domingo, 6 de diciembre de 2009

Franz Ferdinand en Zaragoza.





El Viernes, día 4 de Diciembre, teníamos una cita obligada acá, en Zaraguaya. Y es que, extrañamente, un grupo de este calibre toca en la capital maña. Sí, teníamos el lujo de poder presenciar un concierto de Franz Ferdinand en Zaragoza y, obviamente, no podíamos faltar. Creo que este hecho ya condicionaba bastante a la predisposición del público asistente para pasar una gran velada de baile; pero, no fue lo único. Cuando, casi con una puntualidad asombrosa, salieron los de Glasgow y el señor Alex saludó en castellano y preguntó "Zaragoza ¿estáis bien?", el pabellón se vino abajo y la gente se entregó totalmente a semejante acontecimiento.

Pronto me metí de lleno en el concierto. No estaba en el Príncipe Felipe, sino que me había marchado a una Fábrica Industrial. Y allá, las máquinas, esas que se convierten en hombre y maniquíes, esas que golpean unas contra otras, esas que giran en un movimiento constante... comenzaron a arrollarme. La precisa maquinaria rusa de independiente engranaje escocés había comenzado a sonar, y su rítmico movimiento iban golpeando todo mi cuerpo. Pronto advertí, también, que el sonido más limpio de sus discos dejaba paso a una mayor contundencia en el directo, apoyada, a su vez, en un potente montaje visual. Mis ojos se volvieron girasoles y, sincronizados, miraban cómo giraban las ruedas de piernas y brazos perceptibles sobre el abismo.

Y así fuimos navegando, en un mismo mar de saltos y brazos, hasta que llegaron a derrumbarnos. Pieza por pieza, se iba montando una nueva batería. Los Ferdinand ya no tenían instrumentos y, alrededor de ella, se arremolinaron en un constante cambio de ritmo frenético. Era la despedida, a lo bestia, apabullante, para dejarnos totalmente exhaustos. Sí, tuvieron fallos de coordinación, sí se perdieron en su entusiasmo; pero, desde abajo, a casi todos/as nos daba igual. Estábamos atrapados y eso no nos iba a condicionar.

Regresaron, como era esperado, para realizar los bises. El ambiente seguía caldeado y los de Glasgow siguieron empuñando sus instrumentos para volver a desmontarnos. Así, hasta llegar al final, en el que un extenso y machacón ritmo electrónico servía como telón de fondo para que, uno a uno, se fuesen marchando del escenario en una noche en la que no llegó el silencio. Ovación de gala para los cuatro escoceses que volvieron al escenario para despedirse como es debido: cogidos de la mano y reverenciando. Y es que, cuando hay elegancia...

En una palabra: apabullante

4 comentarios:

Sally dijo...

No hay nada como un espectáculo en directo.

closada dijo...

Efectivamente, y si es bueno, mejor que mejor

Anónimo dijo...

definitivamente franz ferdinand en directo es increíble, tuvimos la oportunidad de tenerlos en Paraguay, para las personas que amamos la buena música fue lo mejor que vimos aqui, porque por lo general no vienen buenas bandas.


Alicia

closada dijo...

Hola Alicia,

Sin duda, un concierto de lujo al que no se puede dejar de asistir.

Besicos