El Viernes, a la salida del currele de Pibe, Cuco acudía a recogernos a la Avenida Tenor Fleta. De allá, y con dos nuevos CD's de música, nos dirigíamos al Camping que hay nada más pasar Benasque. De esta manera, haríamos noche ya en los Pirineos, muy cerquita de nuestro punto de inicio, y podríamos comenzar la ascensión a una hora prudente.
Al comenzar a caminar, el reloj marcaba las 8.35. Las primeras rampas se hacían duras y veía que Pibe no andaba muy a gusto, como si estuviese frío, sin fuerzas... A pesar de ello, en hora y media (el itinerario marcaba 2), estábamos en la Cabaña del Tormo. Allí, había que sacar el plano y leer por dónde carajo tomar la ascensión.
No sirvió de mucho, la verdad, porque una vez pasados los antiguos cuarteles militares, mis dos acompañantes de travesía tenían que buscar el sendero adecuado. Afortunadamente, Cuquito lo encontró más o menos rápido, y pudimos prodeguir la marcha.
La subida se hacía dura entre el arbolado del bosque. Estaban realmente empinadas las lazadas que nos iban llevando hacia el Perdiguero. Allí, algo cambió en Pibe y adquiría buenas sensaciones. Marchaba más ligero, con más fuerza... se veía que ya había calentado las piernas y adquirido el ritmo que le iba bien. Yo,por mi parte, iba liviano como una pluma.
Al salir del bosque, un ratito de "descanso" nos llevaba ante una subida entre canchales que, ante nuestros ojos, se hacía un poco descorazonadora. Buuuf, ese tramo era desolador; pero, bueno, había que subir y ya está. Estaba claro que no era la subida de Cuquito. Pronto, le dijo a Pibe que se pusiera delante, que él iba más lento. Y, extrañamente, así fue: poco a poco, Cuquito iba quedando atrás.
Al llegar al collado, aparecieron unos seres desconocidos que caminaban un poco perdidos en busca del Perdiguero. Así que, tras la llegada de Cuco, la reposición de energías con las barritas energéticas y la visualización del plano, diducidamos el trayecto a seguir y lo hicimos acertadamente.
De nuevo volvíamos a caminar en una empinada subida por horribles canchales de grandes rocas, en este caso de granito, que nos conducían hacia la antecima, la cual, una vez superada, dejaba a la vista la ya cercana cima. Sólo quedaba el último esfuerzo...
Desde el pico, las vistas eran preciosas. Tan sólo quedaba bailar.
El descenso fue mejor de lo esperado. Pensábamos que nos dejaría las rodillas bien chingadas, pero no fue así. Cuco tomó el ritmo adecuado y nos llevó velozmente hacia el Refugio de Estos. Además... ¡Pudimos hacer una foto, más o menos cerca, de una marmota!
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