martes, 17 de noviembre de 2009

Desconfiando de tantas cosas...

Imagen extraída de Internet. No recuerdo la página, pero indagaré para ponerla...

“La confianza en los políticos baja”, leo y oigo, una y otra vez, en los medios de comunicación. Y me extraña, porque apenas he notado una gran diferencia entre la manera de hacer política de hace doce años y la de ahora. Recuerdo casos de corrupción desde casi el mismito momento en que pude ejercer mi derecho al voto y, prácticamente, cada año se dan más y más casos. Urbanismo, prevaricación, regalitos, blanqueo de dinero… sacuden cada cierto tiempo a nuestra clase política y, nunca, repito, nunca, se le ha dado una buena lección.

“La confianza en los políticos baja”, es la noticia que llena titulares de noticieros en papel y en televisión. Y me extraña, porque día a día no para de salir el Gobierno diciendo que se ha tomado tal medida contra la crisis, para fomentar el empleo, para preservar puestos de trabajo, para aumentar las medidas de ayuda a los desempleados. Nunca he sentido que un partido político busque (lo haga bien o mal, en ese tema no voy a entrar), sin parar, medidas para salir de la situación en que nos encontramos. Y, sin embargo, “la confianza en los políticos baja”.

Será, quizás, que lo que realmente ha bajado es la confianza en el sistema capitalista en que nos encontramos viviendo. Será, quizás, que la falta de capital, de poder adquisitivo, de, simplemente, poder pagar una hipoteca y sacar adelante tu vida (y la de tu familia), desanima y empieza a buscar culpables. Será, quizás, que la corrupción (que nos ha acompañado desde los inicios de la democracia en este país), y las malas maneras (insultos, amenazas, acusaciones), son meras excusas para no enrabietarse del todo y gritar, y movilizarse de una vez por todas, que queremos que aquellos a los que votamos se pongan, por fin, a representarnos (que para eso los elegimos en las urnas), en lugar de seguir dirigiéndonos a su antojo en la búsqueda de sus propios intereses.

En la actualidad, encontramos un gran conflicto. Vivimos en lo que se llama un mundo globalizado que, por desgracia, queda supeditado, en gran parte, a la economía globalizada, la cual se rige por puritos parámetros del capitalismo. Es destacable cómo, a través del FMI y del Banco Mundial se asientan las bases del Mercado, totalmente desigual, no sólo por el intercambio de mercancías, sin las mismas oportunidades para los Países desarrollados y aquellos denominados del Tercer Mundo, sino por la exigencia de las famosas deudas.

No olvidemos que el capitalismo está basado en la competición y, a través de ésta, en nuestro querido Primer Mundo, queremos obtener o alcanzar aquello que se nos vende como lo idóneo socialmente: casa, trabajo, pareja, hijos… ¡y llegar sin problemas a final de mes! Vamos, ganar dinero, y cuánto más mejor, para poder alcanzar la mejor situación económica y social posible. Sin embargo, ha quedado demostrado que, con el capitalismo, no todo el mundo puede conseguir alcanzar los mínimos niveles de vida, y hay gente que vive en la pobreza y el número de personas en exclusión (o en peligro de), social no desciende para nada. Cómo suele decirse: unos tanto y otros tan poco…

En SOS Racismo, siempre hay una de las sesiones que dedicamos a la resolución de conflictos. Allá, a través de alguna dinámica hablamos de las diferentes maneras que podemos utilizar para resolverlos. Veamos:

- Competición: Yo gano – tú pierdes. Es decir, que uno gana y consigue su objetivo, mientras que le importa un carajo lo que le pasa al otro. De esta manera, las relaciones entre las personas quedan mermadas.

- Acomodación: Yo pierdo – tú ganas. Vamos, que uno cede para que el otro gane. Quizás, así se mantienen buenas relaciones, aunque al final explotará por algún lado y se irán al carajo.

- Evasión: Yo pierdo – tú pierdes: Como no se afronta el conflicto, ni se cumplen objetivos por ninguna de las partes, ni las relaciones salen muy bien paradas.

- Cooperación: Yo gano – tú ganas: Se consiguen los objetivos de ambas partes y, además, las relaciones mejoran y salen muy bien paradas.

Ahora, si aplicamos esto al sistema en que nos encontramos, ese de la globalización económica de marcado carácter capitalista, el cual se basa en la competición, la ecuación es sencilla:

Yo gano (en capital y, por lo tanto, en riqueza económica, que es mi objetivo) – tú pierdes (ganas mucho menos que yo y, por tanto, no alcanzas tus objetivos). Así, se fomentan las diferencias de clases, que cada vez son más marcadas. Y, por tanto, hay que aumentar las políticas sociales, lo que conlleva a una mayor cantidad de dinero destinado a ellas. Sin olvidar que, tal y como reza la teoría, las relaciones entre las personas empeoran.

Consecuencia: una sociedad cada vez más individualista, en la que, en líneas generales, la gente va cada vez más a su bola y va perdiendo, al mismo tiempo, ciertos valores que permitían una mejor convivencia. Valores que se están empezando a fomentar desde ciertas Instituciones, tanto asociativas como políticas, al observar que sin ellos empezamos a desestructurarnos cada vez más.

Se da demasiada importancia al dinero, a ganarse la vida por encima incluso de nuestras ideas. Se me hace extraño observar como personas con ciertos ideales se venden al mejor postor (aunque sea todo lo contrario a su manera de entender la vida y la sociedad), sólo para “no perder una oportunidad” y, así, poder ganarse la vida (en lo económico, se entiende) con la profesión que quieren ejercer. ¡Uy! Pero eso es otra historia… aunque esté plenamente ubicada en ésta que estoy contando. De hecho, si las personas con ideales, aquellas que supuestamente son críticas y luchan por cambiar las cosas, caen en la rueda… ¿cómo no lo van a hacer aquellos/as que no los tienen?

A lo que iba. Imaginemos una especie de economía comunista universal. Repito, economía, que no sociedad. Una economía en la que no se trata de competir, sino de cooperar para así, repartir. O quizás, no debiéramos llamarla así. Quizás debiera adquirir otro nombre, porque defiendo un nuevo sistema tanto social como económico basado en las relaciones e intercambios porque sí. Pero, bueno, tanto para entendernos como para que pueda tener viabilidad en los tiempos en que vivimos, dejaremos y defenderemos ese nombre de economía comunista universal. Se trataría de distribuir la riqueza, pero no sólo entre los habitantes de una misma nación, sino entre los de todo el planeta. Una distribución de la riqueza que iría acabando con las diferentes clases sociales y, por tanto, con la exclusión social de los habitantes por motivos económicos. Pero, claro está, para ello, previamente, habría que originar una nueva conciencia social, aquella que no se basase en la competición, sino en, como bien clarito deja la teoría, la cooperación: yo gano – tú ganas.

Para ello tenemos que cambiar la concepción de la vida. Hemos de hacer entender que si todos alcanzamos los objetivos cuidando, al mismo tiempo, las relaciones con nuestros prójimos, todos ganamos, tanto en lo social cómo en lo económico (aunque haya gente que ganara menos de lo que, en la actualidad, desearía –porque, realmente, no es necesario ganar tanto-). Y para ello, tenemos que recuperar esa idea de que el pueblo unido tiene el poder. Sí, para mí sigue siendo válido aquello de “el pueblo unido, jamás será vencido”. Sí, si nos juntamos y recuperamos nuestra fuerza, si colaboramos, si hacemos un esfuerzo por recuperar ese sentimiento comunitario más allá de nuestro entorno cercano, podemos cambiar el desarrollo de este sistema.

¿Por qué no comparto del todo ese nombre de comunismo universal? Porque considero que el comunismo, al fin y al cabo, es un sistema económico basado en el interés material. Aunque busque repartir la riqueza, las acciones, el trabajo, estarán destinadas a obtener un beneficio a cambio. Y eso es lo que considero que hay que cambiar. Debiéramos hacer las cosas porque sí, sin esperar un beneficio material o temporal a cambio. Me explico. Entre muchos movimientos hippies o neohippies, está muy de moda la vaina esa del trueque. Bien, me parece muy bonita la idea de “no se necesita el dinero” para poder obtener comida, arreglos, necesidades, etc. Pero, sin embargo, al fin y al cabo, está basado en un intercambio de intereses. Es decir, hago o doy algo a cambio de que otra persona me dé o haga algo por mí. No deja de haber un interés. Al fin y al cabo, en nuestro sistema económico de intercambio de moneditas, tú das tu tiempo a cambio de dinero; posteriormente, tú das tu dinero a cambio de algo o del tiempo de alguien. Es decir, acabas dando tu tiempo a cambio del tiempo de otra persona o de algo que te van a dar (vender). ¿Dónde está entonces la diferencia?

Por el contrario, lo que defiendo es un sistema en que se realicen las cosas por propio beneficio personal, por sentirse mejor, porque apetece, sin más. Cuando das algo, obviamente esperas algo; no obstante, puede alejarse de una búsqueda material o temporal y buscar, simplemente, sentirse mejor. Recibir una sonrisa, una muestra de ilusión, un agradecimiento… está por encima de cualquier “recompensa” material. Ofrecer lo tuyo “porque sí”, sin esperar nada a cambio. Al final, si todos nos comportásemos así, todos acabaríamos ofreciendo cosas nuestras a los demás simplemente porque nos sentiríamos mejor. Esto no quiere decir que tuviésemos que compartir todo, puesto que cada uno es libre de ofrecer libremente lo que quiera de sí al resto de la humanidad. ¡Uy! Vuelvo a irme por otros derroteros, y esta vez cargados de un inmenso sentimiento utópico… ¿o no? Igual es que está todo relacionado… Porque sólo cambiando esta conciencia, cambiando a esta manera de “intercambio” de cosas “porque sí”, es la única manera de hacer viable que se pudiese implantar, en lo económico (que no en lo social), esa especie de comunismo universal.

“La vaina del 2012” es la otra noticia que se ha disparado entre la sociedad. ¡Hasta una película se ha estrenado y todo! ¡Catástrofe mundial! Parece que el Mundo va a desaparecer, jajajaja. Repaso lo que he escrito hasta ahora… ¿Y si fuese una predicción que se cumpliera? No estaría nada mal. Una especie de revolución totalmente pacífica, un levantamiento popular que produjese una total catástrofe para el sistema capitalista mundial. Un alzamiento de un nuevo sistema económico y social basado en la cooperación, en el reparto de la riqueza y en la ayuda mutua para seguir avanzando con respeto a esa Pachamama que tanto y tanto nos da.

“La confianza en los políticos baja”. Pero, si no estuviésemos en tiempo de crisis, seguramente este titular no aparecería en ningún medio… Lo único que baja es nuestra capacidad de reacción.

2 comentarios:

Calvito dijo...

Hola
No, si la idea es muy bonita, a mí personalmente me encantaría que el mundo fuera así.
Pero se empieza a joder cuando el primero dice "Eh, ¿Por qué tengo yo que sentirme feliz con darle algo a este que no le da nada a nadie?"
Un sentimiento muy humano, por otro lado, pero con el que supongo que se sentaron las bases del capitalismo.

En fin, un saludo, soñador.

Abrazos

closada dijo...

Gracias, Calvito, por tu comentario. Sí, una pena que la ambición se lleve por tierra buenos pensamientos,,, ¡sig!