La caída del hombre, su esclavitud en vida, su extermino, la más absoluta pérdida de dignidad, apareció con la idea del ser superior, unitario, perfecto, omnipresente, omnipotente. Esta idea ya la apuntaron los pitagóricos (malditos seáis por vuestras teorías), pero fueron los escritos de Platón los que más influirían a la hora de hundir al hombre en el más profundo de los abismos. Y lo fueron porque ayudaron mucho a crear la idea de Dios y el monoteísmo que hoy impera, aunque en diferentes religiones, en la Tierra.
Platón nos ha maldecido, nos ha dejado la peor de las herencias posibles. Ahora, desde que nacemos todo es Platón, todo, aunque no nos demos cuenta. Nos crían en Platón, nos educan en Platón y, sin querer, acabamos viendo como Platón. Sería fácil desligarnos de Platón, ah, pero entonces topamos con la imperante incomprensión del pensamiento monoteísta. Los demás debemos comprender sus ideas; pero, ellos no se interesan por las nuestras, puesto que a sus ojos no somos más que pecadores.
El monoteísmo nos ha jodido bien jodidos. Estamos sometidos a la voluntad de un ser superior que vela por nuestra seguridad y salvación. Todo lo que ocurre es porque Él quiere, y encima debemos pedirle clemencia y misericordia. Sí, estamos más que jodidos. Sometidos a su inmenso poder, ya nada depende de nosotros: si caemos, deberemos esperar a que Él nos levante; si ganamos, tendremos que darle las gracias; si marchamos, Él habrá movido nuestras piernas. Ya nada nos pertenece, todo es de Él. No hay voluntad propia, ya nada depende de nosotros, ya no podemos hacer más que esperar a que su benevolencia nos señale. Es la maldición del hombre, porque así sólo queda caos, desesperación, caída, humillación, muerte y destrucción.
Y ya está bien, porque así sólo hay guerras, envidia, odio, ira, pues no somos capaces de ver que en nosotros radica la posibilidad de avanzar. Alcemos valientes nuestra condición de seres humanos, porque eso es lo que nos hará fuertes en nuestra inmensa debilidad. Seamos enérgicos y rechacemos nuestra esclavitud y servidumbre del dios superior, porque el único dios válido es el hombre.
Platón nos ha maldecido, nos ha dejado la peor de las herencias posibles. Ahora, desde que nacemos todo es Platón, todo, aunque no nos demos cuenta. Nos crían en Platón, nos educan en Platón y, sin querer, acabamos viendo como Platón. Sería fácil desligarnos de Platón, ah, pero entonces topamos con la imperante incomprensión del pensamiento monoteísta. Los demás debemos comprender sus ideas; pero, ellos no se interesan por las nuestras, puesto que a sus ojos no somos más que pecadores.
El monoteísmo nos ha jodido bien jodidos. Estamos sometidos a la voluntad de un ser superior que vela por nuestra seguridad y salvación. Todo lo que ocurre es porque Él quiere, y encima debemos pedirle clemencia y misericordia. Sí, estamos más que jodidos. Sometidos a su inmenso poder, ya nada depende de nosotros: si caemos, deberemos esperar a que Él nos levante; si ganamos, tendremos que darle las gracias; si marchamos, Él habrá movido nuestras piernas. Ya nada nos pertenece, todo es de Él. No hay voluntad propia, ya nada depende de nosotros, ya no podemos hacer más que esperar a que su benevolencia nos señale. Es la maldición del hombre, porque así sólo queda caos, desesperación, caída, humillación, muerte y destrucción.
Y ya está bien, porque así sólo hay guerras, envidia, odio, ira, pues no somos capaces de ver que en nosotros radica la posibilidad de avanzar. Alcemos valientes nuestra condición de seres humanos, porque eso es lo que nos hará fuertes en nuestra inmensa debilidad. Seamos enérgicos y rechacemos nuestra esclavitud y servidumbre del dios superior, porque el único dios válido es el hombre.
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