El viaje estaba planeado para ir a disfrutar del concierto de No Te Va Gustar (NTVG); pero, a medida que se acercaba, se nos antojaba como una posibilidad de disfrutar juntos de dos días libres en nuestra apretada agenda estudiantil-laboral.
No había que madrugar en demasía, mas la cervecita de la noche anterior, había hecho que no durmiese las horas esperadas. Así que, con el sueño como condicionante de mi deambular matinal, me acerqué a la estación de Delicias. Allá, un nuevo encuentro, en esta ocasión con Lidia (en la actualidad habita en Jaraba), quien se iba a pasar unos días a Granada y cogía el mismito autobús que nosotros. después de un tiempo sin vernos, debido a mi reducida vida social (y aún así, ¡joder si he cundido!), nos encontrábamos en la estación para así, poder ponernos al día de nuestras experiencias vitales, poder compartir las pataticas de rigor en la parada en Lodares y poder despedirnos con el deseo de un viaje molón.
Nada más llegar, quedamos con Cristina. Acudió a buscarnos a la parada del metro y, en cuanto comimos, marchamos a La Latina de cervecitas y tapitas. Cervecitas, gambitas, aceitunas, sobrasada, tomatito... iban acompañando nuestros diálogos. No he de olvidarme hacer referencia a mi asombro al leer, en nuestros paseo por las calles, ese juego de palabras que se estableció hace ya muuuuuuchos años, allá cuando se amenazaba con la presencia de "Los tigres 2" en nuestro grupete de compinches: "Latina Turner". Al verlo como nombre de un bar, quedé ciertamente perplejo, pues a algún/a ser de la Galaxia se le había ocurrido también semejante memez o majadería.
De las cañitas y tapitas, al conciertazo de NTVG, donde ya hice referencia acá. Al finalizar, había que terminar la noche hablando y disfrutando de nuestra mutua compañía. La alegría de las cervezas se había apoderado de Marta y Crisina, quienes, entonaban en elevada voz algunas canciones en catalán por la urbe madileña. Algunas canciones que las dos conocían y les entusiasmaban...
- "¡Se nota que venís de un concierto! ¿no?" Exclamaron tres personas que, sentadas, observaban, mientras conversaban, el caminar de la gente.
- "Sí, de un grupo uruguayo..." Respondí sonriente
- "¡Pues no se nota!" Y las risas sonaron poco a poco mientras tomábamos distancia.
En el andén de enfrente, de nuevo, el quillito de las pequeñas rastas y la quillita de las palmadas efusivas en la espalda. Me despedí de mi "nuevo colega" agitando la mano mientras el metro iba tomando velocidad. Mi pensamiento se fue hacia aquella servilleta escrita por mi propia mano: "¿Me enviará las fotos?"
Unas coca-colas y al hogar. La despedida de Cristina tenía que llegar. Nos abrazamos, nos besamos y establecimos vernos este fin de semana. Ahora, mientras escribo, me doy cuenta de que he de comprar CD's para grabarle toda la discografía. A la mañana siguiente ella madrugaba en demasía, así que eran los últimos minutos en nuestro viaje que pasábamos a la suya vera.
Despertamos sobre las 10. Marchamos a tomar un café, que acompañamos con un juguito de naranja y una tostada de "pan tumaca", tal y como lo ponía en el cartel. Con las energías renovadas, ya estábamos dispuestos a caminar por la urbe de la capital, acercarnos hacia Sol y recorrer algunas calles antes de volver hacia el hogar.
Cansados, buscamos un bar donde comer. El antojo ya se había gestado la tarde-noche anterior, con lo que ya teníamos claro que comeríamos en algún sitio con recetas sudamericanas. Acabamos en el "Encuentro Latino", donde degustamos dos deliciosos y consistentes menús: los refrescos, un caldo de pata y otro de marisco, así como una fuente de arroz chaufa y otra con una miscelánea de guatita, arroz y pollo frito, más los postres, por solo 7,50 € cada menú ¡Todo un lujo!
Ya apenas nos quedaba tiempo para tener que volver. La búsqueda de una floristería abierta quedó en el más absoluto fracaso. Así que nos tuvimos que conformar con una notita y un conejo hecho con papel. Lo depositamos sobre su cama y marchamos hacia la estación. Habíamos pasado una especie de fin de semana maravilloso en que disfruté cada uno de los sitios y momentos que allá presencié.
Gracias mil por vuestra compañía.
No había que madrugar en demasía, mas la cervecita de la noche anterior, había hecho que no durmiese las horas esperadas. Así que, con el sueño como condicionante de mi deambular matinal, me acerqué a la estación de Delicias. Allá, un nuevo encuentro, en esta ocasión con Lidia (en la actualidad habita en Jaraba), quien se iba a pasar unos días a Granada y cogía el mismito autobús que nosotros. después de un tiempo sin vernos, debido a mi reducida vida social (y aún así, ¡joder si he cundido!), nos encontrábamos en la estación para así, poder ponernos al día de nuestras experiencias vitales, poder compartir las pataticas de rigor en la parada en Lodares y poder despedirnos con el deseo de un viaje molón.
Nada más llegar, quedamos con Cristina. Acudió a buscarnos a la parada del metro y, en cuanto comimos, marchamos a La Latina de cervecitas y tapitas. Cervecitas, gambitas, aceitunas, sobrasada, tomatito... iban acompañando nuestros diálogos. No he de olvidarme hacer referencia a mi asombro al leer, en nuestros paseo por las calles, ese juego de palabras que se estableció hace ya muuuuuuchos años, allá cuando se amenazaba con la presencia de "Los tigres 2" en nuestro grupete de compinches: "Latina Turner". Al verlo como nombre de un bar, quedé ciertamente perplejo, pues a algún/a ser de la Galaxia se le había ocurrido también semejante memez o majadería.
De las cañitas y tapitas, al conciertazo de NTVG, donde ya hice referencia acá. Al finalizar, había que terminar la noche hablando y disfrutando de nuestra mutua compañía. La alegría de las cervezas se había apoderado de Marta y Crisina, quienes, entonaban en elevada voz algunas canciones en catalán por la urbe madileña. Algunas canciones que las dos conocían y les entusiasmaban...
- "¡Se nota que venís de un concierto! ¿no?" Exclamaron tres personas que, sentadas, observaban, mientras conversaban, el caminar de la gente.
- "Sí, de un grupo uruguayo..." Respondí sonriente
- "¡Pues no se nota!" Y las risas sonaron poco a poco mientras tomábamos distancia.
En el andén de enfrente, de nuevo, el quillito de las pequeñas rastas y la quillita de las palmadas efusivas en la espalda. Me despedí de mi "nuevo colega" agitando la mano mientras el metro iba tomando velocidad. Mi pensamiento se fue hacia aquella servilleta escrita por mi propia mano: "¿Me enviará las fotos?"
Unas coca-colas y al hogar. La despedida de Cristina tenía que llegar. Nos abrazamos, nos besamos y establecimos vernos este fin de semana. Ahora, mientras escribo, me doy cuenta de que he de comprar CD's para grabarle toda la discografía. A la mañana siguiente ella madrugaba en demasía, así que eran los últimos minutos en nuestro viaje que pasábamos a la suya vera.
Despertamos sobre las 10. Marchamos a tomar un café, que acompañamos con un juguito de naranja y una tostada de "pan tumaca", tal y como lo ponía en el cartel. Con las energías renovadas, ya estábamos dispuestos a caminar por la urbe de la capital, acercarnos hacia Sol y recorrer algunas calles antes de volver hacia el hogar.
Cansados, buscamos un bar donde comer. El antojo ya se había gestado la tarde-noche anterior, con lo que ya teníamos claro que comeríamos en algún sitio con recetas sudamericanas. Acabamos en el "Encuentro Latino", donde degustamos dos deliciosos y consistentes menús: los refrescos, un caldo de pata y otro de marisco, así como una fuente de arroz chaufa y otra con una miscelánea de guatita, arroz y pollo frito, más los postres, por solo 7,50 € cada menú ¡Todo un lujo!
Ya apenas nos quedaba tiempo para tener que volver. La búsqueda de una floristería abierta quedó en el más absoluto fracaso. Así que nos tuvimos que conformar con una notita y un conejo hecho con papel. Lo depositamos sobre su cama y marchamos hacia la estación. Habíamos pasado una especie de fin de semana maravilloso en que disfruté cada uno de los sitios y momentos que allá presencié.
Gracias mil por vuestra compañía.
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