jueves, 3 de enero de 2008

Cuando la tinta ratifica las palabras y los actos...

Nada hacía presagiar que hoy sería un día especial. Tenía que levantarme para ir a trabajar, hacía frío, llovía, el asfalto mojado me impedía pedalear ya que mi velocípedo carece de guardabarros... Vamos, que era un día más de esos que, aparentemente, no te van a deparar ninguna sorpresa. Sin embargo, al llegar a casa, nada más abrir el buzón, el día tomaba otro colorido. Aunque el día estaba nublado, el cielo me ofrecía un intenso azul; llovía, pero el Sol brillaba acariciando mi rostro; y el frío, bueno, el frío daba paso al calor de la carta que sostenía entre mis manos. Al abrirla, la sorpresa era todavía mayor. Mientras iba leyendo, sabía que la tinta se había ido impregnando desde el corazón, desde el cariño, desde la amistad de aquella que me la remitía.

A medida que avanzaba por sus líneas, me iba ilusionando más y más. Estaba emocionado (bueno, y lo sigo estando), y lleno de alegría, al tiempo que me iba sonrojando. Y es que, un escrito así de bonito no se recibe todos los días. Ahora, con la sonrisa en el rostro, con el arrobamiento que recorre mi cuerpo, sólo puedo expresar todo mi agradecimiento a una quilla muy especial, una quilla que me tendió la mano y la amistad cuando más lo necesitaba. Por eso yo, desde acá, le tiendo mis brazos para ofrecerle todo mi calor y todo mi cariño.

Para mi amiga Bea: un besazo, no sólo por tu presente, sino por aquellos días que me diste fuerzas con tus ánimos e invitaciones a sitios contentos.

¡Para todos... todo!

1 comentario:

Anónimo dijo...

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