Conté el día 24 de Septiembre que, al salir de la filmoteca (visualizamos Hiroshima mon amour), me encontré con una quillita que hacía unos diez años que no veía. Escribí que, si no se rajaba, seríamos compañeros de correteos nocturnos.
El día 16 de Octubre, la nuit que había marchado a ver Che, hablaba ya de mi nueva compañera de recorrido urbanita.
El azar, o no, quiso que nuestras respectivas viviendas no estén muy alejadas. Somos vecinos de barrio (y éste ya se sabe que es bien pequeño), así que vivimos a cinco minutos escasos.
Es curioso que, en los dos primeros encuentros que tuve con ella, sea antes o después, acudí a la visualización de una película al cine. Es curioso que, ayer, ya planeábamos acudir juntos a ver la peli de Woody.
Hablando, me percaté de que eran más de diez años los que llevábamos sin vernos. Quizás, eran doce, por no decir catorce, que quizás se aproxima más al tiempo de desconocimiento total el uno del otro.
Corriendo, fuimos haciéndonos confidencias de nuestras vidas: desde los acontecimientos más presentes, hasta algunos un poco alejados en el tiempo.
Al terminar de correr, decidimos que nos haríamos compinches, no sólo de películas, sino también de conciertos.
Parados, permanecimos conversando bajo la luz de la farola donde su velocípedo estaba atado. Hablamos de gente, de formas de entender la vida, de ilusiones, y de cómo darlas y crearlas, y de lo bien que sienta ver la cara del prójimo iluminada.
Sin duda, el presente no es pasado. Porque, sin duda, en aquel tiempo (y me remonto a cuando la conocí), no habría conversado con ella de ninguna de estas cosas. Hemos cogido más confianza en tres días que en uno o dos años. Dudo, también, que tan siquiera hubiésemos planeado ir a correr, acudir juntos al cine o a algún concierto acá programado.
Eran otros años. Seguramente, teníamos otras inquietudes. El contexto era diferente. Nos rodeabamos de otras personas, vivíamos en otros barrios, ofrecíamos otra imagen al exterior... diferentes condiciones que hicieron, pienso yo, que no pusiéramos de nuestra parte por querer conocernos tanto.
El día 16 de Octubre, la nuit que había marchado a ver Che, hablaba ya de mi nueva compañera de recorrido urbanita.
El azar, o no, quiso que nuestras respectivas viviendas no estén muy alejadas. Somos vecinos de barrio (y éste ya se sabe que es bien pequeño), así que vivimos a cinco minutos escasos.
Es curioso que, en los dos primeros encuentros que tuve con ella, sea antes o después, acudí a la visualización de una película al cine. Es curioso que, ayer, ya planeábamos acudir juntos a ver la peli de Woody.
Hablando, me percaté de que eran más de diez años los que llevábamos sin vernos. Quizás, eran doce, por no decir catorce, que quizás se aproxima más al tiempo de desconocimiento total el uno del otro.
Corriendo, fuimos haciéndonos confidencias de nuestras vidas: desde los acontecimientos más presentes, hasta algunos un poco alejados en el tiempo.
Al terminar de correr, decidimos que nos haríamos compinches, no sólo de películas, sino también de conciertos.
Parados, permanecimos conversando bajo la luz de la farola donde su velocípedo estaba atado. Hablamos de gente, de formas de entender la vida, de ilusiones, y de cómo darlas y crearlas, y de lo bien que sienta ver la cara del prójimo iluminada.
Sin duda, el presente no es pasado. Porque, sin duda, en aquel tiempo (y me remonto a cuando la conocí), no habría conversado con ella de ninguna de estas cosas. Hemos cogido más confianza en tres días que en uno o dos años. Dudo, también, que tan siquiera hubiésemos planeado ir a correr, acudir juntos al cine o a algún concierto acá programado.
Eran otros años. Seguramente, teníamos otras inquietudes. El contexto era diferente. Nos rodeabamos de otras personas, vivíamos en otros barrios, ofrecíamos otra imagen al exterior... diferentes condiciones que hicieron, pienso yo, que no pusiéramos de nuestra parte por querer conocernos tanto.
Tal vez no haya cine, ni conciertos, ni las ganas de seguir conversando. Pero, sé que este encuentro ha sido distinto a cualquier momento vivido con ella en el pasado. Sí, el pasado es pasado y nunca será presente. Porque, en el presente, en este presente, ella y yo somos otros. Aquella quilla que conocí forma parte del pasado. Aquella quilla que me encontré hace menos de un mes, forma parte de mi presente. El pasado no vuelve al presente, no regresa para volver a instalarse. Porque aquellos lejanos años tan solo existen por mi memoria, por la creación distorsionada y condicionada de mi cerebro de una serie de acontecimientos que recuerdo con agrado.
Dice Lawrence Durrell que "todo encuentro es distinto del anterior. Cada vez nos engañamos con la ilusión de que habrá de ser el mismo".
Qué razón tiene. Creo que, por eso, no me gusta que las personas queden en el pasado, porque no sé si al "volver" al presente, nuestros respectivos caminos nos hayan conducido a un punto en que ya no nos interese que formen parte de nuestra vida. Caminos que ,si se hubiesen recorrido sin perder ese continuo devenir del tiempo en mutuo contacto, podrían diferir por completo sin que se cerrase ninguna puerta y en los cuales se hubiesen salvado los diferentes obstáculos.
Qué razón tiene. Creo que, por eso, no me gusta que las personas queden en el pasado, porque no sé si al "volver" al presente, nuestros respectivos caminos nos hayan conducido a un punto en que ya no nos interese que formen parte de nuestra vida. Caminos que ,si se hubiesen recorrido sin perder ese continuo devenir del tiempo en mutuo contacto, podrían diferir por completo sin que se cerrase ninguna puerta y en los cuales se hubiesen salvado los diferentes obstáculos.
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