El otro día, volvimos a preparar el cine en casa. Había comprado hace poco, por un eurico, El truco del manco y decidimos verla. Tres Premios Goya (Mejor director novel, actor revelación y canción), y las buenas críticas recibidas, hacían presagiar que estaríamos ante una buena película. Preparamos las palomitas y comenzó la proyección.
En mi opinión, la película está bien. Es una película entretenida, con algún momento bueno; pero, poco más. Vamos, que está muy alejada de ser ese pedazo de película que defienden por ahí. Inmersos en un barrio marginal, nos acercamos a las vivencias (o subsistencias), de un quillo, "Cuajo", con parálisis cerebral amante del rap y su compinche de fatigas (técnico de sonido), en un contexto de miseria, drogas y delincuencia común. A pesar de ello, ambos quieren salir de esa situación en un infatigable (aunque con sus crisis), acto de autosuperación. Observamos algunos de los problemas de "Cuajo" en su cotidianeidad (entrar en la ducha, bajar escaleras, liarse un porrillo), algo que nos acerca a las dificultades diarias a las que se enfrentan estas personas. Nos volvemos pequeños espías de las movidas familiares que conlleva tener un padre alcohólico o un hermano que trapichea sin límite alguno, quizás los momentos más crudos y mejor llevados de la película. No obstante, y por desgracia, al director se le va de las manos.
En seguida, todo se lleva al límite, hasta el punto de perder toda credibilidad. Los momentos de las ventas de las PSP (o como le llamen) y de los visones son tan absurdos como irrisorios. Comprar PSP sin ninguna garantía, robadas o vaya usted a saber de dónde carajo habrán salido, a 200 € no tiene ni pies ni cabeza. Y menos todavía, que se las quiten de las manos. Y lo de los visones... ¡tiene delito! Ahí, en plena calle, a una tienda regentada por un chino sin ninguna muestra de lujo, yo que sé. Mal, mal. No sé, estos momentos serían divertidos para una comedia; pero, nada acertados para esta película supuestamente seria y de temática social.
Por otra parte, el sistema de fianza, castigo, venganza, se vuelve totalmente previsible e, incluso, desmesurado por falta total de criterio. "Ha sido mi hermano". Y ya está. Nos lo creemos y se la jugamos... Que produce, un final tonto y con supuesta moraleja. Sí, me han quemado el local, pero consigo hacerme el porrillo. Vamos, que no voy a caer y seguiré levantándome.
Por último, las actuaciones, marcadas por seres que gritan mucho. A pesar de que La Excepción es un grupo que me gusta, no me voy a dejar llevar por mis gustos musicales y voy a ser mínimamente crítico. El Langui no se merece un Goya ni a la de tres. Actúa, no mal, sino remal. Gritar mucho, no basta para parecer enfadado, cabreado o jodido hasta la médula. El hermano, otro que va. La quilla del bar, bueno... parece que está leyendo. El único que se salva es Ovono, con una actuación correcta aunque a veces le falte un poquico de emotividad.
Quedaría darle un repaso a los diálogos, llenos de palabrotas y no muy currados. Pero, sinceramente, creo que son acertados, puesto que la riqueza lingüística y la educación van, en muchas ocasiones (que no siempre), unidas de la mano. Y en este contexto de miseria, trapicheos y pillería no quedarían muy creíbles unos diálogos sin tacos y con abundancia de correcciones.
En definitiva, una película que se puede ver, que entretiene y que incluso llega a enganchar (aunque eso también lo hacen las pelis de Antena 3 de sobremesa), pero que cae en algunos despropósitos que hacen que pierda bastantes puntos.
En mi opinión, la película está bien. Es una película entretenida, con algún momento bueno; pero, poco más. Vamos, que está muy alejada de ser ese pedazo de película que defienden por ahí. Inmersos en un barrio marginal, nos acercamos a las vivencias (o subsistencias), de un quillo, "Cuajo", con parálisis cerebral amante del rap y su compinche de fatigas (técnico de sonido), en un contexto de miseria, drogas y delincuencia común. A pesar de ello, ambos quieren salir de esa situación en un infatigable (aunque con sus crisis), acto de autosuperación. Observamos algunos de los problemas de "Cuajo" en su cotidianeidad (entrar en la ducha, bajar escaleras, liarse un porrillo), algo que nos acerca a las dificultades diarias a las que se enfrentan estas personas. Nos volvemos pequeños espías de las movidas familiares que conlleva tener un padre alcohólico o un hermano que trapichea sin límite alguno, quizás los momentos más crudos y mejor llevados de la película. No obstante, y por desgracia, al director se le va de las manos.
En seguida, todo se lleva al límite, hasta el punto de perder toda credibilidad. Los momentos de las ventas de las PSP (o como le llamen) y de los visones son tan absurdos como irrisorios. Comprar PSP sin ninguna garantía, robadas o vaya usted a saber de dónde carajo habrán salido, a 200 € no tiene ni pies ni cabeza. Y menos todavía, que se las quiten de las manos. Y lo de los visones... ¡tiene delito! Ahí, en plena calle, a una tienda regentada por un chino sin ninguna muestra de lujo, yo que sé. Mal, mal. No sé, estos momentos serían divertidos para una comedia; pero, nada acertados para esta película supuestamente seria y de temática social.
Por otra parte, el sistema de fianza, castigo, venganza, se vuelve totalmente previsible e, incluso, desmesurado por falta total de criterio. "Ha sido mi hermano". Y ya está. Nos lo creemos y se la jugamos... Que produce, un final tonto y con supuesta moraleja. Sí, me han quemado el local, pero consigo hacerme el porrillo. Vamos, que no voy a caer y seguiré levantándome.
Por último, las actuaciones, marcadas por seres que gritan mucho. A pesar de que La Excepción es un grupo que me gusta, no me voy a dejar llevar por mis gustos musicales y voy a ser mínimamente crítico. El Langui no se merece un Goya ni a la de tres. Actúa, no mal, sino remal. Gritar mucho, no basta para parecer enfadado, cabreado o jodido hasta la médula. El hermano, otro que va. La quilla del bar, bueno... parece que está leyendo. El único que se salva es Ovono, con una actuación correcta aunque a veces le falte un poquico de emotividad.
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1 comentario:
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Eliana Villarreal
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