lunes, 10 de diciembre de 2007

Zaragoza 3 - Espanyol 3


Extraño título para la entrada de hoy, ya lo sé; pero, es lo que hay, chamaquitos/as: ¡ayer fui al fútbol! Comí en casa de la mía mamma y, como mi brother (que es socio), no podía asistir, pues me fui con Sylvia (su mujer). La verdad es que el "fúrgol" me la trae floja, pero al ser a las cinco y no tener ningún plan, pensé que había que probar esta experiencia.

Sin apenas enterarme, el partido ya había comenzado, así que ni me había percatado de las típicas presentaciones de los jugadores que realiza esa voz que se deja oír a través de los altavoces. El Zaragoza, de azul y blanco; el Espanyol, de rosa y negro. Como estaba en mi ciudad, decidí, no sólo que apoyaría al equipo blanquiazul, sino que hasta lo haría con entusiasmo. Que equivocado estaba…

La afición de Las Romareda es sosa, no grita, no apoya. Pero, eso sí, cuando hay que pitar a un jugador, lo hace con saña. No entiendo cómo se puede oír más a los cuatro pelagatos del equipo rival que a todo un estadio. ¡Es inconcebible! De verdad, creo que jugar a domicilio, en La Romareda, es un chollo, puesto que el factor campo, ese del que hablan, apenas debe de notarse. Sólo un rincón, allá donde se ubica el “Colectivo 32” (creo que así se llama), se dedica a cantar y apoyar al Real Zaragoza; el resto de la afición calla. Así que, al menos hoy (no sé cómo será otros días), si había una afición, era la del Espanyol, que dejaba oírse y animaba el triple que toda la Romareda junta.

En el minuto siete, Diego Milito (joder parezco un entendido), metía el primer gol del partido. La gente que se levanta, lo celebra, aplaude… y suena una musiquilla. Sí, es gracioso, porque esa voz de los altavoces grita: Gol de ‘vete tú a saber quien’ y, seguidamente suena la musiqueta…

No entiendo nada. A mí, al sonar la musiquilla, me entraban ganas de levantarme y bailar. Pero, no, el respetable permanecía impertérrito, con el culo en el asiento. Y yo, pensaba: “buah, con lo que molaría que la gente se pusiera a bailar y sacasen toda clase de cachivaches para animar al equipo. Seguro que lo haría más divertido y daría más vidilla a los partidos…” Y me veía a mí moviendo las caderas, con una mano gigante con el número 1, observando como danzaban los de mi alrededor. Pero, no, eso sólo ocurría en mi cabeza y la gente dotaba de aburrimiento a lo que yo esperaba que fuese algo más ameno.

De repente, gol del Espanyol… y otro… y otro. En el minuto 18, el resultado quedaba 1 – 3, favorable a los “periquitos”. De ahí al descanso, un Zaragoza lamentable y un Espanyol que no terminaba de rematar la faena.

La segunda parte, pensaba yo, será más de lo mismo. Pero, no. Falta de un quillo y, como ya llevaba un tarjeta amarilla, le sacan la segunda y a la calle. Los blanquiazules se quedan con diez y es cuando empiezan a mejorar su juego. Unos cambios y todo sigue igual. Apenas quedaban ocho minutos para el final y le digo a Sylvia: “Jo, podrían meter un gol y así darle algo de emoción…” Dicho y hecho, el marcador se pone 2 – 3. Y a los cinco minutos, La Romareda, de manera unánime grita y celebra el gol del empate. Un empate que, después de ir perdiendo por 1 – 3, al público le sabía a victoria.

Fin del encuentro.

Salgo del estadio y hay un porrón de gente y de coches. Cojo mi velocípedo, y para la Magdalena. La cita tocaba con George y Javi J. (aunque pronto se uniría Mariachi), y para cenar al Museo de la Tortilla: de longaniza, de ajos tiernos, de bacon, de bacalao, de berenjena… un auténtico placer culinario entre tanta tortilla.

La nuit, mejor ni mentarla, pues nos corrimos una buena juerga el señor Javi y yo… Y, al despertar, a por un cuadro de dos metros. Monopatín en mano, vamos a buscarlo. Lo cogemos, lo ponemos encima del monopatín y caminamos por las calles de la urbe. Lo malo, el viento, el maldito cierzo del carajo… Al final, hemos tenido que parar y Javi se ha ido a por un transportista; mas, éste no estaba y, cosas de la vida, ha convencido a un quillo que trabaja en la construcción y que nos ha llevado con su pequeño camión de carga y descarga. Ha sido una agradable aventureta, la verdad...

2 comentarios:

Javier López Clemente dijo...

Yo también estuve en el campo, también invitado y porque, cosas laborales, cuando tu brother no puede ir, siginfica que yo si puedo.

La afición es como es y el equipo tiene que responder con juego. Fallo la defensa, muy flojita y la conexión argentina del medio campo que no suministro megavatios a la delantera.
No es posible que Oliveira salga al campo en el minuto 30 del segundo tiempo, después de una hora de ir perdiendo por dos goles, en eso Victor se equivocó.

Este equivo cuando consigue hacer curcular el balón y se enchufan a la correinte alterna de pase a la banda y a correr es imparable.

Mi enhorabuena a Paredes, un lateral que sabe hacer su oficio: Defiende sobrio y suelta la peltota a la posición más fácil, no se complica y el fútbol casi siempre es sencillez, cuando subió la banda lo hizo con rapidez, verticalidad y centró templado y con peligro. Un gran partido el de Paredes en el lateral derecho y... bueno ya esta.

Salu2 Córneos.

closada dijo...

Jejejeje, es verdad, sois antónimos en el horario laboral. Vaya, vaya...

La verdad es que yo no sé cómo es la afición. Sé cómo fue ayer, no todos los partidos; pero, la del Domingo era aburrida. Y, creo, que si tu equipo pierde, aunque estés quemado, hay que apoyar. A mí, al menos, me apetecía (y me la trae floja si gana o pierde), tenía ganas de chillar, de aplaudir, de cantar... pero debía de ser el único en el campo.

Como no sigo el "fúrgol" no sé cómo hace circular el balón; pero, al final, con Oliveira había más rapidez, más verticalidad, no sé, quizás más empuje.

En cuanto a Paredes, tienes toda la razón. Me gustó mucho cómo jugó ese quillo. Y en la segunda parte, también Ayala, que estaba en todos lados...

Saludos, ¡oe, oe, oe!