Empezaba bien prontito. Nosotros aún teníamos que cenar, así que al llegar ya habría comenzado el jolgorio. Tal como había augurado, así fue. Llegamos y, obviamente, me encontraba un poco desubicado. Todo el mundo hablaba en francés, aunque, alguno chapurreaba algo en castellano. La sorpresa fue la existencia de Dani, un quillo español que casualmente también pasaba allí sus vacances. Lo lógico es que nos hubiéramos juntado para poder hablar entre nosotros, ya que el no entendía ni jota de francés y yo, si me hablan rápido, me pierdo. Pero, ya se sabe que conmigo la lógica se va al carajo. En definitiva: con él fue con quien menos hablé en todo el rato que duró la fiesta.
El camino hacia la fiesta tenía tres puntos delicados:
Mi temor inicial era el musical. Yo, cuando estoy de rumbeo-loco, dependo mucho de la música que suena. Pero, al llegar, sonaban los Strokes. Bueno, no tiene mala pinta... Mi plan era sencillo: Si la música no me gusta, tiro el equipo por la ventana, jajajaja. Afortunadamente, la música se quedó en el salón ¡yiiiihaaaaa!
Plan 2: Si estoy muy aturdido, y no me entero de mucho, la clave está en decir una frase sin sentido: "Je suis desolé, mais j'aime bien manger des enfants".
Anaïs estaba un poco preocupada pues no sabía si podría relacionarme bien con aquellos seres francoparlantes.
Con estos puntos previos, estaba seguro de que me lo iba a pasar bien. Y así fue. Esos/as quillos/as franceses/as eran súper majetes/as. Obviamente, se preocuparon por poder entendernos, hablando más lento, utilizando alguna palabra española y, su sonrisa, su agradable manera de ser, su alegría se iba contagiando con la mía ¡Buah! Me lo pasé tremendamente genial. Una nuit inolvidable.
Un momento memorable. El anfitrión se levanta y con la cerveza en la mano, alza el brazo y grita en castellano: "¡Por todos aquellos que lucharon en la Guerra Civil Española: comunistas, anarquistas, socialistas"! Y todos levantaron sus bebidas y brindaron con entusiasmo ¡Muy crack!
Al final, despedidas con abrazos, besos y con el deseo de volver a vernos. Ya saben que aquí, en Zaragoza, tienen una casa donde quedarse si vienen de visitica rumbera. Ahora, espero las fotos que me hicieron con mis compinches franceses/as.
¡Que bien me lo pasé!
El camino hacia la fiesta tenía tres puntos delicados:
Mi temor inicial era el musical. Yo, cuando estoy de rumbeo-loco, dependo mucho de la música que suena. Pero, al llegar, sonaban los Strokes. Bueno, no tiene mala pinta... Mi plan era sencillo: Si la música no me gusta, tiro el equipo por la ventana, jajajaja. Afortunadamente, la música se quedó en el salón ¡yiiiihaaaaa!
Plan 2: Si estoy muy aturdido, y no me entero de mucho, la clave está en decir una frase sin sentido: "Je suis desolé, mais j'aime bien manger des enfants".
Anaïs estaba un poco preocupada pues no sabía si podría relacionarme bien con aquellos seres francoparlantes.
Con estos puntos previos, estaba seguro de que me lo iba a pasar bien. Y así fue. Esos/as quillos/as franceses/as eran súper majetes/as. Obviamente, se preocuparon por poder entendernos, hablando más lento, utilizando alguna palabra española y, su sonrisa, su agradable manera de ser, su alegría se iba contagiando con la mía ¡Buah! Me lo pasé tremendamente genial. Una nuit inolvidable.
Un momento memorable. El anfitrión se levanta y con la cerveza en la mano, alza el brazo y grita en castellano: "¡Por todos aquellos que lucharon en la Guerra Civil Española: comunistas, anarquistas, socialistas"! Y todos levantaron sus bebidas y brindaron con entusiasmo ¡Muy crack!
Al final, despedidas con abrazos, besos y con el deseo de volver a vernos. Ya saben que aquí, en Zaragoza, tienen una casa donde quedarse si vienen de visitica rumbera. Ahora, espero las fotos que me hicieron con mis compinches franceses/as.
¡Que bien me lo pasé!
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