jueves, 16 de julio de 2009

Vía de la Plata: Viaje previo: Zaragoza - Salamanca

Plaza Mayor de Salamanca. Imagen extraída de: http://www.visitingspain.es/

El autobús había sido el medio de transporte elegido. Una vez más, aunque al menos esta vez estaba acompañado de Marta, la policía me pide el DNI. Puro trámite, dicen. Si no has hecho nada, puedes estar tranquilo. Siempre la misma vaina y siempre la misma resolución. Diez minutos de espera mientras te identifican, comprueban tus datos y te hacen sentir como un delincuente al que todas las miradas se le posan encima. Al menos, esta vez, estaba acompañado de Marta y, la detestable situación se hace mucho más llevadera.

Ya es algo que, en un momento u otro, ha de cumplirse. En esta ocasión, en Soria. Allá, esperando a seguir mi viaje, me encuentro a María, antigua compañera del Ginos, así que ya ha tenido lugar mi encuentro con algún/a conocido/a.

Mi credencial de peregrino. Por lo visto, ésta no gusta mucho en Santiago

Al llegar a Salamanca, he de buscar el Albergue. Doy unas cuantas vueltas hasta que, por fin, lo encuentro. Es curioso, porque está en la Calle El Arcediano y, claro está, me retrotrae al hostal de Tarazona sito en la Calle de los Arcedianos. Purita casualidad ¡nomás! Me extraño de que al quillo que esta delante de mí le estén sellando una credencial. Quedo observando y mi mirada empieza a divisar diferentes paneles relacionados con Santiago. En ese momento, descubro que mi periplo por el recorrido de la antigua calzada romana es también Camino de peregrinación a Santiago. De lo que se entera uno ¡oiga! El primer sello, el de Salamanca, lo obtengo de inmediato.

Mi primer sellico. Con esto, ya podré ir de albergue en albergue y demostrar que soy ¿peregrino?

Tan solo unas vueltecitas, un bocata y la necesidad de comprar una libretita para anotar mis cosas. Entro a una tienda y me hago con ella y un bolígrafo bic con el que poder escribir. La quillita que me atiende es la mar de maja. A pesar de la hora, ya bastante tardía para un comercio, su sonrisa y amabilidad hacen que me vaya más contento en mi solitario deambular.

Como no, me acerco a la Plaza Mayor. Allá, realicé mi primera foto. Bueno, mi primera y última, porque me quedé sin pilas y el resto quedaban en el albergue, dentro de la mochila, sin hacer uso de su utilidad en mi imperiosa necesidad de retratar aquellas cosas que iba viendo.

Mas, seguidamente, me encontré cansado y el sueño se empezó a apoderar de mi cuerpecillo rumbero. Era la hora de marchar a dormir...

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