
Había escuchado de todo sobre Vicky Cristina Barcelona: "esto no es Woody Allen", "a mí me ha encantado", "es una mera visita turística"... No sabía muy bien con que sensación saldría del cine. Ahora, cuando me encuentre a alguien ya podré opinar: "me ha gustado mucho".
Los créditos son los de siempre. La sobriedad del blanco sobre negro que tanto identifican a Woody volvía a estar ante mis ojos. Sobre ellos, la música, la canción que acompañará toda la película. Y suena tanto, tanto, que al final hasta acaba cansando. Seguidamente, comienza la película con la voz en off del narrador, hecho que me desagrada, pero al que acabo acostumbrándome. Aunque, sin duda, es lo que menos me gusta del film. De esta manera, nos introduce en la historia, en la manera de pensar de los personajes y el porqué de su situación.
A partir de allí, Woody nos sumerge en varias historias de amor. O quizás sólo en una, la que finalmente acaba venciendo. Aquella que Bardem comenta parafraseando a su padre y que viene a decir, más o menos: "tiene rabia porque dice que, después de ¿?mil años, el ser humano sigue sin saber amar".
Esa es la historia de amor que nos presenta y que, sin duda, refleja esa extraña maldición de nuestra (y seguramente anteriores), generación: miedos, barreras, vivencias pasadas que siguen marcando el presente (cuando debieran quedar atrás bien encerradas), proyecciones injustamente otorgadas, acomodaciones, corazas... impiden a la gente dejarse llevar, entregarse, sentir, amar.
Así que, entre medio de todo ese maremagnum de sentimientos, está la figura de Bardem, a quien casi matan; pero, que, a pesar de ello, sigue observando miradas, gestos, cuerpos que le atrapan, en un intento de seguir amando. Quizás, llevado al extremo, y eso es lo que no me gusta, pues parece no importarle hacer daño o herir a aquella que permanece a su lado.
Me trajo recuerdos y muchos pensamientos.
Al salir del cine, decidimos ir a tomar algo. Queríamos un bar tranquilo y a esas horas, y cerca de nuestros hogares, quedaba la Pasión. Allá fuimos con nuestros velocípedos y nos sentamos a mirar fotos que, extrañamente, explicaba sin reparo.
Hacía frío en la noche. Dos besos y empezamos a desplazarnos.
- "Me ha encantado este re-encuentro". Resalté al despedirnos.- "Sí, a mi también. De hecho, ahora te conozco mucho más que antes".
Giré y me alejé pedaleando.