Como ya comenté, al describir brevemente mi encuentro con Javier L., habría otra versión. Y, como no, debía de integrarla aquí. Tan sólo he escogido el fragmento correspondiente a su paso por el Calaveras, mas se puede encontrar el texto íntegro en La curvatura de la córnea:
La ruta de cubatitas fue una de las habituales hasta que mi memoria golpeó al sentido del ritmo.
— Toc, toc. — dijo — Esta noche en el Calaveras y Diablillos pincha Boogalero DJ con su cargamento de reggae, rumba y patxanga.La propuesta fue aceptada y el viento festivo viró en dirección a la calle Heroísmo. Era la primera vez que iba a ese garito y en la puerta, antes de entrar, noté el regreso de ese instinto animal que creía perdido, la sensación corporal, biológica, de que el sitio me iba a gustar.La niebla de nicotina entonaba el lugar. Un esqueleto alojado en la pared del fondo a la izquierda me sugirió la ruta del fondo a la derecha, allí había sitio y pista de baile. Los pies se fueron por derecho, las palmas sabrosas no dejaron de sonar y no son pa´ caminar, que son pa´ bailar, que son pa´ gozar.
El Gitano Antón, al que todo el mundo camelaba, sonaba en los altavoces. El Rey Peret con Macaco y la máquina musical de los excepcionales Ojos de Brujo. Bizqueé hasta el puesto del pinchadiscos que estaba vacío, desolado, y pensé por un segundo que quizás al DJ le había pasado como al Gitanito Antón, al que todo el mundo quería, pero señores que desgracia que mataron al Gitanito Antón. No fue así, el gachó bajó las escaleras con porte de chiqulicuate, camisa calé de geométrica setentera, corbata flojita pa´ mitigar la calor y pelito rapado al cero. Lo abracé como nunca podremos hacerlo en una de nuestras bitácoras y le grité al compás «Muy bueno el Rey pero ¿qué tal una rumba catalana?»
Cualquiera que tenga unos mínimos de conocimientos musicales entenderá la incongruencia cubatera, nocturna y canalla de semejante aseveración. Peret, con permiso de El Pescadilla, es la rumba catalana. Reconozco que en ese momento no fui consciente de mi error, así que debió ser el subconsciente el que solicitó « ¿Y si dejamos la rumbita y pegamos un salto a la cumbia, a la cumbia catalana?El Boongalero se marchó raudo y sonreía, sonreía pero desesperaba porque su mente buscaba la solución al enigma. Corrió los cien metros lisos de la barra, se sumergió en los discos, se produjo el milagro disquero de unir al Rey de la Rumba con mis adorados/añorados Dusminguet y sonó en mi honor la Cumbia Bruja. La canción mágica con la que regresamos al baile durante la primera noche del primer verano del siglo XXI, tras un órdago de discusión fue la cumbia catalana la que curó el extraño dolor, la que alargó la vida con una piel nueva y un paso pa´lante, otro paso pa´ tras.
El mezcladero de sonidos había acertado y yo estaba sin pareja. Cerré los ojos. Oscuridad. Con la mano izquierda agarré su mano, con la derecha abracé su cintura y me dejé llevar hasta el polideportivo oscense donde giramos y giramos y giramos y giramos hasta recobrar el mareo adolescente de los labios, de la mirada cinemascope, de las estrellas en Los Huracanes, del amor.
La noche venía de ron. En el Calaveras y Diablillos se había agotado. El alcohol nos abandonó y fuimos en pos hasta encontrarlo en otros ritmos más poperos pero… eso es otra historia
Un mismo suceso, dos visiones. La Conchi, situada en la misma barra, tendrá otra percepción distinta. C'est la vie...
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