Mucho tiempo sin ir al cine. Así que tocaba "ir sobre seguro". La cita anual con Woody, aunque en mi ocasión tardía, llegaba a su hora. Poco o nada había oído de su nueva película, salvo excepción del éxito obtenido en Cannes.
La película se iniciaba con varias imágenes de París. No sé, me recordó al instante a Manhattan y, por alguna extraña razón, pensé que iba a ser un filme flojo. Afortunadamente, me equivoqué. A pesar de algunos diálogos bastante tontorrones y de las personificaciones de los artistas que van apareciendo bastante simplonas y llenas de tópicos, volvía a presenciar un Woody más fresco que en las posteriores películas a Desmontando a Harry (y anda que nos han pasado años ni na'), aunque no tan reflexivo como en la genial Acordes y Desacuerdos. Rememorando, sobre todo, a la fantástica y maravillosa La Rosa Púrpura del Cairo, Woody vuelve a adentrarnos en el mundo de la ilusión, de los sueños, de las "vidas que nos gustaría vivir", aunque para esta ocasión no se sirve de la pantalla de cine, sino del pensamiento melancólico de un escritor neoyorquino y su añorada Francia de las años 20.
Así, el protagonista, recorre por las noches parisinas acompañado de diferentes personajes del arte y de la música de aquella época, supongo que, todos ellos, admirados por nuestro querido Woody. Es de destacar cómo sitúa la acción en el año 1928 (dato propiciado por el cuadro Baigneuse, de Picasso), para poder situar a todos aquellos personajes en París en ese mismo año (aunque difícilmente habrían coincidido en las mismas fechas). Aquí, radica quizás lo más flojo (que no malo) de la película, pues estos personajes son algo inexpresivos en ocasiones y, además, los diálogos son un poco chorras entre ellos. Sobre todo aportan a la trama la obvia ilusión y fascinación del escritor por encontrarse con ellos, hecho éste que apoya su entusiasmo y admiración por ese tiempo pasado. No desentonan con el ritmo de la película y, para nada, se quedan en diálogos pobres, además de resultar bastante graciosos
Salí realmente contento de la sala de cine. Me gustó mucho, me entretuvo y, además, se nombra en ella al gran Henry Miller. Me faltó a Anaïs Nin, aunque he de resaltar que, cuando el prota lee el diario de Adriana, se puede señalar como una pequeña referencia.
Mi consejo es que no se la pierdan. Vayan a la sala y disfruten de una película que, al menos, permite soñar...
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