domingo, 17 de octubre de 2010

Maletas perdidas

Iba leyendo en el autobús. El asiento de mi lado estaba libre. Cada vez subía más gente y se iba llenando. Finalmente, una quillita se sentó a mí lado. Estaba en la página 256...

- "Perdona... ¿Cuál es el título del libro?"

Levanté la vista, la miré y giré los ojos hacia el libro que llevaba en mis manos. Entorné sus páginas para dejar la portada visible y que pudiera leer el título, al tiempo que pronunciaba: "Maletas perdidas".

- "Gracias... Lo siento, pero no he podido evitar leer la página en la que estabas y me parecía interesante".

- "Ah. No pasa nada... La verdad es que está muy bien... Fíjate. Yo me iba a comprar otro libro de este autor que se titula Animales tristes. Lo había visto por Portugal y me apunté el título. Pero, al llegar a España no lo encontré. En una tienda, vi que tenían este otro, del mismo autor, así que me lo llevé. Y me está gustando mucho. Trata de cuatro hermanos que no se conocen (uno es de Inglaterra, el otro alemán, uno es francés y el que queda de España), y que están ordenando unas pistas para poder encontrar a su padre. La verdad es que es muy interesante."

- "Creo que lo voy a buscar y me lo voy a leer. Es que me estaba gustando lo que leía. ¡Uys! Oye, perdona por haberte interrumpido..."

Así rememoro cómo sucedió aquel encuentro, en el autobús, en que recomendé, a una quillita desconocida, el libro que me estaba leyendo: Maletas perdidas. Pero, tan solo es un recuerdo, porque "el paso del tiempo siempre deforma la realidad".

En esta novela, Jordi Puntí nos ofrece una especie de road movie narrada a través de las voces de los cuatro hermanos, quienes, como auténticos detectives, analizan pistas, huellas, testimonios, recuerdos, para lograr encontrar a su padre: Gabriel Delacruz. Así, van a apareciendo diversas localizaciones y, sobre todo, personajes bien definidos que van enriqueciendo más y más una obra que engancha, como si de un thriller se tratase, por las intensas ganas que entran de llegar a descubrir qué carajo nos depara el final. Y, quizás, es en este punto donde la novela decae. Lo que, hasta el momento, es una sobria y sólida novela, de repente deviene en una majadería rocambolesca que, apenas, parece tener nada que ver con lo anteriormente leído. Diría que desentona en exceso. No obstante, quizás, después de indagar en la extraña vida de un personaje realmente normal, sea normal terminar de manera extraña la vida allá contada.

"El sentido de una vida es la vida misma, aquello que construimos cada día sin ser conscientes de ello. Por eso, cuando las vivimos, la mayoría de las situaciones no tiene un significado especial. El espejismo del sentido viene después".

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