Me encantaría, algún día, poder salir a la calle y tener bolsillos gigantes. Así, cada vez que me cruzase con alguien, poder entregarle cualquier pequeño presente: una flor, una animalillo de papel, un lapicero multicolor... así a cada paso, sin parar, aunque no conociese a nadie. Y, junto a ese regalillo rumbero, mirar a la cara y transmitir ese estado risueño...
Cuidado, cuidado, que viene el alacrán...
Cuidado, cuidado, que viene el alacrán...
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