martes, 26 de enero de 2010

Persona, de Ingmar Bergman

El otro día, decidimos ver Persona, del grandísimo Bergman. En la anterior ocasión, lo hice en formato VHS (del que carezco hace ya unos 5 años), así que imaginen cuanto tiempo pasó... Sin duda, quería volver a sumergirme en esta envolvente película en la que descansa un gran análisis del ser humano. Reflexionando sobre el propio cine, el señor Bergman, entre otras muchas, hace plantearnos dos cosas: uno, la imposibilidad de comunicación del cine y/o el teatro; dos, el cine cómo herramienta de crear ilusiones. Y así, tal como lo hace el cine, es como nos muestra a las personas: con una mayor incapacidad para la comunicación interpersonal (sea sin hablar o con un exceso del uso de la palabra); y, por otro lado, proyectando, como si nos pusiéramos una máscara (esa misma del teatro griego - persona-), no sólo una ilusoria vida, sino también nuestros sentimientos y pensamientos en los demás.

Obviamente, a través de este planteamiento, Bergman nos conduce por un recorrido sobre las angustias de las personas, sea por su vacío existencial, por descubrir que sus vidas están vacías, o bien por el miedo a la muerte o a la nada. Muestra así, un mundo interno que, difícilmente, es el de nuestra apariencia, interrelacionando así realidad con ilusión, barrera que vuelve difuminar al intercalar el mundo onírico con el real.

Realmente, hay tantas y tantas cosas sobre las que nos invita reflexionar...


Qué les puedo decir. Ver Persona es disfrutar de una grandísima obra de arte.

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