martes, 25 de mayo de 2010

The Dutchess and the Duke en La lata de bombillas

Fuimos el Domingo al concierto de The Dutchess and the Duke. Sinceramente, yo no sabía nada de este grupo. Pero, tengo la suerte de conocer al Mr. Binguero (mi querido Camilín), que me avisa de un porroncillo de conciertos sugerentes en la capital maña. Así que, el Jueves por la tarde, empecé ya a buscar su par de disquicos por el Interné y comencé a escucharlos. ¡Son buenos los pincheputas, carajo! Llamé a Marta y al señor Joven, y también les recomendé el evento... Marta se cayó en el último momento. Así que, junto con Quique y Paula, ya formábamos cinco.

Después de las tapitas, entramos a la Lata de Bombillas, Camilín, Quique y éste que escribe. Habían empezado ya a tocar (eso es puntualidad, leche), y dentro estaba ya el señor Joven. Mi primera sensación fue la de vacío. La sala estaba desangelada. La segunda, de frialdad. Jesse Lortz y Kimberly Morrison, sobre el escenario. Veintidós personas (incluidos nosotros), a bastante distancia, escuchando con atención. Algo me decía que no iba a ser el concierto que esperaba...

Estaban en acústico, con sus dos guitarricas. Él con un cigarrillo en la boca y ella al otro lado del pequeño tablado. Al terminar la canción, se miraron. Hablaron y, sin pensárselo más tiempo, después de comunicárselo a Dani, se desenchufaron. Los cables cayeron al suelo y ellos bajaron del escenario. Tomaron asiento en el suelo, se acomodaron y comenzó un nuevo concierto. Qué digo un concierto... ¡Empezó un pequeño regalo!

Al rato, también nos sentamos, opción que, poco a poco, algunos de los pocos asistentes fueron secundando. Ahora, era algo más íntimo, mucho más cercano. Algo me había dicho que no iba a ser el concierto que esperaba y, afortunadamente, mi predicción se había cumplido. Al terminar, me acerqué a comprar un vinilo. Recordé que llevaba dos chapas para hacer "un regalo porque sí". Las saqué. Entregué una al duque y la otra a la duquesa holandesa. La cámara de Camilo inmortalizó este momento en el que sí, salí realmente encantado, con mi vinilico recién comprado y la alegría de haber estado en un concierto de esos que hay que guardar en la cajita de los regalos...


2 comentarios:

binguero dijo...

Sin duda alguna, un lujo de concierto. Por un lado uno siente una lástima terrible al ver una sala medio vacía para recibir a una banda que en el pasado año consiguió grabar uno de los mejores trabajos del 2009 y que llegó a telonear a Fleet Foxes; es una mezcla de rabia, pena y vergüenza. Produce cierto sonrojo que una ciudad como ésta, que cacarea a los cuatro vientos sus intenciones de convertirse en capital europea de la cultura en 2016, sea incapaz de prestar siquiera un poco de atención a todo aquello que se sale de los circuitos comerciales; y en este caso no hablamos de música inaccesible ni partituras para expertos, no hace falta ser musicólogo para disfrutar de bandas como The Dutchess and The Duke, sólo hace falta curiosidad y un mínimo (pero mínimo, mínimo, mínimo...) de educación cultural, sí hombre sí, de ésa de la que carecen nuestros políticos.

Pero por otro lado, uno no puede evitar sentirse un privilegiado al poder disfrutar de un concierto como el del domingo, no creo que tengamos otra oportunidad a lo largo de nuestras vidas de ver a este dúo norteamericano como lo vimos el otro día; desenchufados, cantando a capella y tocando para menos de 30 personas, y todo por siete miserables euros. Sin duda es un verdadero privilegio. Y el responsable de todo ello no es otro que Javier Benito, a quien esta ciudad debería ponerle una calle, ¡ya!, pero con su busto y todo. Este muchacho ha tomado el testigo de Chema Fernández, que a finales de los 90´s se encargó de iluminar este páramo musical que, por entonces, era Zaragoza. Javier, huyendo de sectarismos y de prejuicios está realizando la apuesta más valiente y arriesgada de cuántas podemos encontrar en Zaragoza, y todo ello con cuatro duros y seguramente con alguna que otra pérdida, pero con toneladas de ilusión y de pasión, que es como deben hacerse las cosas. De todos nosotros depende que propuestas como la suya tengan cabida en nuestra ciudad y sigan teniendo vigencia, a ver si se enteran ya los casi 700.000 habitantes de esta urbe, porque uno ya está hasta la peineta de escuchar a más de un snob iletrado quejarse de que en Zaragoza no se hacen conciertos interesantes. Desde luego, tenemos lo que nos merecemos, ni más, ni menos. Ya veremos cuánta gente estamos hoy en Messer Chups (y eso que los roquetas se movilizan en masa, así que tratándose de surf habrá más de un tupé). Gracias por dejarme soltar esta perorata. Un abrazo.

closada dijo...

¡Muy bien, binguero! ¡Así se habla, carajo!

Esta noche, Messer Chups... Creo que habrá bastante más gente. Aunque, en esta ciudad, ya se sabe que es bastante impredecible.

Un abrazo, güei