Hace ya unos días, marché con Marta a ver a Tachenko a la Oasis. Llevaba algo así como 4 años intentando verlos en directo, pero por una razón u otra, como si de una maldición se tratara, nunca había logrado hacerlo: trabajo, otro concierto del que ya poseía entrada, viaje fuera de Zaraguaya... me habían impedido disfrutar de uno de esos grupicos que forman parte de mi obligatorio archivo musical. Pero, por fin, por fin, podía presenciar uno de sus conciertos y lo hacía con esa mía querida "compañera del metal".
Presentaban su nuevo disco, Os reís porque sois jóvenes, una pequeña joyita musical popera que consagra a Tachenko dentro del panorama nacional. Sobre el escenario, estos quillicos mostraron su buen hacer, ofertándonos con alguna referencia a discos anteriores, todo su nuevo trabajo. A medida que avanzaba el concierto, me adentraba más y más en sus melodías, en unas canciones que sonaban con mayor contundencia. Y así, hasta llegar casi al final, donde Amable desató la euforia del público presente.
Allá, constaté que Tachenko es uno de los grandes. Serios, dentro de su humor y alegría; elegantes, dentro de su popera contundencia; frescos, a pesar de su creciente discografía... Sí, Tachenko es uno de los grandes; pero, su público, ese que, mientras yo bailaba y me emocionaba, permanecía estático y con apenas un leve gesto de cuello movía mínimamente la cabeza, volvía a demostrar, en ocasiones, los zombies de George A. Romero también habitan en Zaragoza.
Presentaban su nuevo disco, Os reís porque sois jóvenes, una pequeña joyita musical popera que consagra a Tachenko dentro del panorama nacional. Sobre el escenario, estos quillicos mostraron su buen hacer, ofertándonos con alguna referencia a discos anteriores, todo su nuevo trabajo. A medida que avanzaba el concierto, me adentraba más y más en sus melodías, en unas canciones que sonaban con mayor contundencia. Y así, hasta llegar casi al final, donde Amable desató la euforia del público presente.
Allá, constaté que Tachenko es uno de los grandes. Serios, dentro de su humor y alegría; elegantes, dentro de su popera contundencia; frescos, a pesar de su creciente discografía... Sí, Tachenko es uno de los grandes; pero, su público, ese que, mientras yo bailaba y me emocionaba, permanecía estático y con apenas un leve gesto de cuello movía mínimamente la cabeza, volvía a demostrar, en ocasiones, los zombies de George A. Romero también habitan en Zaragoza.
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