En la foto, todos/as los/as que acudimos (faltan Miguel Ángel Colas, David Monreal, "Tocho", Sergio Contreras, Javier Villuendas, María Martínez y Jesús Gadea, que fueron despidiéndose y apareciendo durante la noche)
Me encontré a ma cherie Cecilia. Cómo no, yo había perdido su número de teléfono, así que volví a pedírselo. Sin duda, ese encuentro no era arbitrario, estaba preparado de antemano por el extraño embrujo del Eliseo Godoy.
A los días, y de eso ya hace un mes, me llegó un mensaje: "Mándame tu e-mail. Se está organizando una cena..." A los dos días, un mensaje en mi correo "eléctrico" me informaba de la posibilidad de juntarnos a cenar, después de 20 años, aquellos/as quillicos/as del 75 que hicieron juntos/as aquel lejano 8º de EGB en el Colegio Público Eliseo Godoy. Algo grande se estaba cociendo y, afortunadamente, me encontraba entre sus ingredientes.
No había ninguna duda, ese extraño embrujo existía y volvía a hacerse presente: A tan sólo una semana para el evento, me encuentro a Diego Conget. Otro quillo más que se vendrá a cenar.
Salí presuroso del trabajo. Me acerqué con la duda de cómo carajo sería el recibimiento. Me preocupaba que fuese frío. Un apretón de manos y un "qué tal"... Habían pasado 20 años y, ¡carajo!, nos volvíamos a encontrar. La ilusión estaba en todo mi pequeño ser y, de camino, tan sólo me preocupaba cómo sería el recibimiento. Al entrar, todas mis dudas se disiparon. La sonrisa, la ilusión, la emoción de tan esperado encuentro estaba patente en cada uno de los que ya estaban allá presentes. Eran abrazos lo que me esperaban, eran ojos y miradas que delataban la más sincera alegría de volver a vernos... Sabía que era el comienzo de una noche especial.
Poco a poco fue llegando la gente. Las conversaciones fluían y se hacían cercanas con continuas muestras de afecto. Poco a poco iba llegando la gente y yo, a cada minuto que pasaba, estaba más contento. Era casi increíble volver a estar al lado de aquellos/as que compartieron clase, comedor, patio, conmigo.
La cena, allá estaba. Poco podíamos llevarnos a la boca. Estábamos a otra cosa. Estábamos en los recuerdos, en las novedades. Estábamos viajando entre el pasado y el presente, como si cada segundo fuera insuficiente. Y con el postre, la diosa de la fortuna nos quiso jugar una mala pasada: el abuelo de David acababa de fallecer. "Tocho" y él, tuvieron que partir. Sé que a los dos les hubiera encantado seguir. ¡Puta chingada, joder!
María nos había preparado una sorpresa: la foto de 8º de EGB. Ésta nos proporcionó un momento estelar, puesto que Jorge, gran maestro de ceremonias, nos apremió para intentar nombrar a todos/as y cada uno/a de los/as que aparecían en la foto. ¡Brutal!
Seguía avanzando la noche. Mientras unos/as se iban, otros nuevos aparecían. El embrujo seguía presente y haciendo de las suyas... Nos vamos al Centric, que está trabajando Jesús Gadea. Si él no puede venir, por supuesto, nosotros/as nos acercaremos hasta él.
Pasaban las horas y, por desgracia, cada vez era más consciente de que esa noche acabaría. Cerraron el Centric y nuestros pasos iban destinados a la Oasis. Ya en Cesar Augusto, noté el cansancio en mi cuerpo. Me despedí de aquellos/as que habían quedado rezagados... algo en mí no quería tener que decir adiós al resto. Los tenía bien cerquita, pero esa despedida definitiva, para mí, iba a romper el embrujo. Decidí marchar al hogar sin tener que cerrar la noche. Los pasos me llevaban a mi hogar. Mi mente me llevaba a la inolvidable noche que había pasado. No me había despedido porque no quería pensar que sería otro adiós, no quería pensar que serían otros veinte años sin saber de los demás. Era una chorrada, pero no quería que desapareciese la magia, así, sin más...
Gracias a todos/as los/as que compartisteis la noche conmigo. Les agradezco en el alma tanta ilusión y cercanía.
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