domingo, 12 de septiembre de 2010

Faro

Vista de Faro

Faro fue uno de esos lugares mágicos de nuestro viaje. Iba a ser nuestro "campamento base" en el Algarve y de allá nos moveríamos a diferentes puntos. En Faro, tuvimos varios momentos que recordamos con alegría, nostalgia y emoción. Es extraño que a la gente no le suela gustar esta población. Sinceramente, no logramos entenderlo. Quizás es que nos conformamos con poco. Quizás es que descubrimos un Faro al que muchas personas no suelen llegar. Quizás la paz y tranquilidad de esos días nos produjo un estado de ensueño que nos hizo percibir todo con otros ojos. Pero, de lo que no hay duda es de que, algún día, hemos de volver.

Día 10 de Agosto

Nuestra primera emoción llegó al entrar en nuestra habitación en el Hostal Dandy, una auténtica cucadica. Era una pequeña estancia de aspecto muy tradicional, bastante sobria y con unas pequeñas lamparitas la mar de monas. Fuera, se situaba el baño (compartido) y una terracita comunitaria, lugar donde conoceríamos, más adelante, a un par de compinches (él de Canarias y ella de Francia), que viajaban juntos.

La habitación de El Dandy

Con la primera vuelta que dimos nos enamoramos de Faro y de "nuestra casita". El color blanco domina esta población, así como las casitas de dos o tres plantas. El Casco Histórico es precioso, con rincones que pueden atrapar a cualquiera. Estábamos en una ciudad tan bonita y una habitación tan acogedora... Pero, aún quedaba de lo mejorcito por llegar.

Esa misma noche, la de nuestra llegada, nos fuimos por ahí a cenar. Tuvimos la suerte de acabar en "la casa" de Nina. Esta mujer, que se encargaba de la cocina era un encanto. Sonriente, humilde, atenta, nos explica todo con esmero y se preocupaba por nuestro bienestar en "su casa", Sin duda, para nosotros, habíamos descubierto el mejor restaurante de Faro. Ya sabíamos, en ese mismito momento, que volveríamos a cenar otro día. Ya sabíamos y teníamos claro que le haríamos un pequeño regalo.

Día 11 de Agosto

Jornada en Albufeira, población que, para nosotros, fue una gran decepción. A pesar de pasar un día estupendo de relax en la praia, nos quedamos con la sensación de que es un poco como Benidorm, pero sin rascacielos. Muchos turistas y hoteles modernetes y grandes próximos a las cercanías de la praia y un sinfín de terrazas llenas de guiris tomando cervejas, tapitas y refrescos. Eso sí, estuvimos divinamente tomando el sol, bañándonos y caminando a orillas del mar. Una buena manera, sin duda, de recargar pilas.

Nuestro regreso a Faro viene marcado por la parada en la terraza de la Taberna Sta. Maria. Allá, encontramos a otro de esos seres que se hacen partícipes de nuestros días viajeros. Era una mujer la mar de pizpireta. Alegre, divertida, conversadora, mostraba un especial cariño con Marta. Yo estaba convencido de que, de permanecer un ratico más allá, la rapta y se la lleva como "nieta preferida".

"Soy tu poni robot, pequeño poni robot"

Día 12 de Agosto

Estación de Tavira

Viaje gratis para Marta en el comboio hasta Tavira. Es el día de la Juventude y, por lo tanto, no tiene que pagar.


Tavira es un sitio precioso, lleno de casitas blancas de tejados biselados. Allá compraremos las postales que regalaremos a las dos mujercicas que tan dulcemente nos habían atendido y tratado en Faro. Eran flores como soles sonrientes.

Vista de Tavira

Ya en Faro, diccionario en mano, nos envalentonamos y las escribimos en portugués. Seguramente, tendrían sus fallos; pero, quedamos satisfechos con el resultado después de hacer el esfuerzo. Marchamos a cenar al bar donde trabajaba Nina. Justo antes de despedirnos, le entregamos la postal, convirtiendo esa situación en un momento realmente emotivo. A medida que iba leyendo, Nina iba asimilando lo que leía y la ilusión iba creciendo. Tras darnos dos besos, mientras agitaba la mano, nos invitó a volver. Por supuesto, allá regresaremos.

Con la postal de la Flor sonriente

Después llegó el turno de marchar donde Maria para tomar una cerveja y hacerle entrega de su postal alegre. Sonrisa, agradecimientos y la promesa de volver al día siguiente, antes de partir para Lisboa, a tomar un cafelillo de despedida. Tras conocer y charlar también con su marido, se me antoja un parecido razonable: son como Lola Flores y El Pescaílla. Ella, más vivaracha y resuelta; él, igual o más agradable, pero permanece en un segundo plano.

Marta y yo sabíamos que nos iba a costar alejarnos de una estancia tan maravillosa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una entrada genial, pequeño poni robot...¡y a seguir contagiando, y a seguir sonriendo...!Besos matinales, con brisa marina.

Martuki

closada dijo...

Me alegro de que te guste. La hice con todos esos maravillosos recuerdos que me venían a la cabeza.

Besitos con Sol y mar