Decido ponerme el CD de El Agua de la Alhambra para que me vuelva a llevar, con su sonido, a la ciudad donde pudimos contemplar tan hermoso monumento...
1. El conductor del autobús que nos llevó desde Madrid a Granada, por su simpatía y alegría, y por los caramelos que nos pasó al terminar la película. "Les avizo que llorarán, que yo lloré...", decía antes de poner la película. "Ven cómo iban a llorá... voy a pasar una bolsa de caramelo pa' que pacen el mal trago..." ¡Un quillo muy crack!
2. Los lloriqueos de Marta al terminar una horrible película sobre un perro que lo único que hace es dar mal a todas horas. Repetitiva e insustancial, de ella había señalado Marta que "era un rollo y que pasaba todo el rato lo mismo". Vamos que era imposible engancharse a semejante peñazo. En el entierro del perro, ver a Marta lloriqueando, después de sus palabras, me hizo mucha gracia.
3. El "pasillo del terror" del Albergue Juvenil de Granada. Largo como el de El resplandor y oscuro por las noches, al fondo una puerta de cristal permitía que se formasen sombras en el interior. Como soy un poco chinchillas, siempre que llegábamos me dedicaba a dar miedo a Marta ¡malooooo, soy malooooo!
4. Los desayunos en el albergue ¡Yuuuuum! Tostaditas con aceite, tomatico y sal... el zumico de naranja, el colacao y un bollo dulce para cerrar... Una buena manera de iniciar el día.
5. El movimiento de las camas todas las noches (y todas las mañanas), para poder dormir junticos, cogidicos de la mano.
6. La quilla del kiosko de la oficina de turismo, para la que las cosas más importantes de Granada estaban encima de su cabeza... Y su memorable frase: "pueden ir al Muceo de Historia, donde hay perzonaje histórico y, entonce... van dizfrazao y ce vizten de... coza, vamo..." De verdad, no he visto en mi vida a una quilla en una Oficina de Turismo tan simpática y agradable. Así da gusto. Gracias, quillita.
7. Las tapitas que ponen con las consumiciones... ¡Qué gran invento!
8. La riquísima parrillada argentina que nos metimos entre pecho y espalda. ¡Si nos sobró algún trocito y to'!
9. La comida tan rica que nos compramos en una tienda de productos ecológicos, que la ponían para llevar en unas barcas hechas con madera de pino ¡Deliciosa!
10. Los ricos helados que nos pipamos y cómo los disfrutamos.
11. Ver (y leer), por primera vez en mi vida, "Mini Market"
12. Los grafitis del "Niño de las pinturas"
13. La visita a la Alhambra, que la realizamos con el libro que me compré cuando estudié Arte Musulman e Hispanomusulmán de mi profe Gonzalo Borrás. Sin duda una de las construcciones más preciosas que he visto en mi vida. Era como estar en el Paraíso... y nos tuvimos que marchar de él.
14. El recóndito buzón donde echamos las postales para Lola y Mariachi. "Les llegarán más tarde", decía Martita. La verdad es que estaba lejos de todo, pero bueno, el lugar bien merecía la pena.
15. La pesadilla de tener que esquivar y repetir mil veces "no" a las quillas con su rama de ¿tomillo? que te "regalaban", para luego cogerte la mano, leerte el futuro y pedirte dinero por eso. Por desgracia, vimos cómo había gente que picaba en tan conocida picaresca.
16. Nuestra noche de marchucón: Por el ¿Makoke?, bar de reggae donde empezamos nuestra noche de rumbeo loco y "El Crepúsculo" (imposible recordar su auténtico nombre), donde casualmente estaba pinchando un quillo con música muy parecida a la que poníamos en el Calaveras y Diablillos; por la gente tan majeta que conocimos esa noche; y por La diversión sin límite en nuestro regreso hacia el albergue.
17. La exposición de Graciela Iturbide, una fotógrafa mexicana con una obra bien interesante.
18. El Manila, una cafetería que descubrimos una tarde y que nos encantó. No sólo por cómo estaba concebida, sino porque la llevaba un quillo italiano bien majete y agradable.
19. Los paseos por el Albaicín, el Sacromonte y el Centro de la ciudad, sin parar de disfrutar de cada paso que dábamos.
20. El divertido inicio de fiesta de la Facultad de ¿Medicina? que presenciamos, con vuelos desde un monumento y todo.
21. Ver cómo ponen Sherk 3 (es conocida mi fobia a esta trilogía), en el trayecto de Granada a Madrid y, posteriormente, en el autobús de Madrid a Zaragoza. ¡Pónganse de acuerdo, carajo!
22. Estar sentado en el autobús de regreso y sentir la felicidad de tener a mi lado a Marta, de haber podido compartir con ella este viaje a una ciudad que quería conocer desde hace tanto tiempo.
Un inmenso placer descubrirla con vos...
1. El conductor del autobús que nos llevó desde Madrid a Granada, por su simpatía y alegría, y por los caramelos que nos pasó al terminar la película. "Les avizo que llorarán, que yo lloré...", decía antes de poner la película. "Ven cómo iban a llorá... voy a pasar una bolsa de caramelo pa' que pacen el mal trago..." ¡Un quillo muy crack!
2. Los lloriqueos de Marta al terminar una horrible película sobre un perro que lo único que hace es dar mal a todas horas. Repetitiva e insustancial, de ella había señalado Marta que "era un rollo y que pasaba todo el rato lo mismo". Vamos que era imposible engancharse a semejante peñazo. En el entierro del perro, ver a Marta lloriqueando, después de sus palabras, me hizo mucha gracia.
3. El "pasillo del terror" del Albergue Juvenil de Granada. Largo como el de El resplandor y oscuro por las noches, al fondo una puerta de cristal permitía que se formasen sombras en el interior. Como soy un poco chinchillas, siempre que llegábamos me dedicaba a dar miedo a Marta ¡malooooo, soy malooooo!
4. Los desayunos en el albergue ¡Yuuuuum! Tostaditas con aceite, tomatico y sal... el zumico de naranja, el colacao y un bollo dulce para cerrar... Una buena manera de iniciar el día.
5. El movimiento de las camas todas las noches (y todas las mañanas), para poder dormir junticos, cogidicos de la mano.
6. La quilla del kiosko de la oficina de turismo, para la que las cosas más importantes de Granada estaban encima de su cabeza... Y su memorable frase: "pueden ir al Muceo de Historia, donde hay perzonaje histórico y, entonce... van dizfrazao y ce vizten de... coza, vamo..." De verdad, no he visto en mi vida a una quilla en una Oficina de Turismo tan simpática y agradable. Así da gusto. Gracias, quillita.
7. Las tapitas que ponen con las consumiciones... ¡Qué gran invento!
8. La riquísima parrillada argentina que nos metimos entre pecho y espalda. ¡Si nos sobró algún trocito y to'!
9. La comida tan rica que nos compramos en una tienda de productos ecológicos, que la ponían para llevar en unas barcas hechas con madera de pino ¡Deliciosa!
10. Los ricos helados que nos pipamos y cómo los disfrutamos.
11. Ver (y leer), por primera vez en mi vida, "Mini Market"
12. Los grafitis del "Niño de las pinturas"
13. La visita a la Alhambra, que la realizamos con el libro que me compré cuando estudié Arte Musulman e Hispanomusulmán de mi profe Gonzalo Borrás. Sin duda una de las construcciones más preciosas que he visto en mi vida. Era como estar en el Paraíso... y nos tuvimos que marchar de él.
14. El recóndito buzón donde echamos las postales para Lola y Mariachi. "Les llegarán más tarde", decía Martita. La verdad es que estaba lejos de todo, pero bueno, el lugar bien merecía la pena.
15. La pesadilla de tener que esquivar y repetir mil veces "no" a las quillas con su rama de ¿tomillo? que te "regalaban", para luego cogerte la mano, leerte el futuro y pedirte dinero por eso. Por desgracia, vimos cómo había gente que picaba en tan conocida picaresca.
16. Nuestra noche de marchucón: Por el ¿Makoke?, bar de reggae donde empezamos nuestra noche de rumbeo loco y "El Crepúsculo" (imposible recordar su auténtico nombre), donde casualmente estaba pinchando un quillo con música muy parecida a la que poníamos en el Calaveras y Diablillos; por la gente tan majeta que conocimos esa noche; y por La diversión sin límite en nuestro regreso hacia el albergue.
17. La exposición de Graciela Iturbide, una fotógrafa mexicana con una obra bien interesante.
18. El Manila, una cafetería que descubrimos una tarde y que nos encantó. No sólo por cómo estaba concebida, sino porque la llevaba un quillo italiano bien majete y agradable.
19. Los paseos por el Albaicín, el Sacromonte y el Centro de la ciudad, sin parar de disfrutar de cada paso que dábamos.
20. El divertido inicio de fiesta de la Facultad de ¿Medicina? que presenciamos, con vuelos desde un monumento y todo.
21. Ver cómo ponen Sherk 3 (es conocida mi fobia a esta trilogía), en el trayecto de Granada a Madrid y, posteriormente, en el autobús de Madrid a Zaragoza. ¡Pónganse de acuerdo, carajo!
22. Estar sentado en el autobús de regreso y sentir la felicidad de tener a mi lado a Marta, de haber podido compartir con ella este viaje a una ciudad que quería conocer desde hace tanto tiempo.
Un inmenso placer descubrirla con vos...
3 comentarios:
"Ven cómo iban a llorá... voy a pasar una bolsa de caramelo pa' que pacen el mal trago..."
amé eso...
todo estuvo genial,sentí que conocía a todos y que viajé contigo,etc.
Buenas vibras...
te pasasssssssss ¿no? prometiste no poner lo de mis lloriqueos al ver morir a ese pobre perro!!!snif snif jejeje. Ha sido genial volver a recordar todo...más genial fue haberlo vivido en vivo y en directo con usted...FELIZ MAÑANA, príncipe Humperdinck
Xtraterrestre... ¿Coincidiríamos en el mismo autobús? O quizás no... y siempre este amable conductor realice el mismo ritual. Lo que sí que está claro es que cosicas así hacen grande a la gente y al mundo.
Gracias por su comentario.
Anónimo... me resultas francamente conocida, jajajaja. ¿Yo prometí eso? Lo dudo, jejejeje. Un beso muy grande, condesa Victoria. Sí, fue genial.
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