En primer plano, la apariencia. La apariencia, lo que queda de un primer encuentro en que apenas intercambias palabras.
Las palabras, ayer, acompañaban a los gestos. La apariencia (buena, por cierto), quedaba reducida a, tan solo, un no muy lejano recuerdo. La sorpresa era grata. Era como descubrir una nueva persona que no desplazaba a la otra, pero que aumentaba ante mí un interés que, quizás, sin sus gestos, sus palabras y su mirada, difícilmente habría tan siquiera imaginado. Entonces, quería conocer más, seguir intercambiando opiniones, vivencias, ilusiones.
Espero que a su regreso me llame y me deje ver a través de sus ojos. Espero que, cuando llegue, me cuente y, así, poder seguir aprendiendo. Espero, en definitiva, seguir conociendo...
Me alejé mientras llovía. Había entregado de golpe tres de mis pequeños presentes. La sonrisa acompañaba mis pasos. El agua era fría, pero no era muy intensa. Así que di una vuelta y pasé por la fuente. A mi izquierda El Pilar y, al fondo, quedaba La Seo. Allá, a lo lejos, apenas quedaba visible. A medida que me acercaba iba tomando forma. Su torre, cada vez, se presentaba más alta. Al pasar por su lado, me mostraba sus ladrillos, su profusa decoración mudéjar, sus aristas y colores. Ya no permanecía en sombra y percibía unos detalles anteriormente inimaginables.
Las palabras, ayer, acompañaban a los gestos. La apariencia (buena, por cierto), quedaba reducida a, tan solo, un no muy lejano recuerdo. La sorpresa era grata. Era como descubrir una nueva persona que no desplazaba a la otra, pero que aumentaba ante mí un interés que, quizás, sin sus gestos, sus palabras y su mirada, difícilmente habría tan siquiera imaginado. Entonces, quería conocer más, seguir intercambiando opiniones, vivencias, ilusiones.
Espero que a su regreso me llame y me deje ver a través de sus ojos. Espero que, cuando llegue, me cuente y, así, poder seguir aprendiendo. Espero, en definitiva, seguir conociendo...
Me alejé mientras llovía. Había entregado de golpe tres de mis pequeños presentes. La sonrisa acompañaba mis pasos. El agua era fría, pero no era muy intensa. Así que di una vuelta y pasé por la fuente. A mi izquierda El Pilar y, al fondo, quedaba La Seo. Allá, a lo lejos, apenas quedaba visible. A medida que me acercaba iba tomando forma. Su torre, cada vez, se presentaba más alta. Al pasar por su lado, me mostraba sus ladrillos, su profusa decoración mudéjar, sus aristas y colores. Ya no permanecía en sombra y percibía unos detalles anteriormente inimaginables.
Hoy, busqué, entre mis fotos, aquellos tres rostros nevados. Y, al fondo, apariencia.
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