El Domingo de la semana pasada, fuimos a ver También la lluvia, última película de Iciar Bollaín. Ésta es candidata a un porronsito de estatuillas de Goya y ha sido elegida por la Academia de cine para representar a España en los Oscar. Normalmente, estas referencias de poco suelen servir. No obstante, tratándose de una película de Iciar Bollaín, otra cosica es.
Situada en el contexto de la Guerra del Agua de Cochabamba (nombre popular de una serie de protestas que ocurrieron en Cochabamba, Bolivia), allá por el año 2000, la película se mueve entre dos frentes: el intento de sacar adelante, como sea, un largometraje sobre Cristóbal Colón, y las consecuencias de privatizar el abastecimiento del agua municipal.
Iciar, junto con su compañero y guionista Paul Laverty, nos van situando en paralelo el desarrollo de la película y el creciente descontento del pueblo boliviano, hasta el punto de estallar en una revuelta violenta. Este hecho repercutirá, obviamente, en el intento de terminar la película, estallando también su equipo de filmación. Será el momento de tomar decisiones, será el momento en que cada personaje, después de enfrentarse a todos los acontecimientos vividos, mostrará su verdadera cara, no la de las palabras ni la de la corrección, sino las de los actos.
En este filme, en que también se reflexiona sobre el propio lenguaje cinematográfico, se nos invita a indagar en las nuevas formas de colonización, así como en el paralelismo existente entre el saqueo de riquezas y recursos de hace 500 años y la actualidad: tan sencillo como cambiar oro por agua. Pero, también podríamos nombrar, como sucede en muchos países, la explotación de sus trabajadores, la extracción de minerales y otras materias primas para las grandes multinacionales extranjeras, o los beneficios que se sacan de las patentes después de piratear (sin pagar un chavo por ello) los conocimientos ancestrales que poseen los pueblos indígenas sobre las propiedades de plantas y animales.
Los personajes, bien definidos, sin olvidar la ambigüedad que poseen algunos ideológicamente, son los encargados de mostrar la doble moral que se tiene al tratar temas de este calado.
Sin duda, una película muy recomendable para visualizar en la pantalla grande. Quizás, por ponerle algún "pero", el final, que no me convence del todo. Asimismo, en algunos momentos, puede parecer chocante, por floja, la actuación de parte del reparto boliviano; no obstante, parece ser que, tal y como lo vivió Marta en Perú, el comportamiento de algunas personas puede llegar a ser así y, por lo tanto, no ser una floja interpretación.
Situada en el contexto de la Guerra del Agua de Cochabamba (nombre popular de una serie de protestas que ocurrieron en Cochabamba, Bolivia), allá por el año 2000, la película se mueve entre dos frentes: el intento de sacar adelante, como sea, un largometraje sobre Cristóbal Colón, y las consecuencias de privatizar el abastecimiento del agua municipal.
Iciar, junto con su compañero y guionista Paul Laverty, nos van situando en paralelo el desarrollo de la película y el creciente descontento del pueblo boliviano, hasta el punto de estallar en una revuelta violenta. Este hecho repercutirá, obviamente, en el intento de terminar la película, estallando también su equipo de filmación. Será el momento de tomar decisiones, será el momento en que cada personaje, después de enfrentarse a todos los acontecimientos vividos, mostrará su verdadera cara, no la de las palabras ni la de la corrección, sino las de los actos.
En este filme, en que también se reflexiona sobre el propio lenguaje cinematográfico, se nos invita a indagar en las nuevas formas de colonización, así como en el paralelismo existente entre el saqueo de riquezas y recursos de hace 500 años y la actualidad: tan sencillo como cambiar oro por agua. Pero, también podríamos nombrar, como sucede en muchos países, la explotación de sus trabajadores, la extracción de minerales y otras materias primas para las grandes multinacionales extranjeras, o los beneficios que se sacan de las patentes después de piratear (sin pagar un chavo por ello) los conocimientos ancestrales que poseen los pueblos indígenas sobre las propiedades de plantas y animales.
Los personajes, bien definidos, sin olvidar la ambigüedad que poseen algunos ideológicamente, son los encargados de mostrar la doble moral que se tiene al tratar temas de este calado.
Sin duda, una película muy recomendable para visualizar en la pantalla grande. Quizás, por ponerle algún "pero", el final, que no me convence del todo. Asimismo, en algunos momentos, puede parecer chocante, por floja, la actuación de parte del reparto boliviano; no obstante, parece ser que, tal y como lo vivió Marta en Perú, el comportamiento de algunas personas puede llegar a ser así y, por lo tanto, no ser una floja interpretación.
Les dejo un documental, La corporación, en el que, entre otras cosas, aparece reflejada la denominada Guerra del Agua:
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