Ayer marché a ver a los Peyotes. Esperaba la llamada del Sr. Binguero, pero estaba malito de las tripas y, por desgracia, no podía asistir al evento. Sabía que allá me encontraría a gente, seguro, y que el Sr. Joven y Paula también acudirían más allá de las 21.30. Así que, al salir del trabajo, tomé a Boogaloo y me dirigí al Hamburgo's a tomarme un bocata y un tubico de cerveza. En ese lugar, vino la primera sorpresa: Cesarín y Müller entraban en escena. Bien, bien... ya éramos tres compinches, mínimo, dispuestos a menear nuestras caderas.
Entramos a la Lata de Bombillas sobre las 21.00. Poco a poco, iba llegando la gente. Llegaron Canh y Chemo. Empezaba a animarse la cosa. Poco a poco, seguía llegando más gente. Se respiraba fiesta en el ambiente y, de repente, las guitarras, la batería, el órgano y los desgarradores gritos del cantante, invadieron con estruendo la sala. La sala, llena, pero con algo de espacio. Golpes en la espalda mientras bailo. Paulita y el Sr. Joven, que ya han llegado. El rock'n'roll acelerado fluía por nuestras venas a ritmo garajero desenfrenado. Estaba el Cesarín, estaba Müller. Sabía que esta noche no era de esas con zombies de cuerpo acartonado que mueven sus cabecitas al compás de la música. La noche era para el más bravo y purito rockandrollah y nosotros los teníamos claro.
¡garaje o muerte!
No hay comentarios:
Publicar un comentario