Particularmente, la sala Oasis es un sitio que no me gusta mucho para los conciertos. Como sala es preciosa y, seguramente, debe ser un lujo tocar en un recinto tan bonito. Sin embargo, para el espectador presenta más de algún inconveniente: por un lado, la excesiva cantidad de gente que puede entrar (cuando el aforo está completo, es realmente agobiante), y por otro, la malísima acústica que tiene cuando te alejas del escenario (si estás más allá de las columnas es como, exagerando un poco, "escuchar un radiocasete"). Así que, cuando me enteré de que tocaba Sidonie en Zaragoza, me di una alegría tremenda; sin embargo, al saber que era en la Oasis, despertaba en mí cierto recelo hacia las comodidades como espectador. A pesar de ello, no pude resistir la tentación de volver a presenciar un conciertico de esta banda catalana, a la que, por diversas razones, no había podido ver desde que dejaron de hacer discos en inglés.
Poco después de la hora programada salieron al escenario y, sólo con ver la respuesta del público, ya se podía entrever que sería un concierto en que la gente, totalmente entregada, apoyaría a un grupo al que también se le veía con ganas de pasárselo bien. Iban a presentar su último disco: El incendio, un disco mucho más alegre y popero, y que se aleja mucho de lo que era el primer sonido de Sidonie (cuando cantaban en inglés, bien cargados de tintes sesenteros) e, incluso, de sus discos predecesores en castellano. Supongo que, precisamente, era eso lo que querían hacer: incendiar la sala. Así que con "Nuestro baile de Viernes", previo un "¡buenas noches Zaragoza!", comenzaba una de esas noches en las que lo único que puedes hacer es dejarte llevar y disfrutar de lo lindo.
Había ganas por ambas partes. El publico, entregado; ellos, pasándolo bien y con ganas de demostrarlo... y llegó Giraluna (esa canción que me resulta tan preciosa), con Marc caminando entre la gente sentada, como pequeños giralunas sembrados en la penumbra que ofertaban los focos.
A continuación "...me salen rosas de la boca, cuando me preguntan por ti...", y no puedo evitar sonreír. Bueno, sonreír, y seguir cantando y bailando, hasta que, un par de temas más tarde, Jesús coge el shitar y me dejo llevar por la psicodelia de esa inolvidable "Sidonie goes to Varasani". ¡Brutal! ¡Carajo, cómo me gusta esa canción! Quedo pensativo y, obviamente, mi cabeza me retrotrae a la ocasión en que los vi en el Centro Cívico Delicias y cómo disfruté también en aquella ocasión. Pero, enseguida salgo de mis pensamientos. "Un día más en la vida" termina por asentar lo que se intuía desde el principio: la total implicación entre Sidonie y el público de la Oasis, coreando al unísono las enmudecidas frases que nos daba la ausencia de Miri Ros.
Antes de que llegara "El Adiós", precedida por "Fascinado", volvieron a ofrecernos temas de sus primeros discos: "Feelin´ Down 01" y "On the Sofa". "Ahora que se oyen junto con las nuevas canciones, se aprecia mucho más el cambio que han dado", pensé. Obviamente, eso hace que el público asistente también haya variado. "Es un disco para chicas", dice Mariángeles en alusión a este tema. Sí, hay mucha más variedad de gente, con quillos y quillas que difícilmente habría imaginado que escuchasen a Sidonie. Y, realmente, me parece estupendo. Dudo mucho que, sin esta gente, estas personas que se han visto atraídas por El incendio, se hubiesen coreado y cantado tan enérgicamente las canciones que iban ofreciéndonos durante la velada.
Al regresar, los recuerdos del viaje a Carcassone hacen su aparición mientras suena la "Costa Azul", para, seguidamente arrasar al personal con la potencia de "El incendio" y dejarnos hechos trizas, auténticas cenizas, con el apoteósico final de la locura propiciada en "Sidonie goes to Moog".
Salí del concierto con la sensación de haber presenciado un gran directo. Sí, se despistaron en algún momento tocando en tonos diferentes; sí, tocaron algún acorde donde no iba; sí, se les fue la pinza en más de una ocasión ¡Y qué! Menos mal... aún quedan grandes retazos de aquellos quillos de Sidonie que salían pasadísimos, como ahora, al escenario. Difícilmente podremos ver a uno de ellos disfrazado de Oso por el escenario (como aquella ocasión en que los vi en Barcelona), o dando azotes en el culo en dirección a los asistentes. Pero sí que nos queda, por ahora, poder seguir viéndolos con las ganas disfrutar (cagándola, musicalmente hablando, si hace falta), para transmitirnos que lo están (y lo estamos), pasando realmente bien, que no es poco.
2 comentarios:
Joooo, que al final os fallé...
Maldito trabajo!
(Joooooooo...)
Joooooo, sí. Te telefoneé cuando vi tu llamada, pues salimos un ratín. Mas no dimos con vos... ¡vaya!
Besicos giradores como lunas
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