jueves, 22 de febrero de 2007

La Pachamama (La Madre Tierra)

Salí a este mundo con premura, antes de tiempo, supongo que porque tenía ganas de descubrir qué demonios me esperaba ahí fuera. Salí del vientre de mi madre para llegar al vientre de todos nosotros, a la madre Tierra que nos acoge en su seno para bendecirnos con todas sus maravillas.

Así que salí a descubrir mundo y pronto comprendí que todo es negro, que nada tiene color. Y ese negro me acompañó largos años, quizás demasiados, con más y más intensidad a medida que pasaban los años. Hasta que un día la Madre Tierra me hizo una señal. Y empecé a pintar: rojo, verde, azul y amarillo, primero; luego vendrían el resto. Pinté con fuerza, con delicadeza, con amor y comprensión; con bondad, con libertad, con vehemencia y con coherencia.

Comprendí entonces que ya no necesitaba pintar más, que necesitaba compartir esos colores con las personas. Ofrecí mis pinceles, hasta quedarme sin ninguno; después mis pinturas, y pasó lo mismo. No importaba quedarme con nada, porque compartir mis utensilios de pigmentación no sólo provocaba felicidad en mí, sino que lo hacía en los demás. Sin pinceles ni pinturas, en una ocasión, la Madre Naturaleza me puso a prueba y decoloró una parte del mundo que yo veía. Inocente y sin alarmarme confié en que alguien me prestaría un pincel y una pintura al percatarse de esa pequeña mota negra que acechaba a mi naturaleza. Mas, mi ingenuidad fue tal que no pude comprender que hay veces que las personas no prestan atención más que a sus motas y que debía ser yo quien pidiese a gritos pinceles y pinturas. Y cuando lo hice no fue de la manera adecuada, pues derramé pintura negra donde no debía.

La Madre Naturaleza me dio una gran lección, porque mi mundo se convirtió totalmente negro del todo… bueno, del todo no; yo, aunque poco, aún poseía color. Me he fabricado mis pinceles y mis pinturas y me he puesto manos a la obra. Pinto yo solo, lento pero constante, así que el colorido vuelve a aparecer brillante y harmonioso. Aún espero que alguien me tienda su pincel y su pintura, y sin embargo ya estoy pensando en compartir los míos… cuanta vehemencia y coherencia.

2 comentarios:

cuco dijo...

El texto me recuerda ha un libro que leí ( que por cierto me costó un poquito)Así hablaba Zaratustra.Veo en ti un ansia grande por compartir lo que has aprendido en solitario,pero estas personas no te prestan atención ya que ven en negro y no deseán ver en color, por eso serás abucheado, pero no tardarás en conseguir gente que desea aprender tus conocimientos. Los dejarás, pero volverás para observar sus avances, pero ellos no predicán lo que tu les has enseñado, decidirás marchar, para acabar volviendo ha tu cueva donde con paso lento pero constante te irás acercando hacia esa obra de pinceladas de color que tanto aprecias.

closada dijo...

Bueno, Cuco, demasiadas pretensiones pones en mí. Eso sí, compararme con un libro de esa categoría (que por cierto no he tenido la suerte de leer todavía), sólo puede hacer que me sienta flotando entre nubes por tan elevada estima.

No vas desencaminado, pero te dejas un punto importante que aparecía en el texto de La Salvación: "me convertí en mi propio gurú, pues no podía permitir ni asumir que se me enseñase el camino, del mismo modo que yo nunca podría enseñárselo a nadie".

Hace poco, leyendo a Krishnamurti (aún estoy con su libro), observé que él decía lo mismo aunque con otras palabras. Es extraño que, sin haberlo leído nunca, coincida en muchísimas cosas con sus pensamientos.

Bueno, que me encanta que escribas cositas así. Además, creo que, poco a poco, algunos/as estáis recibiendo mis pinceles y mis colores. ¡Me encanta!

Besos