El Jueves pasado, marché con Marta al cinema. Queríamos haber visualizado, en su momento, antes de que el señor Penn recibiera su estatuilla, la película que nos adentraría en el personaje de Harvey Milk; sin embargo, y como suele ocurrir en esta ciudad, apenas duró en cartelera y nos quedamos con las ganas. No obstante, por una vez, me alegro de ello. La razón es sencilla: la pantalla donde era proyectada estaba ubicada en Los Palafox las salas y, obviamente, había que tragarse que estuviera doblada. No obstante, por una vez, me alegro de ello. La razón es sencilla: los Renoir, hace un tiempecillo, iniciaron una nueva andadura para apoyar la V.O.S.E., por lo que los Jueves, y durante todo el mes, proyectan una película en la que puedes apreciar la actuación de los/as actores y actrices al completo: gesticulación y verbalización.
Al terminar la película, me quedé con muy buen sabor de boca. Si bien, simplemente íbamos a visualizar un "biopic", es decir, parte de la biografía de un/ quillo/as más o menos famoso/a trasladada al cine, íbamos a tener la fortuna, en mi opinión, de visualizar uno bastante bien filmado. Es extraño, porque, ahora, mientras escribo, me doy cuenta de lo equivocados que están mis amigos/as, que siempre me dicen que nunca me gusta nada y que, para mí, todo es un mojón, y que si patatín, que si patatán... ¡Joder! Casi todas las menciones a películas que he ido viendo, son buenas; excepto alguna basurilla que he tenido que tragarme. Sin es que...
Bien. Una de las cosicas que me gusta es lo acertado de mezclar el metraje filmado por el señor Van Sant con imágenes de archivo de la época en que vivió Harvey Milk. Sin duda, es un punto a favor, no sólo por ofrecer una mayor fiabilidad a lo que nos está mostrando el director, sino porque las imágenes antiguas están muy introducidas.
Por otra parte, me gusta que se centre, sobre todo, en los aspectos más políticos de la vida de Harvey Milk. Obviamente, nos muestra sus relaciones sentimentales, los amigos que va adquiriendo en su vida, sus preocupaciones y sentimientos; pero, los utiliza para que el espectador pueda ver las influencias y condicionantes que formaron parte de la vida de este activista en favor de los derechos humanos.
Además, Sean Penn está que se sale. Este tío es muy crack, la verdad. Menos mal que pudimos ver la peli en V.O.S.E., porque habernos perdido su interpretación habría sido un crimen. Lo malo es que el film tiene también una actuación lamentable: Diego Luna. Muy flojo, la verdad.
Así, al terminar la película, pensé que había vuelto a presenciar otro film que me había gustado y que, además, me había ayudado a conocer, aunque sea de manera tan corta y breve, a un quillo que le dio por luchar por los derechos de los homosexuales. Y, matizo acá que es de gays porque, visualizando la película me acordé de un suceso que me pasó en Londres.
Íbamos canch y yo por sus metros y sus calles y, durante toda la mañana, no parábamos de escuchar pitidos: parecía una invasión de árbitros de fútbol. Pero, al fijarnos en la vestimenta de aquellos que no paraban de chiflar, veíamos que no se trataba de eso. La duda empezó a introducirse en nuestros cerebros, porque, cada vez, nos encontrábamos a más y más gente con pitos. "Priiiiiiiiiii, priiiiiiiii, priiiiiiiii". Pero, de repente, vimos la luz. Salimos de la boca de un metro y nos encontramos una manifestación inmeeeeensa. Había muchísima gente y, la gran mayoría (por no decir toda), llevaba pitos. Habíamos obtenido la solución: era una manifestación en la que, supongo, se luchaba por los derechos de los/as homosexuales.
Entonces, al visualizar Mi nombre es Harvey Milk, mi cabeza asoció las escenas de la película con aquella inmensa manifestación. ¿Llevaría toda esa gente los pitos conmemorando, o más bien recordando, su uso en aquellas décadas pasadas en que era utilizado para avisar de que se estaba siendo víctima de un ataque, de una brutal paliza, tanto a manos de algún viandante, como de la policía? Aquel suceso, produjo, antes de encontrarme con la manifestación, una duda. Aquel suceso, después de ver la película, me ha conducido a otra...
Al terminar la película, me quedé con muy buen sabor de boca. Si bien, simplemente íbamos a visualizar un "biopic", es decir, parte de la biografía de un/ quillo/as más o menos famoso/a trasladada al cine, íbamos a tener la fortuna, en mi opinión, de visualizar uno bastante bien filmado. Es extraño, porque, ahora, mientras escribo, me doy cuenta de lo equivocados que están mis amigos/as, que siempre me dicen que nunca me gusta nada y que, para mí, todo es un mojón, y que si patatín, que si patatán... ¡Joder! Casi todas las menciones a películas que he ido viendo, son buenas; excepto alguna basurilla que he tenido que tragarme. Sin es que...
Bien. Una de las cosicas que me gusta es lo acertado de mezclar el metraje filmado por el señor Van Sant con imágenes de archivo de la época en que vivió Harvey Milk. Sin duda, es un punto a favor, no sólo por ofrecer una mayor fiabilidad a lo que nos está mostrando el director, sino porque las imágenes antiguas están muy introducidas.
Por otra parte, me gusta que se centre, sobre todo, en los aspectos más políticos de la vida de Harvey Milk. Obviamente, nos muestra sus relaciones sentimentales, los amigos que va adquiriendo en su vida, sus preocupaciones y sentimientos; pero, los utiliza para que el espectador pueda ver las influencias y condicionantes que formaron parte de la vida de este activista en favor de los derechos humanos.
Además, Sean Penn está que se sale. Este tío es muy crack, la verdad. Menos mal que pudimos ver la peli en V.O.S.E., porque habernos perdido su interpretación habría sido un crimen. Lo malo es que el film tiene también una actuación lamentable: Diego Luna. Muy flojo, la verdad.
Así, al terminar la película, pensé que había vuelto a presenciar otro film que me había gustado y que, además, me había ayudado a conocer, aunque sea de manera tan corta y breve, a un quillo que le dio por luchar por los derechos de los homosexuales. Y, matizo acá que es de gays porque, visualizando la película me acordé de un suceso que me pasó en Londres.
Íbamos canch y yo por sus metros y sus calles y, durante toda la mañana, no parábamos de escuchar pitidos: parecía una invasión de árbitros de fútbol. Pero, al fijarnos en la vestimenta de aquellos que no paraban de chiflar, veíamos que no se trataba de eso. La duda empezó a introducirse en nuestros cerebros, porque, cada vez, nos encontrábamos a más y más gente con pitos. "Priiiiiiiiiii, priiiiiiiii, priiiiiiiii". Pero, de repente, vimos la luz. Salimos de la boca de un metro y nos encontramos una manifestación inmeeeeensa. Había muchísima gente y, la gran mayoría (por no decir toda), llevaba pitos. Habíamos obtenido la solución: era una manifestación en la que, supongo, se luchaba por los derechos de los/as homosexuales.
Entonces, al visualizar Mi nombre es Harvey Milk, mi cabeza asoció las escenas de la película con aquella inmensa manifestación. ¿Llevaría toda esa gente los pitos conmemorando, o más bien recordando, su uso en aquellas décadas pasadas en que era utilizado para avisar de que se estaba siendo víctima de un ataque, de una brutal paliza, tanto a manos de algún viandante, como de la policía? Aquel suceso, produjo, antes de encontrarme con la manifestación, una duda. Aquel suceso, después de ver la película, me ha conducido a otra...
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