La semana de conciertos terminaba el Sábado. A la Bass, de nuevo, nos acercamos Cuquito y yo. Al llegar, obviamente, nos tenían preparada la alfombra roja para llegar hasta su interior: Tres conciertos, tres ocasiones en que nos acercamos para bailar. Ahora, con mi amor por la música, por su disfrute en los directos, por esa manera de movilizarme cada vez que toca alguien que me gusta, se puede comprender hasta que punto me "asfixia" (a pesar de que labore de lo más feliz), estar en un trabajo que no me permite asistir a ningún concierto, a ningún acto cultural, a no poder tener un mínimo de vida social.
Cuquito apenas los había oído, yo nunca los había visto en directo (no pude ir a Barbastro un año en que estaba invitado), así que tan sólo sabía que a mí me gustan y que esperaba que nos diesen un buen rato de diversión. Allí, otra vez, una de mis olivareñas favoritas, y Neus y sus compinches. Allí, otra vez, la emoción de poder ver a uno de esos grupos que suenan en el Calaveras. Salieron tan sólo 45 minutos más allá de la hora de apertura de la sala y, con la primera canción, ya sabía que me esperaba una buena descarga de diversión. Del fondo, de nuestra esquinita favorita en los momentos previos al directo, nos acercamos al escenario y allí, como de costumbre, lo dimos todo.
La kinky se portó. Se lo curró de lo lindo y, una tras otra, las canciones sonaban con energía, con contundencia, con frescura... Normal es que, al llegar al Calaveras, estuviera tan emocionado. Había vuelto a asistir a un pedazo concierto y yo lo había presenciado.
Luego me dicen que me cuide. Parece que lo hago ¿no?
Cuquito apenas los había oído, yo nunca los había visto en directo (no pude ir a Barbastro un año en que estaba invitado), así que tan sólo sabía que a mí me gustan y que esperaba que nos diesen un buen rato de diversión. Allí, otra vez, una de mis olivareñas favoritas, y Neus y sus compinches. Allí, otra vez, la emoción de poder ver a uno de esos grupos que suenan en el Calaveras. Salieron tan sólo 45 minutos más allá de la hora de apertura de la sala y, con la primera canción, ya sabía que me esperaba una buena descarga de diversión. Del fondo, de nuestra esquinita favorita en los momentos previos al directo, nos acercamos al escenario y allí, como de costumbre, lo dimos todo.
La kinky se portó. Se lo curró de lo lindo y, una tras otra, las canciones sonaban con energía, con contundencia, con frescura... Normal es que, al llegar al Calaveras, estuviera tan emocionado. Había vuelto a asistir a un pedazo concierto y yo lo había presenciado.
Luego me dicen que me cuide. Parece que lo hago ¿no?
3 comentarios:
Dices que no tienes vida social?!!!!!! Todo el dia en el bar se conoce muha peña
Eh! Pero scotty, que no hablo de la actualidad!!!!! Me refería a aquellos momentos en que trabajé en el Estudios o en el Ginos. Ahora tengo un porrón de vida social!!!!!
Besicos, quillín
El estudios mooooola
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