Hasta luego. No se preocupe que le enviaré la foto. De verdad, que no me cuesta nada..."
Sigo caminando; sigo tomando fotos; sigo descubriendo imágenes secretas que voy descifrando. No sé se estoy perdido. Veo un cartel. Me acerco.
- "¡Hey, chico!"
- "Hola" - Saludo a un ciclista - "No sé si estoy perdido"
- "No, vas bien..."
Me acerco. Desciende de la bici y camina conmigo. El va hasta Zamora. Mientras se aleja, pienso en hacerle una foto. No está la cámara. Dejo la mochila al lado del arcén, escondida entre matojos. Echo a correr y llego hasta el cartel. No está, no está por ningún lado. Me da pena. No por la cámara, sino por todas las imágenes que quería compartir con mis seres cercanos. Me da pena. No por la cámara, sino porque no podré enviar la foto a Francisco, ese hombre del tractor que había perdido, para mí, el anonimato.
Por fin, llego al Cubo de la Tierra del Vino. Estamos tres. Uno de ellos es danés. Estaba también en Salamanca. Llegó más tarde que yo y, como no tenía comida, le di uno de mis sobres de pasta precocinada. Al rato, él me regala una cosica de cuero que, creo, trabaja el mismo con sus manos.
Al salir, decidí que visitaría un poco de Salamanca (la catedral, la Universidad, La Plaza Mayor...), al tiempo que me dirigía hacia la salida de la urbe. Mientras caminaba, un ruido lejano de cristales rotos y unos gritos, me hizo pensar que se había roto la luna de una tienda, un cristal, algún espejo... no sé, algo grande al menos. Sin embargo, al llegar a una rotonda, me encuentro con un coche boca abajo y uno más pequeño que se detiene poco a poco.
-"Me has jodido tío" -Increpa el quillo que ha salido del coche perjudicado por el acontecimiento, al otro, que mira un poco perplejo y como si estuviera borracho, la escena que, supuestamente, ha provocado. Aprovecho, hago unas fotos para documentarlo y sigo caminando.
Camino entre campos. Me asombro por maravillarme del bajo vuelo de un grupo de pájaros. No sé si es por el silencio o porque estoy solo, pero me ha engatusado su sonido y movimiento.
Llego a Valdunciel y, para mi desgracia, después de dar tres vueltas, yendo y viniendo, el panadero no está.
- "Debe de haberse ido a algún sitio, joven" - Me comenta un vecino.
Sigo caminando. No tengo pan y el calor empieza a apretar en las grandes extensiones de cultivo y barbecho. Voy haciendo fotos.
- "Haz una foto al tractor" - Grita un hombre.
- "Pues claro..."
Se asoma por la puerta, alza la mano y le doy al botón de disparo.
- "¿Y esto no se puede sacar en papel?"
- "Claro que sí. Déme su dirección y se la envío por correo"
Francisco Fraile Fraile, se llama
- "Mira que sois valientes... Buena suerte en tu camino"
- "Gracias. Hasta luego. No se preocupe que le enviaré la foto. De verdad, que no me cuesta nada..."
Sigo caminando; sigo tomando fotos; sigo descubriendo imágenes secretas que voy descifrando. No sé se estoy perdido. Veo un cartel. Me acerco.
- "¡Hey, chico!"
- "Hola" - Saludo a un ciclista - "No sé si estoy perdido"
- "No, vas bien..."
Me acerco. Desciende de la bici y camina conmigo. El va hasta Zamora. Mientras se aleja, pienso en hacerle una foto. No está la cámara. Dejo la mochila al lado del arcén, escondida entre matojos. Echo a correr y llego hasta el cartel. No está, no está por ningún lado. Me da pena. No por la cámara, sino por todas las imágenes que quería compartir con mis seres cercanos. Me da pena. No por la cámara, sino porque no podré enviar la foto a Francisco, ese hombre del tractor que había perdido, para mí, el anonimato.
Por fin, llego al Cubo de la Tierra del Vino. Estamos tres. Uno de ellos es danés. Estaba también en Salamanca. Llegó más tarde que yo y, como no tenía comida, le di uno de mis sobres de pasta precocinada. Al rato, él me regala una cosica de cuero que, creo, trabaja el mismo con sus manos.
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