lunes, 15 de octubre de 2007

Héroes del Silencio - La Romareda (10 de Octubre de 2007)


La entradica del concierto

Marché al concierto con la sensación de que ya poco pintaba yo allá. Hacía mucho tiempo que no escuchaba a los Héroes, tanto que Avalancha fue un disco que para mí ya pasaría desapercibido. En mi tierna adolescencia, formé parte de esa extensa ola de seres vestidos de negro que, al asistir a un concierto de Héroes, bailaba, cantaba y coreaba cada una de las canciones que estos chamacos ofrecían desde allá arriba, desde el escenario, a una masa totalmente entregada. En esta ocasión, yo era colorido (la camiseta con los tonos de Colombia abrigaba mi “cuerpesito”), y la gente que me rodeaba también. No había casi gente de negro, con sus melenas y sus pañuelos colgando. Al entrar, no como antaño, pensaba que podría estar en cualquier otro concierto. Síntoma de ello es que bajé hasta la lona azul que cubría el césped, mas no marché a primeras filas, como habría hecho por aquel entonces, a agitar mis melenas, a aporrear a cualquier ser que se uniese al enfebrecido baile al que nos entregábamos. En esta ocasión, nos quedábamos al fondo, donde había más espacio. Así que, con esa extraña sensación de “chico, yo voy para recordar viejos tiempos, pero poco más; no sé, tampoco me los voy a perder…”, me encontraba esperando a que iniciase el evento.

De repente, se apagó la luz y empezó a sonar "Song to the Siren". La llama iluminó mi rostro y la pequeña brasa empezaba a agrandarse ante mi vista. Sentí como esa vieja y conocida introducción empezaba a apoderarse de mi cuerpo y, poco a poco, empezaron a erizarse todos los pelos de mi cuerpo. Estaba emocionado, realmente emocionado y, entonces comprendí que iba a disfrutar de este concierto. Miré a Carmen, a Belén, a Carlos, que permanecían detrás de mí en la oscuridad. Ahora, faltaba saber que canción sería la primera… primeros acordes y me vino The Cult a la cabeza (siempre se comparaba esta pieza con otra de este grupo que tanto me gustaba), y “El estanque” no para de crecer… Y yo cantaba, me sabía la canción enterita, como si la hubiese seguido escuchando durante todos estos años. Agité los brazos, me abracé a Carmen, me dirigí a Belén agitando los brazos e incluso sonreí al recién conocido Carlos, tan sólo para hacerles partícipes de mi alegría. Estaba feliz de estar allí, con ellas, volviendo a presenciar un concierto de Héroes del Silencio, quienes pronto, muy pronto, me llevarían a nadar “Mar adentro” y no poder salir.

Bueno, un intento de que se vea el escenario

Las canciones seguían atrapándome, no se con qué pincheputa orden; pero, ahí, yo seguía con la única opción posible: se baila o se muere. Cantaba, coreaba y bailaba sin descanso hasta alcanzar la máxima felicidad, y es que no encuentro palabras para decirlo, o bueno, quizás sí: prefiero explotar de tanto alcohol, con tu jarabe de “Flor venenosa” y vender a una madre por otra copa. Tan sólo déjame estar un momento a solas…. Sí, sí, esta era mi canción y lo seguía siendo. Ya sólo me quedaba hacer una “Apuesta por el Rock’n’Roll” con Más birras en la mente o poder apreciar que, en la emblemática canción, en sus ojos apagados, hay un eterno castigo. El “Héroe de Leyenda”, pertenece al sueño de un destinoSeguramente, habían sonado ya la maravillosa “La Sirena varada”, también “Bendecida” o, quizás “Nuestros nombres”; incluso, y aunque tampoco sé en que punto sonó, sí fui consciente de que yo ya no puedo dormir con esa lágrimas goteando encima de mí. Y cuántos temas me dejaré…

Tenía que mear. Marchamos al baño Carmencita, Carlos y yo. La coherencia (parecía mentira), estaba en el baño de los chicos: que las quillas meen en él, que para algo hay puertas para las tazas. Nosotros tenemos los urinarios de pared… Había un punto de unión: la rapidez para perderse la mínima parte del concierto. Pero, la desgracia sonaba a los lejos y ya no sabía que hacer, me encontrabaEntre dos Tierras”, allá, en la puerta de los baños, esperando, hasta que salió Carmencita. Veloces, nos dirigimos de nuevo hacia es césped azulado. Bunbury corría de lado a lado del escenario en el momento en que mejor vi el concierto en toda la noche, subido en las escaleras. De nuevo, la lona, de nuevo Belencita y yo que había oído que la noche es toda magia, y que un duende te invita a soñar

Pero ¿Qué carajo hago? Me olvidé de lo maravilloso que era encontrarse en las proyecciones a ciertos demonios orientales, a dioses de la cultura precolombina, a la danzarina Shiva… Al igual que en los monitores, donde también aparecían los Héroes subiendo, bajando, poniéndose a la misma altura. El escenario, sus imágenes, su juego de luces, todo en su conjunto era delicioso visualmente. De ahí que, mi definición del concierto sea la de bonito, sí, bonito. Hasta llegar a ser sublime en belleza cuando empezaba a sonar “La chispa adecuada”, momento en que el Estadio de la Romareda, totalmente a oscuras, empezaba a iluminarse por todos lados. Mecheros y celulares empezaron a formar un pequeño universo estrellado en cuyo centro nos encontrábamos Carmen, Belén, Carlos y yo. ¡Que momento más precioso, de verdad!

La cuenta atrás de “Iberia sumergida” hipnotizaba y la “Avalancha” sonó acompañada por el júbilo del público (hasta yo la canté, jejejeje). Los Héroes nos habían regalado un “Tesoro” con el que teñir de color sangre mis sueños, nos habían enseñado una nueva “Oración”, hasta el punto que comprendí que no tuviera “Malas intenciones”, que yo no quisiera utilizar tus intenciones y, quisiera no pensar más de un segundo en ti.

Llegado a este punto, se que no habré reseñado alguna canción; pero, me da igual porque entre los sentimientos “El mar no cesa”, y lo importante es transmitir, no enumerar. El concierto llegaba a su fin, no sé con qué puñetera canción, y es que Scotty y yo, en ese punto, echamos de menos la “Decadencia”, sí, esa que está prohibida en tu mente y que, quizás, debiera haber cerrado el concierto. Pero, vaya, el escenario quedo mudo, las luces se encendieron y la nostalgia volvía a invadirnos. Tomé el celular y quise compartir la emoción con alguien que sé que estuvo disfrutando, allá en las gradas (o al menos esa era su inicial intención), cantando y coreando y, seguramente, también con los pelos erizados: mi tato. Mas el teléfono no dio señal y me quedé con las ganas. Tenía que expresarle mi satisfacción y decirle, tal y como él había señalado en, Otras Curvaturas que sí, que tenía razón, que: “la banda más grande de España de todos los tiempos es de aquí de Zaragoza, que se enteren algunos mañicos cabezudos que no ven en lo nuestro lo que desde fuera si”.

Carlos, Belén, Carmencita y yo. ¡Se nota la alegría!

Los fuegos artificiales fueron el punto y final. Carmencita, Belén y yo, bajamos con el coche de Carlos a l’Albada. Una cervecita y la despedida. Yo necesitaba bailar. Mis pasos me llevaban al Calaveras; mi mente a la noche vivida y a la satisfacción de con quien había sido compartida. Gracias mis lindas quillas.

Quizás fuera un error. Cúrame esta herida, por favor.

*Canciones (y parte de sus letras), de Héroes del Silencio

Fotografías extraídas del space de Carmeneta

4 comentarios:

scotty dijo...

Y que rico licorcito

closada dijo...

¡Uy que sí! Rico... delicioso. ¿Para cuándo la receta?

Salud!

bloc- era dijo...

A ver si logro ponerme en contacto con el destilador...

scotty dijo...

Siiiii por dios