El finde, definitivamente, ha sido especial. El Sábado, el descanso me llevó a la labora en el Calaveras. Allá estaba yo, poniendo las cervecitas a la peña… ¡Zas! Mi querida Rita hace acto de presencia ¡Olé! ¡Qué alegría! Un mes más tarde, casi, y allá está ella, con su misma sonrisa, con el mismo cariño, con sus mimas patitas bailongas. Bienvenida, quilla. No pierdas nada de esto, chamaquita, porque te hace especial.
Domingo. Día pesado. No apetece ir a trabajar al Ginos. “Vamos, quillo, son sólo cinco horas. Mañana, Lunes, empiezan tus vacaciones…” Pienso. Pues sí, tan sólo cinco horas para poder decir a mis compis: “Nos vemos el 18, jajajaja”. Marcho del Ginos, ese día me toca bailar a mí. La Conchi detrás de la barra. Frente a mí María y Fany. Lo de estas quillas no tiene nombre: ¡Sois más majas que las pesetas! (expresión que te cagas, jajajaja). Poquito a poquito vamos más allá de las cuatro paredes… Nos juntamos, como es costumbre. De repente “¿Nos vamos mañana a los Pirineos?” “Sí, sí”. Contesto. “¿Dónde?” “Da igual, de camino lo decidimos…” Genial. Los Pirineos se ciernen sobre nuestros pensamientos, los bailes arengan nuestras caderas, las risas acompañan nuestras charradas…
¡Héctor, Jorge, Harold, Gabriel…! “Hola, venimos unos trece ó catorce….” “¿Qué?” “Sí, que hemos dicho que veníamos a verte y los del VIPS nos han pedido que les esperásemos porque también querían venir” “¡No jodas!” ¡Brutal! ¡… Marcela, Sandrita, Álvaro (mi encargado)! Y, claro, los del VIPS que no recuerdo cómo carajo se llaman. Llenan el bar. No me lo puedo creer. Todos/as allá, de visita al pequeño Pibe ¡Inolvidable! ¡A bailaaaaaaaar! A estos Colombianos que dicen “quillo”, dentro de poco, los veré bailando rumba catalana ¡Brutal!
La noche termina. Vamos a desayunar a casa. María, Conchi y yo nos pipamos unos espaguetis y un huevo frito para chupare los dedines. Nos despedimos, vamos a dormir. María marcha de casa con la pregunta que era esperada: “¿Os levantaréis, no? ¿Mañana a los Piris, no?” “Por supuesto, quilla, acaso dudas de nosotros…”
Buenas noches y felices Pirineos. Pero, ay, quillos/as, eso es otra historia… ¡y con fotos!
Domingo. Día pesado. No apetece ir a trabajar al Ginos. “Vamos, quillo, son sólo cinco horas. Mañana, Lunes, empiezan tus vacaciones…” Pienso. Pues sí, tan sólo cinco horas para poder decir a mis compis: “Nos vemos el 18, jajajaja”. Marcho del Ginos, ese día me toca bailar a mí. La Conchi detrás de la barra. Frente a mí María y Fany. Lo de estas quillas no tiene nombre: ¡Sois más majas que las pesetas! (expresión que te cagas, jajajaja). Poquito a poquito vamos más allá de las cuatro paredes… Nos juntamos, como es costumbre. De repente “¿Nos vamos mañana a los Pirineos?” “Sí, sí”. Contesto. “¿Dónde?” “Da igual, de camino lo decidimos…” Genial. Los Pirineos se ciernen sobre nuestros pensamientos, los bailes arengan nuestras caderas, las risas acompañan nuestras charradas…
¡Héctor, Jorge, Harold, Gabriel…! “Hola, venimos unos trece ó catorce….” “¿Qué?” “Sí, que hemos dicho que veníamos a verte y los del VIPS nos han pedido que les esperásemos porque también querían venir” “¡No jodas!” ¡Brutal! ¡… Marcela, Sandrita, Álvaro (mi encargado)! Y, claro, los del VIPS que no recuerdo cómo carajo se llaman. Llenan el bar. No me lo puedo creer. Todos/as allá, de visita al pequeño Pibe ¡Inolvidable! ¡A bailaaaaaaaar! A estos Colombianos que dicen “quillo”, dentro de poco, los veré bailando rumba catalana ¡Brutal!
La noche termina. Vamos a desayunar a casa. María, Conchi y yo nos pipamos unos espaguetis y un huevo frito para chupare los dedines. Nos despedimos, vamos a dormir. María marcha de casa con la pregunta que era esperada: “¿Os levantaréis, no? ¿Mañana a los Piris, no?” “Por supuesto, quilla, acaso dudas de nosotros…”
Buenas noches y felices Pirineos. Pero, ay, quillos/as, eso es otra historia… ¡y con fotos!
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