Hace dos fines de semana viví una auténtica brutalidad de juerguecilla nocturna. Como ya suele ser costumbre, empezó en Jueves. Una semana más, la Conchi y yo nos disponíamos a abrir las puertas del Calaveras. Ya, bien prontito, empezaron a aparecer los/as primeros/as compinches de la noche. Cesarín, María, Fanny y Ana pronto empezarían a dejarse llevar por cada uno de los temones que saldrían de los dos reproductores de CD’s que cada noche hacen despertar hasta a los mismísimos muertos. Gente, mucha gente, cada vez más. Los jueves, sin duda están ganando adeptos del baile desenfrenado. Quillos/as lo pasé genial.
Viernes. Concierto de Delinqüentes. Bien, bien… mi cuerpo ya no puede resistir más y, alterado, llega al fondo de la Oasis. Allá, también está Rita, aunque apenas pudimos dirigirnos unas palabras antes del inicio del concierto. Comienzan Los Garrapateros, sí esos que viven entre las flores, y la danza se apodera de nosotros. Una descarga tras otra y el cuerpo no puede parar. El ritmo rumbero está en el aire espeso, grisáceo y “perfumado” de la sala. Entre las paredes, refresca “El aire de la calle”.
Nuestros pasos nos conducirán al Calaveras, de eso no hay duda. Mas lo que no sabían es que esos duendes garrapateros que duermen entre claveles, esos quilluelos delinqüentes que tan alegremente nos habían hecho bailar, harían acto de presencia en mi tugurio favorito. Me presentan al Canijo y me regala una planta. Energía, energía… danza de locos, de cuerdos alterados, de pendejos extasiados. Y, tú, Claire, tan maja, agradable, simpática… Te llamaré si voy a Madrid, claro que sí. Ese café es un hecho.
Sábado. Mejor no recordarlo. Un cúmulo de despropósitos. Un sin fin de disparates. Menos mal que trabajé con Rita y me regaló su alegría. Mas, buf, no quiero otra noche así, que desespera…
Viernes. Concierto de Delinqüentes. Bien, bien… mi cuerpo ya no puede resistir más y, alterado, llega al fondo de la Oasis. Allá, también está Rita, aunque apenas pudimos dirigirnos unas palabras antes del inicio del concierto. Comienzan Los Garrapateros, sí esos que viven entre las flores, y la danza se apodera de nosotros. Una descarga tras otra y el cuerpo no puede parar. El ritmo rumbero está en el aire espeso, grisáceo y “perfumado” de la sala. Entre las paredes, refresca “El aire de la calle”.
Nuestros pasos nos conducirán al Calaveras, de eso no hay duda. Mas lo que no sabían es que esos duendes garrapateros que duermen entre claveles, esos quilluelos delinqüentes que tan alegremente nos habían hecho bailar, harían acto de presencia en mi tugurio favorito. Me presentan al Canijo y me regala una planta. Energía, energía… danza de locos, de cuerdos alterados, de pendejos extasiados. Y, tú, Claire, tan maja, agradable, simpática… Te llamaré si voy a Madrid, claro que sí. Ese café es un hecho.
Sábado. Mejor no recordarlo. Un cúmulo de despropósitos. Un sin fin de disparates. Menos mal que trabajé con Rita y me regaló su alegría. Mas, buf, no quiero otra noche así, que desespera…
Pasa la semana. Ya hay quien empieza a quedarse atrás. No entiendo tantos miedos, tantas barreras… No, no, hoy te vi y no quiero que quedes atrás.
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