lunes, 1 de septiembre de 2008

Primera visita a la Expo... aún habrá más

Habíamos decidido, Cuquito y yo, que, después de nuestra nueva aventura pirenaica (que aparecerá en la próxima entrega), acudiríamos a la Expo, puesto que yo me había empeñado en visualizar el concierto que Lumbalú ofertaba en el Balcón de las Músicas.

Al llegar, ya podía intuir que habría cositas que me apasionarían. Tenía más que presente que iba a visitar una exposición de arquitectura (lo que realmente es la Expo, aunque la ignorancia de muchos lo obvie), con lo que estaba preparado para empezar a desubrir nuevos espacios que formarán parte en el futuro en nuestra ciudad, integrándose en ella con mayor o menos acierto.

La primera visión fue la del Pabellón Puente, obra de la arquitecta iraquí Zaha Hadid, ganadora ella del prestigioso Premio Pritzker (sin duda el más importante de arquitectura), todo un lujo para nuestra ciudad.

Pabellón Puente

Seguidamente, por unanimidad, nuestros pasos nos conducirían a la Torre del Agua, obra de Enrique de Teresa, cuyo espacio diáfano y sus rampas ascendentes y descendentes me empezaban a dejar maravillado.

Torre del Agua

Torre del Agua - Interior

Torre del Agua - Interior

Al llegar arriba, las sorprendentes vistas, me daban una nueva imagen de la ciudad. Diferentes arquitecturas, todas ellas modernas, realizadas con avanzadas técnicas, precedían en primer plano a la urbe que tantos y tantos años se mostraba cuasi anclada ante mis ojos.



Vistas desde el mirador de la torre del agua

Una vez terminada nuestra estancia en la Torre del agua, nos dirigimos hacia el Balcón de las Músicas, no sin antes visitar aquellos pabellones en los que no había filas. Caminábamos ante lo que parecía un enorme Centro Comercial, hecho éste que no me gustaba lo más mínimo, pero que, en algunos pabellones, nos ofrecía alguna que otra interesante información.

Ya era la hora y estábamos al ladito de nuestro destino. Empecé a escuchar la música, lo que indicaba que el concierto ya había comenzado. Al llegar, vimos a Olga: "El concierto acaba de comenzar", nos decía. Ante mí, estaba Lumbalú, con su música tradicional colombiana. Sonaba la cumbia, el son palenquero, el merengue colombiano, la tambora... y también sonó el kuisí (gaita colombiana). Todo ello empezó a emocionarme. Recordé a mi familia, su cariño, su calor; recordé sus paisajes (aquellos que pude ver), su gente, su color... y me emocioné, me emocioné mucho. Se me hizo un nudo en la garganta y mis ojos comenzaban a ponerse vidriosos. Estaba, como se dice, a flor de piel.

Lumbalú

Al terminar el concierto, y tras el afectuoso saludo con mi querido javier lópez clemente, apenas sabíamos donde llevar nuestros perdidos cuerpos. Ya teníamos destino: el Pabellón de Suramérica. Y allí probamos el café de Colombia, compramos marcapáginas en Bolivia, vimos objetos de la cultura Moche, escuchamos la dulce voz del tango... y terminamos con Brasil y el biquini realizado a mano.

Con mi cafecito en el Pabellón de Colombia

Por mi parte, ya estaba todo dado. Pero, aún nos quedaba traca, puesto que en el Anfiteatro estaba el concierto Camino a Soria. Cuquito quería ver a Ana Belén y Víctor Manuel, y como a mí no me disgustaba Jaime Urrutia, decidimos quedarnos. Pero, antes, pasamos por China y, como no, me convertí en un pequeño niño al ver ante mí a ese pequeño Panda símbolo de la felicidad. Sí, como estáis imaginando, tengo un nuevo acompañante en casa...

Mi nuevo compinche del alma...

No hay comentarios: