domingo, 17 de agosto de 2008

Peret en la Expo

La lluvia no me traía buenos augurios. Empezaba a caer cada vez más fuerte y la marea de gente comenzaba a alejarse hacia el Pabellón Puente. El anfiteatro quedaba desierto y yo, con mi polo, corbata y pantalón corto, empezaba a sentir un poquito de frío por el hecho de haberme mojado. Quizás, era el momento en que me sentía más desolado: la lluvia, la soledad de la espera de quien no llega, la visión del anfiteatro vacío, el sentimiento de que la actuación pudiera ser suspendida... Pero, mi pecho latía rumbero y me autoconvencía de que la lluvia cesaría y de que Peret, una vez más, no defraudaría.

Ya no caían gotas y, poco a poco, iba bajando las gradas del anfiteatro. En unos segundos, el panorama había cambiado. Mas, supe que la noche sería agitada al ver, caminando, por el asfalto cuasi mojado, a Javier, al de la córnea, a aquel que sonando Peret me pedía rumba o cumbia catalana. Quien me iba a decir a mí, hace unos años, que un ser desconocido que se antojaba cercano gracias a un concurso de los más memo, acabaría siendo compañero de fatigas en un concierto rumbero. Encontrarme con él, ir a por la cerveza y observar como salía Peret proclamando que "la rumba soy yo", era el prefacio de una noche en que la rumba nos haría disfrutar durante semejante evento.

Peret estaba a gustito y se notaba. El concierto discurría con el buen hacer del rey de la rumba catalana y, entre rumba y rumba, la israelí y las cubanas no ofrecieron un momento a capela memorable. Mas, uno de los momentos álgidos llegó con la aparición de Toni, el palmero hecho elegancia. Recuerdo que me giré hacia Javier y le dije: "este tío es Dios", jajajaja. Realmente, ver a Toni no tenía precio ¡que grande! Empezó con americana, con chaleco y corbata... acabó desatándose el botón de la camisa para ponerse más en forma.

Ya no había marcha atrás. La rumba ya estaba instalada en mi cuerpo y allá se había montado el jaleo. Y con todos/as nosotros/as... ¡Los Manolos! El jaleo y el tremendo combo bailón... la velocidad se apoderaba de la gente. Y sonó el Gitanico Antón (cuánto la eché de menos en Pirineos Sur...), y siguió el baile y el rumbón.

A pesar de que no apareciese mi querido Joan Garriga (Javier y yo esperábamos su presencia), el concierto no defraudó. Allí había estado el Rey de la Rumba, el puto amo. Peret demostró que sigue siendo grande, muy grande, al menos en el escenario.

A E I O U

2 comentarios:

Javier López Clemente dijo...

HOla.

Peret ya era un crack cuando todavía no se había quedado calvo. Ahí dejo un enlace que lo demuestra:

http://otrascurvaturas.blogspot.com/2008/08/peret-en-alemania.html

Salu2 Córneos.

closada dijo...

Pues sí, tienes toda la razón. Gracias por compartir con todos/as nosotros/as el enlace de aquella actuación.

Saludos rumberos