jueves, 14 de octubre de 2010

De La Pulquería a Calle 13

Seguía mi concatenación infernal de conciertos el Dominguito mismo. Su actuación de la Sala López era la ocasión para volver a ver a La Pulquería en directo. Presentaban su nuevo trabajo Fast Cuisine, compuesto por tres EP's unificados bajo un sólo título. Por fin, tocaba escuchar y ver un nuevo repertorio de estos quillos valencianos, con lo que no podía faltar a la cita.

Llegamos a las 21.00 horas en punto (supuestamente hora de apertura de puertas), y había ya un montón de people. Tardaron casi media hora en subir la persiana, con lo que la gente se iba apelotonando en torno a la puerta. Afortunadamente, pudimos comprar rápidamente las entradas y, como los pulqueros se había marchado a cenar, nos fuimos a echar una cervecica a un bar cercano. Al llegar, mi temor se confirmaba. Había más gente que en la guerra. Triste política la de esta ciudad que tiende a llenar las salas en exceso en detrimento del bienestar del público asistente. Y más, si se tiene en cuenta la existencia de columnas que dificultan la visión del escenario si quedas al fondo, en las últimas filas.



La Pulquería fue alternando nuevas canciones con aquellas ya consagradas de sus anteriores discos. Rock, Ska, rancheras, corridos de amor y su consabido reparto de tequila, para volver a ofrecer una gran fiesta de baile y diversión. La verdad es que los tíos se lo curran y, enseguida, hacen a la gente partícipe del evento. La pena es que sean tan guayones...

El concierto nos dejó con ganas de más, así que nos quedamos en el local, que se vaciaba a pasos agigantados, bailando. Marta y yo teníamos que madrugar, así que, por desgracia, decidimos retirarnos. Sin duda, esa era una noche en que habríamos quemado Zaragoza...

... Pero, tocaba madrugar, trabajar y, por la tarde, descansar para poder estar fresco la deseada noche del concierto de Calle 13, allá lejos, en Valdespartera. Caro y, en mi opinión, con desacertada elección de compañera de cartel: Bebe.

Empezaba con tres cuartos de hora de retraso sobre la hora programada y, para desgracia, se confirmaban mis temores. Iniciaba el concierto Calle 13, ante nuestra sorpresa por semejante sinsentido y majadería por parte de quien haya programado ese evento. Lo primero que sentí fue indignación. Es vergonzoso que sea cabeza de cartel Bebe, una tipa que adquirió, según mi punto de vista, una excesiva relevancia tras un trabajo bastante simplón y que, fuera de toda duda, se encuentra a años luz, en el ámbito internacional, de Calle 13, uno de los grupos más importantes de habla hispana en la actualidad. No en vano, esta banda ha ganado 10 Premios Grammy Latinos y 2 Premios Grammy. Pero, así es nuestra ciudad. Aquella que quiere ser Capital Europea de la Cultura 2016 demuestra, una vez más, su falta de criterio y su pésima gestión. Uno, porque son dos públicos totalmente diferentes. Dos, porque Bebe no puede ser cabeza de cartel de un concierto así. Tres, porque 26 euracos para ver a Calle 13 durante una hora, y un bis de una canción, es excesivo. El espacio Z medio vacío deja constancia de semejante despropósito. Tenemos la suerte y el lujo de que estén acá Calle 13 y nos los ponen de teloneros de Bebe. ¡Lamentable!



Pero vamos a lo importante. Vamos a la música y vamos al baile. Salió Calle 13 y se comió el escenario con pataticas y todo. El concierto empezaba fuerte, con dos bombas que ya nos dispusieron para el baile continuado: "No hay Nadie como Tú" y "la Cumbia de los Aburridos". Cumbia, hip-hop, ska y ritmos de reggaeton van cogidos de la mano para este grupo que no se muerde la lengua. Contundente en sus proclamas, el señor Residente, entre canción y canción, iba soltando algunas de sus perlas comprometidas con lo social y la política. Entre tema y tema, nos fuimos "Pa'l Norte", danzamos en una auténtica "Fiesta de locos" y al final sólo podíamos pensar: "Atrévete te te". Una pena que ya sólo les quedase tiempo para el "Tango del Pecado".

Era el momento de marcharnos a mitad de carpa, totalmente vacía en ese punto, para presenciar desde la lejanía el concierto de Bebe. Después de una interminable espera de casi cuarenta minutacos, salió la "pisa gatos" al escenario. Y la llamo así porque, desde donde estábamos nosotros, no se le entendía nada. Es más, en un momento del concierto, sinceramente, parecía una jaula de gatos maullando. Con un comienzo aburrido, con una quilla totalmente estática, decidimos autoanimarnos para, al menos, pasarlo bien. Bailamos, ¿cantamos?, desvariamos... tanto, tanto, que nos lo pasamos en grande. Ya no hacíamos caso a lo que hacía Bebe en el escenario. Realmente, nos daba igual. Sólo queríamos pasárnoslo bien... Quizás, hasta estuvo bien el concierto. Aunque, sinceramente, lo dudo, jejejeje.

Cuando ya no quedaba mucho para que terminase el concierto (tres o cuatro canciones), debieron abrir la entrada libre, porque comenzaron a entrar más personas y, casi, casi, parecía que había un porronsito de gente. Gente que animaba, gente que cantaba, gente que hasta parecía que había pagado para ver a Bebe.

Fin de concierto y carpa amenizada a ritmo de música de discotecas de playa veraniega. ¡Otra gran chingada! Un nuevo traspiés cultural. Señores/as del ayuntamiento, ya que hemos pagado 26 euracos por entrar a ver a unos grupos que, aunque muy diferentes, no chirriarían en un festival más inmenso, de esos que integran a muchos grupos de música llamada mestiza, o latina (o como bien carajo quieran etiquetarla), no nos la vuelvan a meter doblada y adapten la música al público asistente ¡Qué menos!

En fin, que grandes La Pulquería y grandísimos Calle 13. Ahora... ¡quiero más!

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